.La "desencriptación" de Daneel
Daneel pareció querer rectificar la respuesta.
-Mas bien, señorita, Ralph me especificó que no le diera a nadie esta información. Él quiere atender a sus asuntos privados.
Rebeca se mostró indignada.
-¿Qué asuntos privados? ¡Yo se que le pasa! Sus padres acaban de... y todo esto es muy duro, el esta confuso, esta triste, se siente solo y lo sé... Pero, ¿Por que demonios no lo exterioriza? ¡Maldita sea, soy su amiga! ¡Parece que no nos conociéramos de nada!-paró un momento para respirar y calmarse. Daneel no parecía afectado "emocionalmente" por ninguno de los gritos. No mostró signo de consuelo o de sentirse ofendido. Se limitó a girar la cabeza con uno de sus simples y particulares movimientos robóticos, clavando lo que parecían ser sus ojos en la indignada chica que tenía ante él.
-Yo no puedo decirselo señorita... Sin embargo, si usted encuentra (por un casual) el código de embargo de Ralph, no podré negarme.
Rebeca se mostró sorprendida. El código de "embargo", ese código que una vez Ralph le había explicado que servía para desbloquear algunas de las opciones de Daneel y que solo él sabía. Para colmo, el mismo la había confesado hacía tiempo que normalmente ponía códigos de embargo diferentes a cada una de las funciones de Daneel para mayor seguridad. Rebeca pareció meditarlo un momento. Esto iba a ser difícil, pero no tenía otra opción si quería saber donde se encontraba Ralph, y a juzgar por lo bien encubierto que estaba su paradero, no tenía pinta de que iba a volver muy pronto.
-Muy bien, cacharrito-sonrió, satisfecha-veo que por fin quieres colaborar conmigo, parece que ahora todo será mas fácil. Veamos hasta donde llegan los límites de tu programación, y hasta donde me puedes contar, contando con tu voluntad propia, claro esta.
Daneel fijó sus ojos en los de Rebeca.
-Señorita, usted sabe que no tengo voluntad propia, eso es una característica emocional humana. Soy una máquina, no empecemos a considerar medidas absurdas, por favor.
-Descuida, algún bug tienes que tener, maquinita. Además, yo no soy la típica chica a la que se le dan mal las máquinas, eso solo es un estereotipo.