OP
XXII XII MMXII
Son las seis de la mañana y despierto entre mis sabanas cálidas, el día más que estar triste está húmedo, las aves aun cantan. Sigo sobre la faz de la tierra y yo tan alegre que estaba ayer creyendo que la fatalidad vendría por la noche y me llevaría a oscuros paseos por la mortandad y el desastre. De seguro alguien se equivocó y predijo alarmas y llanto. Quizás yo estaba equivocado con lo que pienso en respecto al significado de nuevos tiempos y cambios. Por más que lo piense no sé qué pudo haber salido mal, o mejor dicho, que pudo haber salido “bien”. Simplemente estoy atorado en este momento en que no se si debí o no renunciar al empleo mediocre y a la escuela que tanto me entromete los planes de mi futuro ininterrumpido. Ahora solo me queda esperar la chillante alerta del reloj para que me meta a la regadera y elimine los ácaros, las capas de piel muerta y suciedad que el cuerpo ha recolectado en las últimas horas de mis descansos con Morfeo. Hasta siento que quiero llorar, porque estaba tan ilusionado que todo se iba a acabar y que no tendría que volver a verlos a todos. Sin preocupaciones, sin limitaciones, solo quería irme y no lo logré. Escuché de suicidios y esas cosas extrañas que hace la gente, creo que yo soy más cobarde y esperaba que mi suerte trajera tempestad y lamento para que no tuviera, por última vez, que preocuparme por arreglar todo para que todo saliera como esperaba. Quizás estaba mal pensar que se acabaría el mundo repentinamente, sin tiempo para despedidas, no me despedí de mi madre ni de mi padre, sin remordimientos, que se iría la vida al garete.
Aún sigo escuchando sus primeros ruidos fuera de mi habitación, porque se preparan para ir a trabajar ¿Qué le diré a mi jefe el lunes? Creo que debería ser honesto con él y contarle mis más profundas ideas con respecto a ese trágico día que en realidad no tuvo nada de trágico. Creo que me lo llamaré en un rato, y le diré que me iré a trabajar sin más. Que estaba equivocado. Que mis preceptos no estaban de acorde a lo que pensaba hacer con mi vida en lo que va de esta corta etapa.
¡Oh, mi suerte! Se sentía tan bien no tener que lamentarse porque no habría más que ir a estudiar ni laborar. Se sentía bien. Se sentía magnífico ¿Pero que me queda? Tendré que afrontar las carcajadas de los absurdos compañeros que tengo, de los imprudentes colaboradores de mí alrededor. Supongo que el haber “sobrevivido” a un nuevo fin del mundo metafórico me ha hecho algo más fuerte y podré darles la cara.
Son las seis y cuarto y aún no arranco. Creo que mejor me quedo en cama, le digo a mi jefe que estaré algo enfermo pero que me espere sin tardío el lunes a las ocho en punto. Quizá mejor me quedo callado y aparezco allí sin decirles nada ese día. Quizá eso sea mejor. Quizá eso sea menos bochornoso.
¿Será en este nuevo “despertar” que estoy viendo con claridad que todo se mueve alrededor de lo que los demás opinen y no en cuan seguro se esté de lo que uno sabe en realidad? A decir verdad, me encuentro muy confundido, creí que no volvería a molestarme en pensar como lo estoy haciendo ahora. Quizá así como deje la oficina el viernes y dejé el salón de clases el jueves, pueda regresar sin que me tachen de “pollito se está cayendo el cielo”. Me dejaré llevar por mis pies a donde me lleven, si es que algún día reaccionen a lo que quiero que hagan y que no parezcan querer hacerlo. Sigo echado en esta cama.
* * *
En un "plumazo" de inspiración lo acabo de escribir, le dí una revisada en Word, pero no garantizo mucho. Esperaba ver relatos parecidos ayer (?). No me dejó poner todo el titulo en mayuscula : /
Son las seis de la mañana y despierto entre mis sabanas cálidas, el día más que estar triste está húmedo, las aves aun cantan. Sigo sobre la faz de la tierra y yo tan alegre que estaba ayer creyendo que la fatalidad vendría por la noche y me llevaría a oscuros paseos por la mortandad y el desastre. De seguro alguien se equivocó y predijo alarmas y llanto. Quizás yo estaba equivocado con lo que pienso en respecto al significado de nuevos tiempos y cambios. Por más que lo piense no sé qué pudo haber salido mal, o mejor dicho, que pudo haber salido “bien”. Simplemente estoy atorado en este momento en que no se si debí o no renunciar al empleo mediocre y a la escuela que tanto me entromete los planes de mi futuro ininterrumpido. Ahora solo me queda esperar la chillante alerta del reloj para que me meta a la regadera y elimine los ácaros, las capas de piel muerta y suciedad que el cuerpo ha recolectado en las últimas horas de mis descansos con Morfeo. Hasta siento que quiero llorar, porque estaba tan ilusionado que todo se iba a acabar y que no tendría que volver a verlos a todos. Sin preocupaciones, sin limitaciones, solo quería irme y no lo logré. Escuché de suicidios y esas cosas extrañas que hace la gente, creo que yo soy más cobarde y esperaba que mi suerte trajera tempestad y lamento para que no tuviera, por última vez, que preocuparme por arreglar todo para que todo saliera como esperaba. Quizás estaba mal pensar que se acabaría el mundo repentinamente, sin tiempo para despedidas, no me despedí de mi madre ni de mi padre, sin remordimientos, que se iría la vida al garete.
Aún sigo escuchando sus primeros ruidos fuera de mi habitación, porque se preparan para ir a trabajar ¿Qué le diré a mi jefe el lunes? Creo que debería ser honesto con él y contarle mis más profundas ideas con respecto a ese trágico día que en realidad no tuvo nada de trágico. Creo que me lo llamaré en un rato, y le diré que me iré a trabajar sin más. Que estaba equivocado. Que mis preceptos no estaban de acorde a lo que pensaba hacer con mi vida en lo que va de esta corta etapa.
¡Oh, mi suerte! Se sentía tan bien no tener que lamentarse porque no habría más que ir a estudiar ni laborar. Se sentía bien. Se sentía magnífico ¿Pero que me queda? Tendré que afrontar las carcajadas de los absurdos compañeros que tengo, de los imprudentes colaboradores de mí alrededor. Supongo que el haber “sobrevivido” a un nuevo fin del mundo metafórico me ha hecho algo más fuerte y podré darles la cara.
Son las seis y cuarto y aún no arranco. Creo que mejor me quedo en cama, le digo a mi jefe que estaré algo enfermo pero que me espere sin tardío el lunes a las ocho en punto. Quizá mejor me quedo callado y aparezco allí sin decirles nada ese día. Quizá eso sea mejor. Quizá eso sea menos bochornoso.
¿Será en este nuevo “despertar” que estoy viendo con claridad que todo se mueve alrededor de lo que los demás opinen y no en cuan seguro se esté de lo que uno sabe en realidad? A decir verdad, me encuentro muy confundido, creí que no volvería a molestarme en pensar como lo estoy haciendo ahora. Quizá así como deje la oficina el viernes y dejé el salón de clases el jueves, pueda regresar sin que me tachen de “pollito se está cayendo el cielo”. Me dejaré llevar por mis pies a donde me lleven, si es que algún día reaccionen a lo que quiero que hagan y que no parezcan querer hacerlo. Sigo echado en esta cama.
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En un "plumazo" de inspiración lo acabo de escribir, le dí una revisada en Word, pero no garantizo mucho. Esperaba ver relatos parecidos ayer (?). No me dejó poner todo el titulo en mayuscula : /
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