La colina que soñé de niño se acerca, y ese molino que gira mientras las gotas de una lluvia pasada aún recorren su cuerpo me indica que la paz ha llegado, yo con un ojo morado y diversas cicatrices.
Camino con mi ropa sucia y rasgada mientras sostengo una Flor que arranque de por ahí en mi mano izquierda, pero no puedo evitar notar que mis calcetines no son del mismo par.
¡Ríos de agua celeste y nubes blancas como el algodón de azúcar! Césped que pensé que era césped pero en verdad caminaba por un arrozal, la serpiente me ofrece comer pero la paloma quiere que siga mi camino.
El sonido de la chicharra hace que se afinen mis oídos al igual que escuchar tiza mal pasada sobre una pizarra, las mariposas ya no escapan de mi presencia ¡Oh, efímera presencia que por momentos se hace tan tardía, corre por la colina verde esmeralda!
Mientras disfrutamos de la brisa típica y agradable, que me recuerda a los días de primavera en donde comía manzanas tan rojas que me recordaban a los labios de alguna Venus que en estos momentos me debe estar tirando su maldición.
En mi cielo no hay perdón para el traicionero y tampoco para aquel que arranca flores de por ahí, ya que esos suelen hacerle caso a serpientes y cazan palomas para alimentarlas, sin saber que ellas lo llevarán a su perdición.
Camino con mi ropa sucia y rasgada mientras sostengo una Flor que arranque de por ahí en mi mano izquierda, pero no puedo evitar notar que mis calcetines no son del mismo par.
¡Ríos de agua celeste y nubes blancas como el algodón de azúcar! Césped que pensé que era césped pero en verdad caminaba por un arrozal, la serpiente me ofrece comer pero la paloma quiere que siga mi camino.
El sonido de la chicharra hace que se afinen mis oídos al igual que escuchar tiza mal pasada sobre una pizarra, las mariposas ya no escapan de mi presencia ¡Oh, efímera presencia que por momentos se hace tan tardía, corre por la colina verde esmeralda!
Mientras disfrutamos de la brisa típica y agradable, que me recuerda a los días de primavera en donde comía manzanas tan rojas que me recordaban a los labios de alguna Venus que en estos momentos me debe estar tirando su maldición.
En mi cielo no hay perdón para el traicionero y tampoco para aquel que arranca flores de por ahí, ya que esos suelen hacerle caso a serpientes y cazan palomas para alimentarlas, sin saber que ellas lo llevarán a su perdición.
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