-Toma tus cosas, no quiero volver a verte nunca más. -Dijo él, mostrándose indiferente, aún cuando su mente retorcida estaba hecha un desastre; deseaba llorar pero sus ojos estaban secos, así como su voluntad fuerte, pero su corazón debil, roto, más destrozado que sus psicóticos pensamientos.
Ella no pronunció una palabra, aquella bolsa plástica que contenía pertenencias cargadas de recuerdos cayó sobre sus manos, mientras el roce de sus dedos con los de él le anunciaban el final...
-Esta vez también te vale mierda, ¿No es así? tírate por el puto balcón de una vez, tu existencia es una desgracia. -Finalizó, mostrando en sus ojos aquella ira indeseada que fluía abundantemente.
Pero sólo quería una respuesta, una demostración de lo que nunca había alcanzado a ver, porque ella nunca lo había revelado, sólo poseía una ilusión de aquello que tanto deseaba y que justificaría su comprensión, incluso su conformismo, aunque lo detestara. ¿Había hecho lo correcto? ¿Acaso no había otra salida? ¿Lo merecía? ...
... ¿Merecer qué?
¿Merecer?
La vida no nos pertenece, es un préstamo, así como todo lo que sucede en ella, en cambio, la muerte es una promesa, pero, ¿Por qué estaba pensando en eso?
Una ráfaga de lucidez lo golpeó contra la realidad, la cabeza le palpitaba como si su cerebro se hubiese canzado de tan repugnante lugar y estuviese pidiendo auxilio. A duras penas logró levantarse del charco de sangre en el que yacía, sangre ajena, espesa, conocida, en este lugar blanco y luminoso, adornado sólo por las salpicaduras carmesí. Tras recobrar el equilibrio, dejó caer el bisturí ensangrentado que empuñaba, y la vió, tumbada en el suelo, un torso inerte, pálido y triste, boca abajo a centímetros de la camilla sucia en la cual había estado un par de horas antes, cuando tuvo que ver su desgracia en el espejo que, clavado en el techo, reflejaba la escena más aterradora que hubiese visto, y que daría punto final a su historia. Las lágrimas goteaban de su mentón, y comenzó a reir a carcajadas, y a gritar.
-¡¡Te lo dije!! ¡¿Por qué nunca te importó?! ¡¡TE LO DIJE!!
Tomó el bisturí, aún riendo entre su temblorosa respiración, volteó lo que quedaba del cuerpo, y levantó la mano empuñando la afilada herramienta.
-Eras hermosa...
Dispuesto a terminar con la poca integridad que le quedaba a aquel cuerpo y a su cordura, su mano bajó con fuerza, pero fue interrumpida por una sirena que le subió el corazón a la garganta y le estremeció completamente. El bisturí golpeó el piso y un arma ocupó su lugar, no tenía tiempo que perder, de hecho, no tenía nada que perder. Corriendo a la salida, donde le esperaba su inevitable fin, nunca dejó de preguntarse... ¿Por qué?
Una puerta se abre, un arma suelta un estallido, y él despierta en su casa, con una botella en la mano y el teléfono celular en el otro, un mensaje de texto por enviar se refleja en la pantalla.
'Tenemos que hablar.'
¿Lo había imaginado todo? Quizá la vida le había otorgado una segunda oportunidad. Quizá había tomado la decisión equivocada, y era hora de hacer algo al respecto.
Ella no pronunció una palabra, aquella bolsa plástica que contenía pertenencias cargadas de recuerdos cayó sobre sus manos, mientras el roce de sus dedos con los de él le anunciaban el final...
-Esta vez también te vale mierda, ¿No es así? tírate por el puto balcón de una vez, tu existencia es una desgracia. -Finalizó, mostrando en sus ojos aquella ira indeseada que fluía abundantemente.
Pero sólo quería una respuesta, una demostración de lo que nunca había alcanzado a ver, porque ella nunca lo había revelado, sólo poseía una ilusión de aquello que tanto deseaba y que justificaría su comprensión, incluso su conformismo, aunque lo detestara. ¿Había hecho lo correcto? ¿Acaso no había otra salida? ¿Lo merecía? ...
... ¿Merecer qué?
¿Merecer?
La vida no nos pertenece, es un préstamo, así como todo lo que sucede en ella, en cambio, la muerte es una promesa, pero, ¿Por qué estaba pensando en eso?
Una ráfaga de lucidez lo golpeó contra la realidad, la cabeza le palpitaba como si su cerebro se hubiese canzado de tan repugnante lugar y estuviese pidiendo auxilio. A duras penas logró levantarse del charco de sangre en el que yacía, sangre ajena, espesa, conocida, en este lugar blanco y luminoso, adornado sólo por las salpicaduras carmesí. Tras recobrar el equilibrio, dejó caer el bisturí ensangrentado que empuñaba, y la vió, tumbada en el suelo, un torso inerte, pálido y triste, boca abajo a centímetros de la camilla sucia en la cual había estado un par de horas antes, cuando tuvo que ver su desgracia en el espejo que, clavado en el techo, reflejaba la escena más aterradora que hubiese visto, y que daría punto final a su historia. Las lágrimas goteaban de su mentón, y comenzó a reir a carcajadas, y a gritar.
-¡¡Te lo dije!! ¡¿Por qué nunca te importó?! ¡¡TE LO DIJE!!
Tomó el bisturí, aún riendo entre su temblorosa respiración, volteó lo que quedaba del cuerpo, y levantó la mano empuñando la afilada herramienta.
-Eras hermosa...
Dispuesto a terminar con la poca integridad que le quedaba a aquel cuerpo y a su cordura, su mano bajó con fuerza, pero fue interrumpida por una sirena que le subió el corazón a la garganta y le estremeció completamente. El bisturí golpeó el piso y un arma ocupó su lugar, no tenía tiempo que perder, de hecho, no tenía nada que perder. Corriendo a la salida, donde le esperaba su inevitable fin, nunca dejó de preguntarse... ¿Por qué?
Una puerta se abre, un arma suelta un estallido, y él despierta en su casa, con una botella en la mano y el teléfono celular en el otro, un mensaje de texto por enviar se refleja en la pantalla.
'Tenemos que hablar.'
¿Lo había imaginado todo? Quizá la vida le había otorgado una segunda oportunidad. Quizá había tomado la decisión equivocada, y era hora de hacer algo al respecto.
