[Audio relato] "Son Todos Iguales" [Explicito]

Brenda se encontraba en su habitación como de costumbre, domingo por la noche, ideal para sitios de citas y chat. Su computadora anegada de contactos, prospectos y tipos que prometían el cielo y la tierra, más aún no los conocía y la noche acababa fría. Había descubierto ciertas técnicas para identificar a los tipos de los tipejos y hasta los pendejos.
Se recomendaba entre fotos premeditadas y poses no tan sugerentes que invitaban a ver algo de piel del cuello hacia abajo pero sin deslumbrarlos con sus dotes. Ella simplemente pensaba que sabia jugar al ritmo que los demás. ¡Error!
Entre donde-vives y que-edad-tienes ella se degustaba los mejores partidos del pueblo, ninguno con defectos aparentes ¡Qué suertuda que era Brenda!

Sus ojos irritados por el resplandor de la pantalla no paraban de ver el alarde de los tipos, tipejos y pendejos. No faltaban los ingenieros que no se graduaban pero que tenían el master en hacer reír y sentir lastima por solo pretender saber todo ¡Qué pena por ellos, Brenda era mas lista, los agarraba volando!

La aceleración de la válvula principal era inevitable, ella se sobresaltaba al recibir imágenes por la cámara de chicos casi perfectos que le miraban con ojos de tigre encandecido. Promesas alucinantes, como setas que esperan su digestión. Es como escuchar aves de primavera en los oídos, tan cerca, tan cálidos sus cantos. Pero al igual que las palabras, los cantos se los lleva la tormenta.

Se encontraba Brenda, tan amena, tan enfermizamente sonriente con las pláticas con uno de los identificados tipejos, este algo diferente a los otros de su estilo, puesto que no aceptaba poner fotos de él sin que se hiciera una conferencia en video con ella primero, esto, llegaba a irritar a Brenda de vez en cuando. Pero con una certeza de que la guillotina sería el final de dicho igualado, como ella les llamaba en su mente, no habría otra opción que tirar del gatillo o de bajar la polea, con tal de desenmascarar al tipejo.

Ella hacia transición de un tema a otro, con la facilidad de las nubes al viento. No ponía pretextos para conversar, simplemente quería que alguien la escuchara o en este caso la leyera. El tipejo contestaba sus típicos “ya entiendo” y sus erráticos “que bien”, casi sin sabor. La arena sería mas cómoda en los ojos de Brenda que las expresiones sin ton ni son de quien quiera que fuera su enmascarado compañero cibernético.

Los brotes de imaginación comenzaban a cesar cuando las interrogantes eran más desde su lado que las que recibía de su misterioso amigo. Se comenzaba a aburrir, escribía sin darle sentido a la conversación. Ya no tenía gracia mantenerse pensando en seguirle contestando, en su vacío de hambrienta soledad, él se excusó que debía preparar las herramientas para el siguiente día y sin pensarlo dos veces le respondió un “que bien, descansa”, palabras absurdas, palabras, solo palabras. Por supuesto que ella no deseaba que el tuviera descanso, sabía que el bloqueo era inevitable. El siguiente en la línea parecía más agradable, ella aguarda antes de conectarle con sus imágenes de buen gusto. Le ofrece más que solo platicar, ella asegura la partida con la velocidad del clic y sin despedirse se abre paso entre las salas virtuales para robarse a algún otro enamorado platónico que pueda consentir su deseo de conversación sin fin. Quizás el Romeo que esperaba se había mantenido en línea antes que ella y no se habían visto.

Y pensar que millones se interconectan al internet día a día mientras Brenda coleccionaba cabezas y cortaba pescuezos sin pensarlo. El closet lleno de recuerdos de historiales sin terminar, de estados sin actualizar, ya solo memorias de los buenos tiempos en que las mujeres eran mujeres y los hombres eran hombres. Quizás sus sueños aún eran más rosas que carmín, aún los corceles recorrían su cabeza, aunque los jinetes eran devorados por su dragona exigencia.
Las anécdotas que habría de contar a sus amigas, si se encontraba con alguna, sin que la hubiese dejado en el pasado. De hecho, había olvidado varias razones por las cuales se había acostumbrado a las cuatro paredes y al brillo angelical de su monitor. Simplemente la abnegada visitante del internet, se había auto destinado a permanecer en inparpadeante e incesante estado “en línea”. Porque la búsqueda era exhaustiva y las vidas cobradas eran cientos de miles, solo por exagerar.

Pero entre la rutina de sentarse cada noche frente a la inteligencia desarrollada y hecha calculadora mágica, sus anhelos no flaqueaban. Se mantenían. Ni buscaban alternativas, pese a que el resultado, sin mas que le pudiera agregar o quitar, sin puños rotos ni caras sudorosas, para no exponerse a la realidad, para no parar la lucha, ese resultado condenado que le deparaba siempre al final de cada jornada internauta, siempre después de las trasnoches y los desvelos y las horas de descanso inadecuado, siempre llegaba a la conclusión de que era como todo, lo mismo.