Amelia estaba convencida de que era la única superviviente del mundo luego del cataclismo nuclear. Por alguna desconocida circunstancia o tretas del destino ella había conseguido sobrevivir, porque sus padres fueron los únicos desconfiados que siguieron manteniendo en activo el refugio, a pesar de que la firma de un solemne tratado internacional había prohibido la fabricación de nuevas bombas y armas nucleares, luego de haberse publicado que acababa de ser destruida la última.
Ella llevaba diez años sola, bien alimentada y entretenida, mientras día a día examinaba los medidores de la radiación exterior que no bajaban de su nivel máximo, esos controles que eran una prueba irrefutable de que cualquier vida humana, mas allá de esas tres puertas de acero y titanio que protegían el refugio, era imposible. Hasta que una mañana, sorprendentemente, los medidores le anunciaron que ya no existía riesgo alguno en el exterior. ¿Habían fallado esas previsiones que cifraban en cientos de años la limpieza total de la atmósfera de nuestro planeta luego del cataclismo nuclear o simplemente los medidores estaban fallando?
Un mes pasó antes de que Amelia se decidiera si salir o quedarse toda una vida dentro de esas cuatro paredes de más de un metro de espesor que serían su tumba, sin lugar a duda, viendo pasar sus años de juventud. Sin embargo la primera opción parecía ser la seleccionada, no le importaba, era mejor una muerte rápida e indolora que una vida encerrada en una duda. Luego de revisar los controles, por última vez, comprobando escrupulosamente que se habían mantenido en esos índices de “no riesgo”. Se arregló como si se dispusiera a asistir al mayor acontecimiento de su vida, aun conservaba ese hermoso vestido de novia que no pudo usar porque días antes de su boda sucedió aquella conflagración atómica. Hasta se maquilló un poco.
Tomo la precaución de ponerse unas gafas de cristales oscuros antes de abrir aquellas tres puertas. Su corazón palpitaba estruendosamente, casi lo podía escuchar en el vacío que producían las puertas mientras se abrían una tras otra. En efecto, hacía Sol, en el aire flotaba un aroma a flores salvajes y varias mariposas la rodearon, como si la confundieran con un árbol o una planta desconocida, ¿Cómo era posible? ¿Como se pudo extinguir aquel desastre de dimensiones bíblicas y apocalípticas? ¿Qué había pasado realmente en el mundo durante su encierro dentro del refugio? Súbitamente, su pensamiento fue interrumpido por unas fuertes pisadas a sus espaldas. Amelia se volvió… - ¡¡Amelia...!! ¿Qué haces jugando a estas horas? Ven, vamos a limpiarte las manos, la cena esta servida. -
:difus_5:
Ella llevaba diez años sola, bien alimentada y entretenida, mientras día a día examinaba los medidores de la radiación exterior que no bajaban de su nivel máximo, esos controles que eran una prueba irrefutable de que cualquier vida humana, mas allá de esas tres puertas de acero y titanio que protegían el refugio, era imposible. Hasta que una mañana, sorprendentemente, los medidores le anunciaron que ya no existía riesgo alguno en el exterior. ¿Habían fallado esas previsiones que cifraban en cientos de años la limpieza total de la atmósfera de nuestro planeta luego del cataclismo nuclear o simplemente los medidores estaban fallando?
Un mes pasó antes de que Amelia se decidiera si salir o quedarse toda una vida dentro de esas cuatro paredes de más de un metro de espesor que serían su tumba, sin lugar a duda, viendo pasar sus años de juventud. Sin embargo la primera opción parecía ser la seleccionada, no le importaba, era mejor una muerte rápida e indolora que una vida encerrada en una duda. Luego de revisar los controles, por última vez, comprobando escrupulosamente que se habían mantenido en esos índices de “no riesgo”. Se arregló como si se dispusiera a asistir al mayor acontecimiento de su vida, aun conservaba ese hermoso vestido de novia que no pudo usar porque días antes de su boda sucedió aquella conflagración atómica. Hasta se maquilló un poco.
Tomo la precaución de ponerse unas gafas de cristales oscuros antes de abrir aquellas tres puertas. Su corazón palpitaba estruendosamente, casi lo podía escuchar en el vacío que producían las puertas mientras se abrían una tras otra. En efecto, hacía Sol, en el aire flotaba un aroma a flores salvajes y varias mariposas la rodearon, como si la confundieran con un árbol o una planta desconocida, ¿Cómo era posible? ¿Como se pudo extinguir aquel desastre de dimensiones bíblicas y apocalípticas? ¿Qué había pasado realmente en el mundo durante su encierro dentro del refugio? Súbitamente, su pensamiento fue interrumpido por unas fuertes pisadas a sus espaldas. Amelia se volvió… - ¡¡Amelia...!! ¿Qué haces jugando a estas horas? Ven, vamos a limpiarte las manos, la cena esta servida. -
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