Hoy,
sentado en un asiento
de un colectivo casi vacío,
me acordé de abrir la novela de mi mochila.
Me sumergí en un drama
más fiero que el mío:
la pareja era muy desigual,
el amor muy pasional.
Se deseaban y querían
pero sus pasiones eran oprimidas
por unas familias que nada entendían
de amar.
Su amor
desenfrenado,
voraz y fugaz,
me quedó en la cabeza.
Cerré el libro.
Bajé del colectivo.
Caminé hacia la casa.
Toqué la puerta.
Me atendió un rostro
pálido,
recién levantado.
Me miraron unos ojos
incrédulos,
escondiendo la alegría.
Tomé su rostro.
Miré sus ojos una vez más
y en un abrazo
robé de sus labios,
mi pasión.
Mi novela.
sentado en un asiento
de un colectivo casi vacío,
me acordé de abrir la novela de mi mochila.
Me sumergí en un drama
más fiero que el mío:
la pareja era muy desigual,
el amor muy pasional.
Se deseaban y querían
pero sus pasiones eran oprimidas
por unas familias que nada entendían
de amar.
Su amor
desenfrenado,
voraz y fugaz,
me quedó en la cabeza.
Cerré el libro.
Bajé del colectivo.
Caminé hacia la casa.
Toqué la puerta.
Me atendió un rostro
pálido,
recién levantado.
Me miraron unos ojos
incrédulos,
escondiendo la alegría.
Tomé su rostro.
Miré sus ojos una vez más
y en un abrazo
robé de sus labios,
mi pasión.
Mi novela.