El Secreto del Mundo

OP
Mensajes
29
Reacciones
0
Puntos
0
El Secreto del Mundo

Sinopsis
Intrigas, pugnas, envidia y sexo. La globalidad de sangre noble unida de Dau busca la razón de su existencia. Unidos, los nobles de los reinos explorarán los recónditos lugares del mundo. Todo por una causa, un secreto.​

Mundo de Dau (mapa de la novela)
Mundo+de+Dau.png
Capítulo 1

1ª Parte
No podía continuar caminando. Se paró en medio del claro del bosque, sin aire. Se sentó en el suelo fatigada. Inmediatamente escuchó tras de ella las mismas pisadas que venía escuchando durante kilómetros atrás. La habían estado persiguiendo durante mucho tiempo. Rápidamente intentó incorporarse, pero sus piernas flaquearon y quedó de nuevo tendida en el suelo. No tenía fuerzas.
-¿Dónde estás sucia ramera?- gritó el hombre que la seguía a duras penas. - ¡Sal de donde quiera que estés!
Una última fuerza acudió al ser de la muchacha y se levantó para esconderse entre los matorrales más cercanos. Era una zarza, pero no podía hacer otra cosa, debía meterse allí si quería vivir.

Desesperado el hombre buscó por donde pudiera estar la muchacha, pero estaba verdaderamente agotado, y jadeaba constantemente. No era ningún mozuelo, superaba con diferencia la edad de la joven. En esta circunstancia, la mujer se palpó cada centímetro de la poca ropa que llevaba, con la esperanza de encontrar algún cuchillo o algo para defenderse. Pero no tuvo suerte, solo llevaba un harapo a modo de vestido, todo rasgado y verdaderamente estropeado, sin ningún utensilio. Buscó alrededor de donde estaba, en un ambiente oscuro, con los pinchos de la zarza y las ramas entrelazadas que dificultaban la visión. Estaba atardeciendo. Se vio muy apurada, el hombre se recuperaba cada segundo que pasaba y ella no sabía qué hacer. Cogió una piedra, la más grande que encontró y como pudo aprovechó para salir de su escondite ágilmente, pero sin evitar el ruido que el movimiento de la zarza hacía. El hombre escuchó algo, pero seguía algo aturdido de la distancia que había recorrido. En seguida olvidó la carrera y el cansancio desapareció de su rostro. Se dio la vuelta dispuesto a alcanzar a la joven, pero tropezó con su pierna justo al girar y cayó al suelo pesadamente. La muchacha, estaba casi fuera de la enredada zarza pero justo antes de salir completamente se le enganchó la parte baja del ropaje. Tuvo más miedo que nunca. El hombre comenzaba a incorporarse. Acto reflejo y olvidando sus miedos, la chica tiró fuertemente del tramo de ropa que la enganchaba a la rama de la zarza. La partió, corrió hacia el hombre con la piedra en la mano. El hombre estaba prácticamente de pie, pero no pudo esquivar el duro golpe que sufrió en la frente. Tras una breve pausa de unos cinco segundos en pie, el hombre cayó definitivamente al suelo con un ruido sordo. Donna, que era como se llamaba la joven, se quedó muy quieta, mirando al hombre que parecía un cerdo adulto recién matado. La piedra cayó de las manos de Donna al suelo lleno de hojarasca, era finales de octubre. Impresionada y asustada, intentó gritar, pero nada acudió a su garganta. Estaba afónica, había agotado su voz durante todo el camino recorrido atrás. Se alejó caminando hacia atrás lentamente, sin apartar la mirada del hombre tendido en el suelo. No podía creerlo, había matado a un hombre.

Ya era prácticamente de noche y Donna seguía en el claro del bosque. Se sentía espantada y aliviada. ¿Qué hago ahora?, pensó. Su cabeza daba demasiadas vueltas. Su flujo incontrolado de pensamientos revueltos quedó interrumpido. Tenía hambre y su estómago se lo estaba haciendo saber. No había comido nada en los dos días que llevaba huyendo y escondiéndose. Sus tripas no habían manifestado en ningún momento la ausencia de comida. Hasta ahora. Echó de menos un buen conejo con patatas que su tía le hacía al menos una vez por semana, ese vino dulce que su tío le traía de la prestigiosa bodega del rey de Brenel, conocida en todo el mundo. Necesitaba alimentarse, y apenas le quedaban fuerzas. Alzó la cabeza y miró de nuevo al hombre tendido en el suelo apenas reconocible entre las sombras que acudían al bosque. Donna no se había percatado de que era casi de noche. En un bosque de noche nada es seguro, ni siquiera de día. Se levantó y fue hacia el hombre. Lo observó, y buscó en el cuerpo algo que fuera de su utilidad. Cogió un cuchillo con una hoja larga como la palma de la mano. Indagó en los bolsillos de la camisa. En el izquierdo, nada. Fue a por el derecho, primero lo palpó desde fuera. Algo sobresalía, así que metió la mano y sacó del bolsillo algo que al acercarlo a la cara ya no podía ver, era de noche. Desesperada y asustada, Donna guardó el objeto desconocido en el único pliegue que tenía entre sus andrajosas ropas.
2ª parte.
No sabía dónde ir, qué dirección tomar. No sabía siquiera dónde estaba. Miró de un lado para otro, y las sombras la consumían. Ni la luna aparecía en el cielo despejado. Se cansó de nuevo, hacía frío, mucho frío para alguien que llevase la ropa que ella llevaba. Este fue el motivo por el que quitó la camisa al hombre, y se la puso ella. Se alejó del cuerpo allí tendido y se acurrucó cerca de un árbol, como pudo. Incómoda, intentó conciliar el sueño. Un dolor agudo le venía al estómago, se volvía intermitente y nunca cesaba. Finalmente comenzó a llorar, se sentía sola, angustiada y hambrienta, no sabía lo que sería de ella. Pensó que probablemente moriría, ¿porqué yo?, se preguntaba constantemente. Se durmió a duras penas cuando dejó de llorar.
Todo quedó destruido. La aldea Selga, donde Donna vivía, había desaparecido. El ejército del rey Alberto III de Brenel aniquiló toda la aldea. Menos a Donna. Quemaron las casas hechas en su mayoría de madera del Bosque Frondoso que al norte los resguardaba. Así era, Donna estaba inmersa en las inmediaciones de esa cantidad de innumerables árboles, pero no lo sabía aún. Había escapado de las manos del rey, pocas personas conseguían eso, ese era el motivo por el que la perseguían. Pero nadie sabía el motivo de porqué el rey aniquiló la aldea entera, incluida la tía de Donna, Rose. El rey buscaba algo, y por algún motivo sabía que estaba en Selga. Pero se fue con las manos solo llenas de sangre, y con un disparo de flecha de alguien que nadie consiguió ver.
Donna abrió los ojos y un rayo de luz le bañó la cara. Ya era de día, y calculando eran entorno las nueve o las diez. Pero el motivo de su despertar no fue la luz del sol. Escuchó moverse a lo lejos los matorrales del otro lado del claro. Se levantó y se acercó cuidadosamente a la zona del ruido. Pasó por el lado del hombre al que había golpeado y lo miró de reojo. Cogió el cuchillo que tenía entre el pliegue del ropaje y se colocó en forma defensiva. Ahora se acercaba a los matorrales más lenta que al principio. De golpe salió de la maleza un hombre de armas a caballo. Donna cayó al suelo del susto.
-¿Quién sois muchacha?- El hombre de treinta y un años habló.
-Me, me llamo Donna- dijo la joven tartamudeando y habiendo recuperado la voz perdida. -Soy Donna de...- Entonces antes de que terminara de hablar llegó otro hombre con un caballo color castaña. Este hombre era más joven que el anterior. Donna seguía en el suelo.
-Lucas, no te desvíes del camino, tenemos que llegar pronto.- dijo el hombre recién llegado.
-Lo siento señor, quería explorar un poco el terreno.- se disculpó el escudero del joven.
- Bueno, que no se repita. ¿Y esta joven quién es?, ¿de dónde sois muchacha?- Preguntó Miguel, que así se llamaba el joven de diecisiete años.-Levantaos del suelo y respondedme.-
-Soy Donna como dije a vuestro vasallo señor- agachó la cabeza.
-Jajaja- rió Miguel- no es mi vasallo, es mi escudero y maestro de armas Lucas de Regal, en el cual confío lo suficiente para saber que hablaba más con vos, una joven tan hermosa.- el joven Miguel sonrió mirando a la joven. Detrás de ella vio el cuerpo del hombre tendido en el suelo. Le cambió la cara, se apeó del caballo y corrió hacia el hombre. De inmediato, Lucas siguió a su señor dejando a los dos caballos solos junto a Donna. Revisaron el cuerpo, y al fin Lucas dijo:
-Señor, no está muerto, pero poco le queda si lo dejamos aquí.- Estas palabras le sentaron como una patada en el vientre a Donna. Palideció. Se dio la vuelta mirando a los hombres que acompañaban al que ella creía que era ya un cadáver.
3ª parte.
-¿Qué significa esto Donna?- preguntó Miguel. -Lucas, quédate aquí.- Miguel se levantó dispuesto a coger a la joven y llevarla hasta el hombre del suelo. Pero Donna se estaba subiendo al caballo de Lucas. -¡Ven aquí maldita!- Gritaba Miguel mientras la joven huía. El joven señor se subió a su équido y corrió tras la pista de la chica. Tras mucha carrera, Miguel optó por chiflarle al purasangre gris que llevaba a Donna. Este paró en seco. La joven, desesperada se bajó del caballo y salió corriendo hacia otra dirección. Miguel ya casi la había alcanzado cuando su caballo tropezó con un tronco del suelo. Miguel cayó y se levantó rápidamente lleno de hojas, ramas y algo de barro. No montó en su caballo, se quitó su capa azul y la tiró al suelo mientras seguía corriendo tras Donna. Estaba a escasos cuatro metros de ella, pero la joven corría bastante, incluso en el estado que estaba. Dando un impulso, el joven se puso a la altura de Donna, se lanzó a por ella. La alcanzó agarrando con sus manos la cintura de ella. Ambos cayeron al suelo. Uno encima de otro. La chica se resistía, pero no pudo librarse del joven señor. Miguel le dio la vuelta, cara a cara. Los dos se quedaron mirando mutuamente. Ella pudo ver en él sus ojos verdes y marrones, con toques grisáceos que los salpicaban. Eran grandes y le causaron durante ese breve momento de pausa, una reconfortante tranquilidad. Sabía que podía confiar en él. Veía en el joven un aire de bondad y rectitud que antes no había visto. Su presencia era altamente agradable. Y no era feo. Él, por otra parte observó a la joven de arriba a abajo. Donna tenía diecisiete años, al igual que Miguel. Ella era de una estatura alta, pero un poco más baja que la del señor. Era muy hermosa. Sus ojos verdes hacían que Miguel se quedara prendado en la profundidad de su mirada. Su nariz estaba perfectamente modelada. Su cara suave. Y su cuerpo con unas curvas excelentes. Le quitaba la respiración al muchacho. A Miguel le gustó de veras Donna, sobretodo su pelo castaño y largo que le llegaba por la cintura. Ambos estuvieron casi medio minuto mirándose, quietos, mirando el alma del otro. Entonces se escucharon voces de Lucas a lo lejos. Miguel, jadeando aún cansado cogió una cuerda que llevaba atada al cinto y le ató las manos a la espalda. Después hizo lo mismo con sus pies, y se la echó al hombro. Donna hablaba y se quejaba constantemente, pero pensaba en lo que acababa de pasar. Algo había cambiado dentro de ella, algo que nunca había sentido. Miguel llegó al claro junto a Lucas, Donna, y el hombre del suelo que seguía medio muerto.
-Bien, Lucas, irás a Regal con Donna sobre tu caballo. Entrarás en mi palacio y dirás al consejero Louis y a Saverio que la examinen. Si se resiste, llamad a lady Mary, seguro que sabe qué hacer. Pero bajo ninguna circunstancia quiero que se le haga daño alguno. La quiero intacta para cuando vuelva.- indicó el señor Miguel.
-Pero señor...- habló Lucas, y instantáneamente fue interrumpido por Donna.
-¿Palacio, en Regal?- Donna se asustó.
Miguel sonrió a la joven y le explicó quién era y de donde procedía. Al menos eso hizo hasta que llegaron al camino que hacía de frontera entre el reino de Brenel y el de Agunia. Era el príncipe heredero de la Corona de Acantil, en las provincias Agunia. Pero él residía en la otra ciudad, en Regal, que servía de principado. Él y su escudero iban a la Ciudad de Brenel a la coronación de un nuevo rey, cosa que sorprendió a Donna, ya que el que acababa de morir, era el culpable de su situación actual y de la muerte de su tíos. Ella, por su parte le explicó lo que había pasado y porqué estaba donde la encontraron. El hombre que perseguía a Donna murió al pasar la frontera de Brenel a Agunia. Cuando lo hizo, Donna sintió un alivio final. El heredero de Agunia decidió que Lucas lo llevara a Regal. Finalmente allí se despidieron.
4ª parte.
-Bueno, aquí nos separamos. Donna, volveré lo más pronto que me sea posible y me contaréis todo con lujo de detalles lo acontecido, y es más, pensaré que hago con vos por el camino.- dijo el heredero Miguel con un aire picarón.-Que tengáis una espléndida mañana.-besó la mano de la joven y se montó en su caballo Niebla. Cabalgó unos metros y paró al caballo en seco, miró hacia atrás y dijo:
-¡Id a la taberna de El Paso y tomad algo, debéis estar hambrienta!- Y se fue definitivamente sonriendo de oreja a oreja, cantando una canción.
Las noticias no fueron buenas cuando la ciudad de Brenel abrió las puertas a su rey. Alberto III había muerto. En cuanto la familia real se enteró del suceso, la reina Anatilde, ahora viuda del rey, mandó a la misma guardia real a que buscaran bajo las piedras si era necesario al culpable de aquel atentado.
-¿Dónde está Fredric?- Preguntó la reina a los guardias que venían con el cuerpo de su marido.
-Majestad, lo buscamos por toda Selga, e incluso más allá. Unos dicen que lo vieron adentrarse en el Bosque Frondoso tras alguien que huía. Otros dicen que murió, pero no sabemos cuál es la verdad- respondió uno de los guardias.
-No puede ser...-susurró la reina Anatilde- Id otro grupo de hombres a Selga y a donde haga falta para buscar al escudero del rey. ¡De inmediato!- Mandó la mujer. Indicó que metieran a su difunto marido lleno de sangre y con la flecha aún clavada en medio del pecho. El disparo había sido certero. Hubo gritos, llantos, desmayos y peleas en la plaza de la ciudad. Brenel había perdido a su monarca. Ahora había que coronar a uno nuevo.
-Majestad, no podemos permitirnos perder el tiempo ante esta situación- habló el consejero más importante del Palacio de Brenel. La sala era bastante grande, con una lámpara enorme de madera pintada de un blanco reluciente que colgaba del techo. La reina descansaba al fondo de la sala, sentada sobre un trono de piedra. Tras una breve pausa prosiguió -Hay que nombrar de inmediato a un nuevo rey, podrían atentar de nuevo mi señora.-
La reina, mirando a poca distancia de sus propios pies, sentada en el trono, con aire triste, pero sin ninguna lágrima habló al fin: -Cómo podéis decirme esto ahora Loyd...- Sollozó. -No hemos enterrado al rey muerto, ¿y ya queréis coronar a otro?- ahora se notaba la tristeza de la reina.
-Majestad, permitidme hablar...- continuó el mismo hombre, el Gran Consejero. A las espaldas de este se encontraban el resto de consejeros de la Corte de Brenel. Un grupo de 5 hombres de mediana edad para arriba. Todos ellos con lujosas prendas de vestir y capas blancas que hacían que la estancia fuera aún más luminosa.
-¡Silencio!- interrumpió con un grito la reina -fuera de mi vista, rápido.- Imperaba con autoridad la mujer del trono.
-Como deseéis mi señora, si necesitáis algo, no dudéis en consultarme. Después de todo sigo siendo el Gran Consejero.- Dijo orgullosamente Loyd.
La reina levantó la mirada cuando Loyd se alejaba hacia la puerta. -De eso ni hablar, quedáis despedido de la Corte real, y tenéis prohibida la estancia en Brenel de por vida.- Dijo muy segura de sí misma.
-No puede estar hablando en serio, majestad.- Loyd se quedó de piedra, espantado, comenzó a temblar y se precipitó al suelo. Tenía setenta y tres años. - Señora mía, ruego por los dioses que me perdone usted todo lo que haya hecho mal, por favor no tengo a donde ir.- Hablaba con voz temblorosa casi llorando. El resto de consejeros lo miraban con asombro y pena. Era un viejo después de todo.
-No hay nada que hablar ni perdonar, quedáis expulsado ahora mismo de mi reino. Rik, manda a dos de tus guardias para que se aseguren de que salga de mis tierras.- Mandó al jefe de la Guardia Real de Brenel que miraba desde la derecha del trono al viejo del suelo.- No quiero volver a veros, jamás- añadió la viuda Anatilde viendo como se alejaban dos guardias y Rik con el viejo ahora apresado.
-Maldita puta, ¡el rey era mejor que vos mil veces!- Chilló el anciano.- Jamás seréis como él, ¡sois una bruja!, ¡una verdadera bruja!- Uno de los guardias dio un puñetazo en la barriga a Loyd para que callara y salieron los cuatro hombres por la puerta. El resto de consejeros se sorprendieron demasiado al ver aquello. Había insultado a la reina y ella no había dado la orden de ejecución, algo raro estaba ocurriendo en aquellas cuatro paredes. Algo que los 5 hombres en los que el rey recién muerto confiaba plenamente desconocían. Optaron por no abrir la boca y retirarse con el permiso de su majestad. El viejo ex-consejero gritaba y se resistía entre los guardias y predicaba allí por donde pasaba lo que había acontecido en palacio. Loyd llevaba sirviendo en la Corte casi cincuenta años, y había sido el Gran Consejero de el rey recién fallecido y del padre de este.
La reina seguía mirando al suelo. Sus ojos azules brillaban mucho más que nunca. En su cara se podían ver algunas nacientes arrugas. Tenía un rostro angustiado y pálido. Levantó la vista cuando oyó la puerta del Gran Salón abrirse.
5ª parte.
-¡Madre!- gritó su hijo Alberto corriendo hacia la mujer que le dio la vida. -¿Por qué madre?, ¿por qué?-
Anatilde lo miraba dulce y tristemente, era su niño, su único hijo y sabía que era el futuro rey de Brenel. -Alberto, hijo, venid aquí- contestó Anatilde con la voz más triste y dulce que se pudiera oír. El joven se recostó sobre el regazo de la madre.- Ya os habéis enterado, no pude decíroslo porque no podía hablar..., quería mucho a vuestro padre como ya sabéis...- la reina comenzó a acariciarle los cabellos oscuros a su hijo. Ahora Alberto notó la voz de su madre extraña y sospechosa. Recostado en el regazo de la reina, levantó la vista y miró a su madre a los ojos. Estaba vieja de repente, parecía arrepentida y asustada.
-¿Qué os pasa madre?- preguntó el príncipe.- Os noto verdaderamente rara, habéis envejecido mucho de golpe.-
-Hijo...-y tras una larga pausa, la reina al fin habló: -Eres el nuevo rey de Brenel.- Se puso en pie. -Ahora el reino es tuyo- La reina comenzó a caminar hacia el centro del Gran Salón. Su hijo no le perdía la mirada, continuó caminando. Alberto seguía junto al trono y su madre casi había alcanzado el centro de la sala. Entonces se paró allí, se dio la vuelta, miró a su hijo de ojos azules como ella, el ser de sus entrañas que iba a cumplir diecisiete años. Miró al techo, y regresó la mirada a su hijo.- Ahora gobernarás y el mundo será tuyo.- La voz de la reina estaba débil. -Dau entero, y todos sus reinos serán solo uno y te pertenecerán a ti...- Ya casi no se oía.-Ahora ve y busca la...- Se cortó la voz de la reina. Expiró.
Alberto corrió hacia su madre ahora tendida en el suelo de la sala, en el centro. Bajo ellos estaba dibujado el mapa de Dau, con todos los reinos y regiones. Miró a su madre, incrédulo. Había quedado huérfano, y sería coronado rey de Brenel muy pronto, miró el mapa dibujado en el suelo y distinguió una marca al norte de Brenel, en el poblado de Selga. Se olvidó de eso y volvió a mirar a su madre. Salía de su boca espuma blanca. Había tomado algo envenenado. Comenzó a llorar, se desesperó. Y al fin, gritó.
Acudieron al instante las doncellas de la reina. Una de ellas, Alba, la incorporó y mandó a la otra, Beatriz, a por agua.
-Señor, no creo que se pueda hacer nada por su madre.-Dijo segundos después la doncella Alba con un nudo en la garganta. En ese momento entraron los cinco consejeros reales y el hermano de la reina.-La reina ha muerto.-dijo al fin la joven Alba. Aquellas palabras resonaron por toda la sala del trono y se extendieron poco a poco por el palacio de Brenel y finalmente por el reino. Ahora Alberto era un príncipe heredero huérfano que muy pronto sería coronado rey.
Esa misma noche se celebró el funeral de los reyes. Era 30 de octubre. Se incineraron los dos cuerpos juntos, el tío de Alberto, Juan, hermano de la reina Anatilde, estaba junto a su sobrino.
-Sobrino, ahora os convertiréis en rey, y vuestra madre expulsó del reino al antiguo Gran Consejero. Me gustaría que me vos me tuvierais en cuenta para ocupar ese cargo, me haría muy feliz.- Sugirió Juan al príncipe que observaba el fuego con la mirada perdida.
-Tío, meditaré vuestra propuesta. Pero no quiero que os hagáis demasiadas ilusiones por ser de mi familia. Al igual que vos, hay otros cuatro consejeros reales más. Los cuales debo tener en cuenta para nombrar al mejor.- El príncipe no lloró esa noche, solo se mostraba serio y callado.- Ahora lo que os debería preocupar es que llegue a rey cuanto antes, sólo entonces os podré nombrar Gran Consejero.-pero no terminó aquí el heredero Alberto.-Ah, tío Juan, quiero que se abra una investigación para aclarar las muertes de mis padres. Quiero vengarme.-Se notaba en la cara del príncipe la rabia que le consumía.-Quiero vengarme de aquellos que privaron de sus vidas a los reyes.-dijo al fin.-Espero que sepas qué hacer, consejero.-concluyó, y se concentró en los recuerdos que le venían de niño con sus padres. Su madre le mecía día tras día hasta que se convirtió en casi un hombre. Le contaba cuentos todas las noches para que se durmiera. Su padre le enseñó a desenvolverse con la espada, y sobre todo, a convertirlo en quién ahora era.
 
Última edición por un moderador:
Mensajes
2.131
Reacciones
380
Puntos
0
Ubicación
In the space pool
Guaw, buen trabajo otra vez.
En lo personal; la perte donde mencionas el nombre de la chica (Doona) podía esperar otro poco, algo así como: -¿quien es usted señorita y que anda haciendo vestida así?-mi nombre es...- supongo que quedaria mejor, tambien la parte en la mencionas el mes (octubre) eso no quedo nada bien ahí, se siente como que "vas leyendo y te tropiesas"
No acostumbro dar comentarios de ortografía, Raven. es el experto en eso.
El concepto suena interesante, sólo que apenas empieza, trabájalo, suena a algo con futuro.
Offtopic: Estoy muy molesto; alguien me quito el cuadrito para editar mensaje que sale asta abajo de cada tema, ¿quíen sería? ¿.Kuja, me podria prestar algo de asistencia?
 
Última edición:
Mensajes
23
Reacciones
0
Puntos
0
Pues ve, mira. Tu escrito me causa una sensación agridulce. Es bueno, está bien escrito a nivel ortográfico e incluso gramatical (Cosa que no todo el mundo consigue, dios bien lo sabe), peeeero

carece completamente de dinamismo. Usas los mismos trucos una y otra vez y me parece que quizás te explayas demasiado explicando detalles que podrían ser poco importantes para la trama, y los detalles en los que podrías explayarte con gusto para darle brillo al todo, los dejas pasar.

Ciao~
 

Maxigang

Unfreakinbelievable
VIP
Supporter
Mensajes
7.272
Reacciones
4.468
Puntos
1.648
Ubicación
ส็็็็็็็็็็็็็&#
Muy buena historia, me gustó mucho, espero el segundo tomo.
~Cya
 

.Xcess-

Heroic User
Mensajes
3.978
Reacciones
465
Puntos
1.050
Ubicación
San Pedro Sula
Espero escribas toda la saga completa, suena interesante, pero el primer capitulo para ser capitulo deja mucho que desear, es más como una introducción. De allí en mas me gusta tu redacción.

La parte del suelo lleno de hojarasca siento que queda bien, lo entendí aunque no estaba seguro de lo que era en realidad. Pero queda bien.

hojarasca3_000.JPG

Siempre he creido en que los detalles son fundamentales para llevar al lector al nivel mas creativo de su imaginación.

; )

Cuando ella tiene hambre, yo pensaba que se comería al hombre muerto... twisted minded me... ¬¬
 
Última edición por un moderador:

Maxigang

Unfreakinbelievable
VIP
Supporter
Mensajes
7.272
Reacciones
4.468
Puntos
1.648
Ubicación
ส็็็็็็็็็็็็็&#
Impresionante el mapa! te lo has currado! y muy buena parte 2
~Cya
 

Maxigang

Unfreakinbelievable
VIP
Supporter
Mensajes
7.272
Reacciones
4.468
Puntos
1.648
Ubicación
ส็็็็็็็็็็็็็&#
Muy bueno el nuevo capítulo, sigo esperando más!
~Cya
 
Arriba Pie