Camino sobre arenas sin huellas. Esperando el paso en falso que me lleve a caer en arenas movedizas, provocando mi muerte. Hace tiempo dejé de tener un pie atrás por si el de delante se hundía. Descubrí que equivocarme era lo que quería, ya que con eso no volvería a hacerlo.
Días en el desierto, viendo las dunas iguales entre sí, caminando en círculos. Recuerdo esos círculos de amigos que ya no tengo ni necesito. Me arrepiento de haberlos llamado amigos, ya que no fueron más que buitres esperando que me hundiera en arenas movedizas.
Hoy tengo lianas a las cuales puedo sujetarme si caigo. Me di cuenta de que a veces la alegría la traigo yo mismo. ¿Pero quién me la trae? La distribuidora peleó conmigo, dijo que ya no quería ser más mi amiga y dejó de suministrarme felicidad. No le di espacio a lo malo ni a la tristeza, raciono lo que me queda con destreza, buscando otra distribuidora.
De todos modos, no importa. Los peces en mis islas mentales flotan, y las ballenas corren maratones mientras cantan y se divierten. Me dicen que allí es un lugar perfecto, que pueden hacer lo que nunca podrían haber hecho. Aún así, les mato esa ilusión, diciéndoles que aún no tengo mi perdón ni mi idiosincrasia. Les digo que todo estará bien, pero sé que son falacias. Aún así, me las creo para ver si un día más me levanto para luchar por lo que quiero.
Esa esfera cuadrada junto con ese calor frío se hicieron amigos de mis ideas del éxito. Por más que intenté imaginarlos, no se me vienen a la cabeza. Aún así, sigo yendo a ese molino esperando tener comida y un lugar para dormir. Ya ni siquiera necesito lo que vestir, pues no hay persona que me mire ni me entienda. Tal vez sea una letra que aún no está en nuestros abecedarios o que hace tiempo dejó de estar en varios. Pero nadie más se acuerda de ella.
Cada vez siento la arena más firme, ya no le temo a las arenas movedizas, pues temerles nos llevará a la muerte. Si tengo que hundirme, lo haré de forma tranquila y serena. Ser el que produce la felicidad ya no me da pena, y poco a poco tampoco necesito mentiras o esquemas para mantener a los habitantes de mi isla tranquilos. Les hago saber que jamás les faltará alimento en la mesa, un lugar para vivir, y que nunca tendrán que arriesgar su vida en arenas movedizas.
Días en el desierto, viendo las dunas iguales entre sí, caminando en círculos. Recuerdo esos círculos de amigos que ya no tengo ni necesito. Me arrepiento de haberlos llamado amigos, ya que no fueron más que buitres esperando que me hundiera en arenas movedizas.
Hoy tengo lianas a las cuales puedo sujetarme si caigo. Me di cuenta de que a veces la alegría la traigo yo mismo. ¿Pero quién me la trae? La distribuidora peleó conmigo, dijo que ya no quería ser más mi amiga y dejó de suministrarme felicidad. No le di espacio a lo malo ni a la tristeza, raciono lo que me queda con destreza, buscando otra distribuidora.
De todos modos, no importa. Los peces en mis islas mentales flotan, y las ballenas corren maratones mientras cantan y se divierten. Me dicen que allí es un lugar perfecto, que pueden hacer lo que nunca podrían haber hecho. Aún así, les mato esa ilusión, diciéndoles que aún no tengo mi perdón ni mi idiosincrasia. Les digo que todo estará bien, pero sé que son falacias. Aún así, me las creo para ver si un día más me levanto para luchar por lo que quiero.
Esa esfera cuadrada junto con ese calor frío se hicieron amigos de mis ideas del éxito. Por más que intenté imaginarlos, no se me vienen a la cabeza. Aún así, sigo yendo a ese molino esperando tener comida y un lugar para dormir. Ya ni siquiera necesito lo que vestir, pues no hay persona que me mire ni me entienda. Tal vez sea una letra que aún no está en nuestros abecedarios o que hace tiempo dejó de estar en varios. Pero nadie más se acuerda de ella.
Cada vez siento la arena más firme, ya no le temo a las arenas movedizas, pues temerles nos llevará a la muerte. Si tengo que hundirme, lo haré de forma tranquila y serena. Ser el que produce la felicidad ya no me da pena, y poco a poco tampoco necesito mentiras o esquemas para mantener a los habitantes de mi isla tranquilos. Les hago saber que jamás les faltará alimento en la mesa, un lugar para vivir, y que nunca tendrán que arriesgar su vida en arenas movedizas.