Lúcidos Recuerdos

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Lúcidos Recuerdos
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El joven gritó de regreso a su cuarto, pisoteaba con fuerza con un ritmo de enojo, fruncía el ceño y apretaba sus puños con fuerza. Se había acalorado de discutir tanto, se cansó de eso, estaba rojo de furia. Aprovechó a darle un último regalo a su madre, cerrando la puerta con tanta fuerza que pareciera romperse. Un regaño a la misma fuerza de sonido logró penetrar sus oídos - ¡CASTIGADO! - y el chico quedó recostado sobre la hermosa puerta blanca, madera lisa y con un picaporte plateado incrustado. Las gotas de desesperación por leer aquellas hojas viejas cayeron y mojaron la almohada de su cama. De nuevo, apretó los puños e intentó callar su llanto con culpas y críticas. Tanto había quejado aquella noche que ni se había percibido que ya estaba dormido, las sábanas todas desordenadas por tanto pataleo. A pesar de todo, durmió plácidamente y ya empezaba a despertar, estirando los brazos y piernas, despejando las ventanas y que los rayos del sol resaltaran su habitación para teñirla de resplandor y cambiando el humor del joven a una alegría y perdón.

Bajó con el sentimiento de culpa, deseaba disculparse, pero buscó y no encontró a nadie en la casa. “A lo mejor salieron” pensó, inmediatamente recordó porqué quería disculparse. Empezó a dudar si hacerlo o no, en un momento se había estresado, subió al cuarto de sus padres, hurgó y dejó todo tirado. No lo encontraba, intentaba rascarse la cabeza para despejar ideas, pero no se le ocurrió nada. Desilusionado comenzó a guardar todo de nuevo, ya tenía todo listo, pero se le iluminaron los ojos al ver un pequeño cuaderno que tanto deseaba - ¡POR FIN! - gritó por toda la casa, tenía suerte que andaba solo. Guardó todo el desorden, incluso había ordenado más la habitación, corrió directo a la suya y se tumbó otra vez a la cama. Para él fue una suerte grandísima encontrarlo tan rápido.

Le temblaban los brazos, su emoción era incomparable, sentía como si un zoológico estuviera escapando de su estómago, pasando por la laringe y saliendo en suspiros fuertes. Exhaló de nuevo, esta vez más tranquilo, sintió su pecho y por fin podía estar más tranquilo, solo esperaba sus padres no llegasen muy pronto. Vio de nuevo ese cuaderno que tenía, era un diario viejo, ni siquiera el joven había nacido al momento de su escritura. Tenía un empastado de cuero, precioso aunque deteriorado por todos esos años sabrá alguien dónde. Abrió con mucho cuidado la primera página, las hojas de verdad eran viejas, algunas manchas leves pero muy legible. La primera hoja tenía un título con una caligrafía hermosa: “CAPÍTULOS” más abajo un nombre que compartía el apellido del joven: “Jorge Farfán”

Continuó leyendo cada excelente palabra, página por página, se sentía atraído a todos los disparates, situaciones cómicas e historias del protagonista, lloraba... de risa, por supuesto. Las oraciones eran honestas, sensatas y honestas mejor dicho, aunque no estuviera cronológicamente formado, era imposible decir que estaba mal escrito o quedaba algo mal, parecía perfectamente una historia de recuentos de la vida. El joven creía tener una transferencia de alma, pues, la narración era tan buena que sentía todo. Pero la frase que más risa le causo, fue una tan simple pero directa: “Por allá había visto una hermosa mujer, lastima que no hablaba inglés para hablarle"

Las mágicas páginas amarillentas por el paso de décadas se consumían en una lectura con toda la atención posible hasta acabar con cada letra, por más insignificante que pareciera, unidas daban toda la idea del autor. Sentimientos, experiencias se mezclaban en oraciones, luego en un escrito que conectaba al consanguíneo con el antecesor de su madre.

Pero él empezaba a perderse palabras, salteaba algunas oraciones y comenzaba a leer torpemente. Sus párpados le pesaban y bostezaba con frecuencia. El movimiento de las hojas se detuvo cuando el joven ya estaba durmiendo tranquilamente en su cama, escondiendo por coincidencia el diario debajo de su rostro tan vivaz, y que, también cubría a éste con ambos brazos.
*
*
*​
Su visión estaba cegada por una especie de nuble blanca. Sentía moverse en un espacio desconocido pero oculto al ojo, su propio ojo. Todo empezaba a tender un contexto, unas voces empezaron a resonar y comenzaba a ver. Muchas personas yendo y caminando a muchas direcciones, ruidos de aviones despegando, presintió estar en un aeropuerto. Conectó pensamientos y reconoció al instante que estaba dormido, tenía lo que se le llama, un sueño lúcido – ¡Qué bien! - habló él para sí mismo, pasó por los pasillos e intentaba hacer lo que sea, ese tipo de sueños sólo se dan en pocas ocasiones.

Esperaba lograr algo imposible, como volar o respirar bajo el agua. Buscaba cualquier cosa, por más mínima que fuera pero todo andaba normal. Los pasillos eran sencillos, rectos y cruzaban derecha o izquierda, muy limpio todo aunque aún no se había percibido de algo importante, las demás personas no parecían de esta época. Llegó después de tanto caminar a una gran sala, todos esperaban su vuelo sentados en sillas colocadas en columnas y filas, cerca estaba el despacho. Se sorprendió mucho al ver que todos vestían como en cualquier película en blanco y negro.

Pero su sorpresa fue más impactante al escuchar a unos parlantes que no lograba enfocar pues desconocía su procedencia. Sólo había visto que una señorita que hablaba con un micrófono, ella estaba en el despacho – Señor Farfán... Señor Farfán... - volteó rápidamente al ver a esa persona, lo conocía, sus historias le habían hecho congojarse como también llorar, de risa y tristeza casi. Pero él no venía. Parecía estar de retrasado al llamado de la empleada del aeropuerto - ¿¡Dónde estará...?! ¡¿Dónde?! - hablaba en monólogo para sí mismo, aunque nadie le viera.

Muchos hombres mayores pasaban por ahí, pero ninguno era el que conocía ni en imagen. El joven nunca lo había visto en fotos, pero él se figuraba una muy buena imagen de él. Se acercó silenciosamente al despacho, no llamaba la atención de la señorita, esperaba pacientemente a su consanguíneo y sin darse cuenta ya había empezaba una charla entre la empleada y otro hombre.

- Su avión no saldrá hasta mañana – avisó la señorita.
- ¿A qué hora, más o menos? - interrogó.
- A la una de la tarde.
- ¡Ah! - exclamó él como cualquier costumbre de alguien que vivía en Guatemala.


Le indicó el Hotel Regis - ¡El mejor de México! - acentuaba ella al final. Cruzó una puerta que daba a la derecha, pasó enfrente del joven, pero él esperó un poco más para seguirle. Quería observar su conducta, ya le parecía formal y educado, pero quería verlo desenvolverse en las calles que parecía no conocerlas muy bien.

A pocos pasos el joven siguió al adulto, detrás de él como “Mamá pato”. No pasó mucho cuando por fin llegaron al hotel. Al cruzar esa puerta de vidrio, él joven abrió la boca en seña de asombro. Piso alfombrado de una tonalidad de carmesí; escaleras a la derecha que seguro llevarían a las habitaciones; una recepción donde Jorge ya parecía pedir una habitación.

Cuando él se acercó también a la recepción se impresionó. Jorge había dado la vuelta con unas llaves en mano, ni siquiera vio al joven y lo atravesó como a un fantasma. Quedó impactado, nunca había tenido un sueño semejante. Entró en sí y vio que el consanguíneo empezaba a subir las escaleras. Corrió y pasó por delante de Jorge, empezaba a darle palmadas suaves que penetraban su afeitado rostro, no pasaba nada. Él seguía intentando, cualquier cosa, como intentar empujarlo o golpearlo incluso pero ni una u otra funcionaba. Sin darse cuenta ya había entrado a la habitación que él alquiló, tenía de todo: baño muy bien limpio y funcional; un escritorio para trabajar; servicios telefónicos que ni siquiera necesita y la cama más blanda que había conocido.

Unas horas pasaron mientras ambos parecían pensativos acerca de su vida. Uno de qué haría después del hotel, el otro qué haría para hablarle al consanguíneo. Jorge se levantó decidido a conocer un poco la ciudad. Ambos, aunque no comunicados fueron a “comer”, el joven podía tocar todo excepto personas y éstas ni siquiera le daban importancia a eso. Se frustraba, más aún quería hablar y preguntar centenares de tonterías y preguntas que ni al caso vendrían. Luego Jorge continuó en las calles, él se movilizaba en línea recta para no perderse, decía él. Habían llegado al Parque Juárez, sin saber qué hacer, solo viendo como pasaba la gente. El joven reía y olvidaba su depresión al ver que Jorge colocaba muchísima más atención “a la infinidad de mujeres hermosas que transitan por esas calles” como decía en susurros el no aún abuelo.

- ¿Esto también hacías en Guatemala...? - le preguntó el joven, pero con saberlo, no obtuvo respuesta alguna – Bueno... lo imaginé – concluyó.
*
*
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Ya estaba a anochecer y como alguien enviado, cuando un señor que pasaba, algo maduro de edad y bien vestido le habló a Jorge.

- ¿Tú no eres de por aquí? - dijo él mostrando interés en Jorge.
- No – respondió de nuevo con señas de modales.
- ¿Y de dónde?
- De Guatemala.
- ¿Vas de paso? ¿Viajas solo?
- Sí, las dos cosas – repuso, sentía que, o el señor era muy gentil y amable o iba a hacerle algo. Sentía desconfianza.


Continuaron hablando un buen rato hasta que el empezaban a tomarse más y un tanto de confianza.

- Acompáñame a casa de un amigo y jugamos poker... ¿Sabes jugar? - invitó el extraño.
- Sí.
- Pues mientras jugamos, pasas alegre la noche y le haces, si quieres, un favor a mi amigo.
- ¿De qué se trata? - interrogó, mientras ya habían empezaba a caminar junto al joven que tampoco se sentía su presencia de parte del hombre.


Anteriormente Jorge había comentado que iba de camino a Texas, pero debido a complicaciones de las aeronaves tuvo que quedarse un día más en México y que no conocía absolutamente a nadie ahí – Se trata de que le lleves una carta a la dirección; que luego te diré; allá en Estados Unidos – continuaron caminando, Jorge trataba de memorizar el camino para no perderse, era lo menos que quería.

A todo eso llegaron a la casa de su nuevo amigo y después de indicarle que espere afuera, no volvió en un tanto de tiempo. Al cabo de unos minutos él ya había salido, anteriormente Jorge ya tenía el sentimiento de volver y dejar eso de una vez, pero ni siquiera movió un pie para eso. El hombre le comentó que le había simpatizado, mencionaba era feo estar solo y Jorge entendía perfectamente eso. Pidió se juntaran en el hotel, que allá podrían hablar mejor, jugar, etc.

Jorge regresó por las calles que por suerte, aún mantenía en memoria por lo que no costó mucho para que regresara el hotel, aunque antes hacer una parada a cenar. El joven seguía sin hacer nada, el abuelo estaba esperando en la recepción al hombre pero nunca llegó. Extrañado, subió a su habitación para dormir por un largo y raro día.

El joven subía junto a él, pero de pronto, su visión empezaba a oscurecerse. Intentó gritar, pero no lograba ni siquiera expulsar una sílaba de sus pulmones, sentía tener mil agujas traspasar su garganta. Tampoco lograba moverse, no sentía nada, él empezaba a asustarse. Su nariz se tapó, sus oídos dejaron de escuchar los pasos de Jorge y no veía nada.

En un momento, todos sus sentimos se estabilizaron. Sintió un fuerte respirar; una gran iluminación a los ojos. Volteó a todos lados para ver su alrededor, estaba en un aeropuerto, pero éste era diferente. La gente no tenía piel morena, todos parecían de tes blanca. A lo lejos distinguió a un hombre, era de nuevo Jorge, pero no estaba solo.

Jorge se veía deprimido, estaba en una despedida para regresar a su país. Sus tres hermanos le abrazaban y besaban, esperaban que todo siguiera estando bien. Él subió al avión, el joven ya lo había alcanzado y subió junto a él. Buscó su asiento y rápidamente el avión despejó.

El joven sabía esa parte, estaban en Estados Unidos para regresar a Guatemala. Sabía que un mar salado brotaría de los ojos de Jorge. El hombre había sacado un pañuelo, se limpiaba el rostro y se restregaba una y otra vez los ojos.

- Yo sé que te pasa... Es por tus hermanos, más no mencionar a Margot... ¡No llores! - le gritaba el joven una y otra vez, sentía el congojo de su consanguíneo.

Tenía ganas de bajarse, de gritar. Sacó un cigarrillo de su chaqueta y empezó a fumar. Unos tras otro, deseaba el humo gris se llevase consigo toda su tristeza. “¡Vamos empeño de los humanos al querer retrasar los momentos de mayor congoja” decía él antes de subir e irse. Ya había acabado sus cigarrillos, no tenía nada más que una cara sonrojada de llanto, y aún así el sentimiento seguía ahí, como mosca en sopa. El joven intentaba lo posible, no por hablar, sino por tener aunque sea la más mínima pizca de comprensión y entender lo que él pasaba. La cabina del pasajero se había llenado de una soledad gris de parte del humo.

Ambos consanguíneos andaban con una parecida mirada de disgusto, nostalgia extrema. Pero una idea parecía despejar el humo gris, como una gran explosión de ayuda. Un rayo de alegría cubrió el rostro del joven, llenándolo de una alegría vivaz.

Había olvidado que tenía un sueño lúcido, él manejaba todo. Concentró su mente de pensamientos alegres, otras anécdotas de su consanguíneo. Entonces la tristeza se menguaba, separándole el sentimiento y trasladando en cuerpo y mente todo su ser. La oscuridad, aunque ésta iluminado por concentración y armonía, llenaban el escenario puliéndolo y dejándolo en un negro absoluto.

A pesar de tener la posibilidad de manejar su sueño, el chico fue tan precipitado que ni siquiera había pensado en alguna historia. Él empezaba a entrar en el contexto de su lúcida ilusión, y entrando en un lugar que fue tan al azar como ganar una lotería.
*
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*​
El joven había quedado en una casa vieja para Jorge, nueva para él. Ahí Jorge jugaba totito con su hermana, llevaban buen rato en eso y debido no había grandes entretenimientos en esa época, distraerse con pequeñeces era sumamente normal.

No fue que en esa sala principal, un hombre que compartía rasgos y apellido de Jorge entró y le propuso algo sin siquiera saludarlo - ¡Vamos al cine! - el contexto totalmente fuera de lugar, así que el abuelo preguntó a cuál, aunque eso no le importara a nadie más. Roberto, quien era el hermano de Jorge, tenía escrito en cara que tramaba algo.

Se argumentaban ellos dos, uno que no, otro que sí. No fue hasta que no tenía ni siquiera alguna palabra que responderle, Jorge aceptó a ir. El joven intentó tener comunicación, pero se abnegó cuando el resultado fue el mismo. Salieron fuera de la casa, y ahí, en la entrada esperaba una mujer que Jorge conocía bien, era una conocida. Las sospechas de Jorge eran corroboradas al saber, su hermano se iría y los dejaría solos, y así fue.
*
*
*​
Ambos adultos estaban a la entrada del cine que era más viejo sabrá quién de qué, el joven también estaba ahí aunque sin interactuar con nada, su anhelo de vivir esos recuerdos aunque fuera por sueños no le impedía disfrutar de éstos.

- ¿Y Roberto? - preguntó la mujer echando una vista preocupada.
- Se fue a otro lugar... - respondió dando fin a la conversación.


La función había comenzado, aunque Jorge ni siquiera le echaba una mirada a la película y aunque lo haya hecho, no hubiera entendido nada porque no tenía subtítulos en español y el inglés ya le había limitado en otra ocasión.

Jorge empezó a pensar, ya había pasado un buen rato y no había hecho gran cosa, ni siquiera hablarle a aquella mujer: “Roberto me preguntará que sucedió. Podrías decirle mentiras pero luego le preguntaría a Margot y bueno... no creo sea el mejor camino. Supongo que lo único que me queda por hacer es actuar...” pensó Jorge, que sus gestos y acciones eran aún espiadas por el joven que tampoco disfrutaba de la película, de hecho, por nunca haber imaginado eso la imagen de ésta era borrosa y no escuchaba ni un solo sonido proviniendo de ella.

Decidido no por su hermano, sino por sí mismo, pasó su brazo por encima del respaldo de ella. El hombre se acercaba lo más cercano posible al rostro de la mujer, manteniendo una serena y callada actitud al contexto. Sus fríos labios, no por las palabras que surgían de tales, sino por gélida sala empezaron a susurrar radiantes cumplidos, cada oración era un alumbrar de amor.

La mujer entró en sí, volteó el rostro, pero fue opacada con la mano de Jorge que le sostenía la barbilla con dulzura y delicadeza. Un movimiento pícaro, su otra mano ya no sostenía el respaldo del asiento, sino ya había llegado al perfumado hombro de ella.

Ya estaba todo preparado, Jorge dio un inicio inocente pero directo besando la mejilla de Margot, seguía con palabras discretas, él era tan lento que daba cada detalle con eficacia y sumamente explícito. Hablaba de cada célula de la mujer, la describía con frases positivas, eso avivaba más la llama que conectaba a ambos adultos entre sí.

La intención aumentaba, parecía una orquesta de piano que, con cada nota y acción que realizaba, la intensidad aumentaba, al punto de ser obvias las intenciones.

Un observante parecía quebrar esa atmósfera, el joven que no sabía si ver o no, empezaba a sentirse a caer. Quería ver por fin la acción que antes pensó era un acto inverosímil, pero no tanto al saber que la emoción, era tan real como el aire que respiramos. Pero su ilusión fue cortada por los ataques de luz que tenía.

Un foco, un destello, una luz que cegaba su vista momentáneamente. Parecía estar expuesto a granadas de luz, pero no era ese tipo de blancos rayos, algo le decía: “¡Aquí acaba!”. Empezaba a perder movilidad, quedó flotando en el aire. Sus demás sentidos estaban apagándose y su visión no era mejor que la de un ciego. Tuvo un último respiro y esperó lo mejor - ¿Cambiaré de escenario... pero cuál? - se decía a él mismo, sin saber que ni siquiera tendrá el gozo de revivir de nuevo las viejas memorias.

Estaba flotando en un espacio intangible, donde los sentidos eran ineficaces y no se podía hacer más que imaginar. Rompió la frontera, el muro entre su imaginación y realidad. No quería abandonar lo que tan ansioso comenzó, pero era imposible, no es de humanos resistirse a esa causa. Intentaba abrir ojos que ya no veían, obcecado, así estaba. Recordaba como Jorge quiso retardar el tiempo al momento de su despedida con otros consanguíneos, compartió su dicho, supo era algo de supervivencia evitar estos momentos pero aún así debemos afrontarlos no tristes, sino con más ánimo que nunca, pues no podemos darnos el lujo que la maleza del campo afecte nuestros rosales.

Sin resultados de sus intentos inútiles, prometió no solo a él, sino a su propio consanguíneo encontrarse aunque sea por esta realidad falsa, era la única forma de hacerlo. Ahora ya retirado de su combate contra una naturaleza con la que nacemos determinados, su existencia en aquella lúcida proyección empezaba a menguar hasta llegar a ser cero.

Despertó, pensativo, parecía nostálgico pero no encontraba razón para estarlo. “Había vivido un sueño en otro sueño” y está bien, fue su única forma de sentir aquel afecto por alguien que ni siquiera conoció en persona, una proyección de una realidad que jamás existió, pero el sentimiento no deja de ser el mismo. Una cálida reunión, un afecto sin diálogo, anécdotas compartidas en el espacio infinito, no un lugar cualquiera, sino donde él único que lo conoce es él mismo. Y aquel sol que entraba aún por la ventana, y todo ese tiempo que pasó no era casi nada al tiempo real, no sucedió nada en su vida real, pero tuvo una experiencia extraordinario en cuestión diminuta de eternidad.

Más historias escritas en físicas hojas de papel, nada comparado a la sensación de vivirlo... o soñarlo...​
¡Gracias por leer!​
 
Última edición por un moderador:

felomeno

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Te voy a ser sincero.

Pareces o alguien que apenas empieza a escribir y que tiene algo de talento natural, o alguien que lleva un tiempo escribiendo para sí mismo y por lo tanto no ha podido recibir críticas y mejorar con ellas.

A lo que me refiero es, que tienes talento, sí. Se nota. Pero te falta mucho más. Tienes muchos errores en la redacción, incluso parece como si no lo hubieras revisado (cosa que puede ser normal, yo no reviso mis relatos [excepto Toril] e incluso rara vez los vuelvo a leer).

Me gustó más el que usaste en el concurso. El otro parecía que no encajaban las partes, pero al menos cada una era buena.

Este es lo contrario, todo encaja, pero aburre. No le veo principio ni final, no hay un objetivo claro. Primero está enojado por alguna razón desconocida. Encuentra un cuaderno (también por alguna razón desconocida) y luego entra a un sueño lúcido después de haberlo leído.

Cuenta unas cuantas historias y regresa a la realidad.

En fin... el mayor problema son tus descripciones. Algunos dicen que nunca sobran, pero la verdad es que aquí sí. Describes todo, no dejas nada a la imaginación y es molesto, porque es como hacer más angosto un tunel mientras avanzas y terminas si poderte mover libremente. Y además algunas veces lo haces en el lugar incorrecto. (En el principio describes libros y puertas, en lugar de personas).

Lo único que le veo rescatable es la frase final. Porque podría ser un buen mensaje.

Saludos
 
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Te voy a ser sincero.

Pareces o alguien que apenas empieza a escribir y que tiene algo de talento natural, o alguien que lleva un tiempo escribiendo para sí mismo y por lo tanto no ha podido recibir críticas y mejorar con ellas.

A lo que me refiero es, que tienes talento, sí. Se nota. Pero te falta mucho más. Tienes muchos errores en la redacción, incluso parece como si no lo hubieras revisado (cosa que puede ser normal, yo no reviso mis relatos [excepto Toril] e incluso rara vez los vuelvo a leer).

Me gustó más el que usaste en el concurso. El otro parecía que no encajaban las partes, pero al menos cada una era buena.

Este es lo contrario, todo encaja, pero aburre. No le veo principio ni final, no hay un objetivo claro. Primero está enojado por alguna razón desconocida. Encuentra un cuaderno (también por alguna razón desconocida) y luego entra a un sueño lúcido después de haberlo leído.

Cuenta unas cuantas historias y regresa a la realidad.

En fin... el mayor problema son tus descripciones. Algunos dicen que nunca sobran, pero la verdad es que aquí sí. Describes todo, no dejas nada a la imaginación y es molesto, porque es como hacer más angosto un tunel mientras avanzas y terminas si poderte mover libremente. Y además algunas veces lo haces en el lugar incorrecto. (En el principio describes libros y puertas, en lugar de personas).

Lo único que le veo rescatable es la frase final. Porque podría ser un buen mensaje.

Saludos

¡Gracias por comentar!
Pues sí, un poco de ambos, no llevo mucho tiempo escribiendo y pues... casi nadie comenta mis relatos, puedes buscar uno que otro por la zona en algunas páginas muertas x'D

MUY rara vez re-leo mis historias, ya que ahora tendré más tiempo procuraré hacerlo más frecuente. Antes de publicarlas, claro.

La historia era más escrita para alguien cercano, "es un valor sentimental", pero sí, a mí tampoco me gustó mucho.

Intenté darle mucho orden a la historia, pero supongo no era interesante.

Cuidaré las descripciones, me interesó eso de hacerlo en el lugar correcto, trabajaré en ello. Lo que sí, cuando son oneshots, casi nunca describo al protagonista o le doy nombre, para la próxima será...

Tendré en cuenta todo lo que dices, ojalá puedes leer mi siguiente escrito, aún así, ¡Gracias por leer!
 
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