"Si algo en la vida importa debo saberlo, ya que al parecer mi vida carece de ese algo; aún así luego de encontrarlo la felicidad será efímera, pero la paz llegará a mi corazón unos breves momentos, sólo si le encuentro.
Aquella ausencia, vacío que de tantas maneras intentamos llenar es infinito, inmortal, fastidioso e insistente como gen defectuoso. Hay quienes lo sufren permanentemente sin poder darle fin, intentan transmutarle, fingiendo metas e inventando ideales y moralidades, maneras de evitar sentir aquella culpa. A muchos no les ha afectado aún, pero está allí, esperando el momento de poder invadir mente y cuerpo, de poner en duda la de verdad de nuestra existencia y destruir de manera inminente los propósitos mal fundados.
Contra este mal no hay cura, aflige sin cesar la esencia, tornándola fría y sin sentido; si quieres alejarte e intentas morir, significará acogerte bajo su pecho."
Capítulo primero.
Los sucesos que a continuación se relatan tuvieron origen en Inglaterra, en una provincia cercana a la capital Londres; que al estar a tan pocas leguas de distancia de ésta era influenciada fuertemente por las costumbres que allí regían. Si había una moda específica en Londres, ésta no tardaba en verse reflejada en la pequeña provincia en una o dos semanas. Si las mujeres empezaban a usar corsés más apretados y de menor tamaño, las mujeres de la provincia (las que usaban corsés) hacían igual; y si los hombres optaban por dejar atrás los sombreros de copa alta, decidiéndose por las boinas, pronto aquellas comenzarían a subir de precio en dicha aldea.
Podría decirse que este suceso es algo común y corriente en casi todo el mundo, pero en esta época sólo sucedía con Londres y aquella provincia; los demás pueblos eran sumamente independientes y sentían cierta apatía hacia los ciudadanos de la capital. En aquel lugar y al contrario de lo que debían hacer sus homólogas, además de imitar las costumbres vistas en Londres, dependían de su economía, e incluso la defendían. Su acento era una fiel imitación del original y hasta llegaban a creerse superiores que los demás pueblos.
En aquella aldea de nombre antiguo y olvidado (Chars), vivían además de los campesinos habituales de este tipo de comunidad, dos jóvenes que habían llegado hace casi un año y de un modo muy misterioso. Los dos sujetos no conocían a nadie en aquel país, y no parecían saber nada acerca de la situación mundial actual. A pesar de ello (y de una manera bastante dudosa) en tan poco tiempo ya habían conseguido una casa propia, bastante amplia y con algunos lujos; ubicada en la mejor parte de Chars, en la falda de una colina que aunque colindaba con el bosque era una zona bastante segura.
La vivienda que poseían estaba construida en su mayoría de madera y acicalada de manera que no se veía ni muy opaca ni brillante. Era acogedora y cálida, en su interior además de las cuatro habitaciones había un estudio, una completa biblioteca e incluso piezas de arte renacentista; todo esto adquirido de manera dudosa y en un tiempo en el que muchos de los libros siquiera habían sido escritos o pensados, al menos en el curso normal del tiempo.
La provincia de Chars era en general un sitio bastante extraño. Como se ha dicho anteriormente "fuertemente influenciada por la capital" pero a pesar de todo era una provincia, por lo que no se podía distinguir si era uno de esos lugares en los que uno podía ir a despejarse de la rutina de una "metrópolis", o si era una copia reducida de una de estas últimas. Se encontraba a media jornada de Londres y varias caravanas entraban y salían por las rutas que unían ambas concentraciones; estas tenían una amplia relación comercial.
Chars estaba ubicado en un terreno bastante amplio, rodeado de lo que podía parecer una muralla de bosques y tierra. Se hallaba en un lugar estratégico de aquel país en el que una invasión sería lo menos esperado. Sus habitantes en mayoría eran personajes extraños (mayormente por el efecto ya mencionado), pero simples y en el fondo buena gente.
Sucedió que en aquella época hubo una cadena de acontecimientos que provocó que Chars, fuera la aldea más visitada de Inglaterra. Los dos nuevos ricos de la aldea, Mark y Jean, se habían ausentado por ya casi un mes de su casa en la colina y habían viajado a Irlanda. Obviamente los motivos de su viaje (y muchas otras cosas) eran totalmente desconocidas para casi todos lo habitantes de Chars, pero unos pocos sabían que Mark y Jean estaban "de vacaciones".
Los dos no tenían (o al menos no lo sabían) ningún parentesco, y sin embargo eran algo parecidos. Claro que esto último podría muy bien relacionarse con el lugar de donde provenían, y no con su ascendencia. Ambos eran de tez blanca, casi de la misma estatura y de facciones marcadas, pero no toscas; no llegaban a los veinte años. Uno tenía el cabello y los ojos negros, mientras que el otro era pelirrojo con ojos miel claro. Lo que notablemente era distinto de los demás habitantes de la aldea (y de prácticamente el mundo entero) era su contextura sumamente delgada.
El viaje no fue muy largo, y en su principio no hubo ningún contratiempo a pesar de que Inglaterra e Irlanda se hallaban en disputa, y no era extraño encontrarse en una situación incómoda. Al llegar a la aldea que buscaban se dirigieron a una taberna y armaron conversación con algunas personas. Luego de un tiempo salieron en búsqueda de alguien más, que había llegado con ellos a Chars (no precisamente allí) y se había separado del grupo, habían oído que esta persona vivía en Irlanda y estaban felices de haber podido encontrarla. Compraron un par de monturas (habían viajado en barco) y se dirigieron hacia la aldea vecina.
En su trayecto observaron que los rostros de sus habitantes eran muy distintos de la gente en Inglaterra, más no físicamente sino en el semblante. La mayoría cabizbajos, vivían en casas mucho más pobres, y lucían más pálidos y delgados; inclusive parecidos a ellos en volumen. A pesar de que aquella aldea y Chars tenían un clima muy parecido parecía que en donde estaban hacía más frío.
-¡Aquí es!
-Tienes razón Jean, es justo como nos dijo el tipo del extraño mechón encima de su calva.
-Concuerdo contigo en que su aspecto era bastante extraño - concedió el nombrado.
-Pero bueno, esperemos que Ginna esté en casa.
-No creo que le guste estar afuera con el frío que hace.
-Al menos ha resultado más arrojada que nosotros dos, quién sabe cómo habrá llegado hasta Dublín*.
-Vamos a averiguarlo, adelante.
Ambos muchachos desmontaron y se acercaron a la entrada de una casa no menos vistosa que la suya. Al parecer, aunque sus caminos se habían separado, su destino había permanecido unido. Agitaron la aldaba con rostro de león y esperaron; una silueta delgada se veía acercarse por el vitral de la puerta, y esta no tardó en abrirse: de ella apareció una preciosa figura más baja que ambos visitantes. Inspiraba ternura y tenía una aura cálida que pareció llegar al corazón de ambos luego de tan larga ausencia.
-Así que al fin han llegado - sentenció la que debía ser Ginna, con voz monótona.
-No pareces contenta de vernos, ¿es que acaso esperabas a alguien más?
-Pues sí querido Mark, y ahí viene...
* Dublín, en aquel tiempo (y dentro de la historia) era una aldea.
~Adéu!
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