Hojas de esperanza

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La segunda novela corta que he terminado. Aunque la verdad, nunca le puse un titulo e.e soy malo con esas cosas.

No los culpo si les da pereza el simple hecho de ver tantas letras amontonadas XDD a cualquiera le daría.
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Sinopsis
Hum~... trata sobre... un sujeto que busca la cura para una enfermedad (que nunca supe cual es e.e) que tiene su amiga de la infancia, Céles. Claro, en su busqueda, encuentra muchas cosas, como toparse con Nadina, "La que trae la esperanza" (personaje recurrente en todo lo que escribo nwn) y esas cosas... supongo que.. primero quería que fuera algo más de terror... pero me di cuenta de que soy pesimo en eso D: así que me decidí por el romanticismo, algo en lo que, segun yo, soy bueno.


Capitulo 1: En la noche del recuerdo​

“Estas son las cosas que pasan cuando estas solo en tu diminuta realidad, cuando en el camino hacia la eternidad te das cuenta de que no hay nadie en tu existencia”

Han pasado ya dos años desde que salí del manicomio “Arkham”, ¿por qué termine allí? Sinceramente no lo recuerdo, los doctores me decían que un día como cualquier otro llegue a la ciudad costera de “Narshe”, hablando acerca de horrores que venían de mas allá del vacío, de un lugar que existe incluso mucho antes y después de la creación del tiempo. Pero no lo recuerdo…
También decían que hubo indicios de que yo viaje por un largo tiempo, recolectando información en lugares y librerías arcaicas, en textos mohosos que el hombre había olvidado, pues, me decían, que su existencia era una blasfemia para todos. Pero ciertamente, ahora que lo pienso, eso no tiene ningún sentido, sin embargo, todo me parece familiar… tal vez si estoy loco después de todo.
Sea como fuere la situación, tengo que viajar, este viejo pueblo montañoso no es una buena inspiración para un escritor como yo; mañana me iré, no sin antes despedirme de “ella”.
Aquella noche paso rápido, entre mis intentos de dormir y mis recuerdos sobre ella, Céles; deseaba tanto poder llevármela conmigo, pero… oh, ¿qué estoy diciendo? Si solo llevo cuatro años de conocerla, pero en ese tiempo ella se ha convertido en una gran parte de mi existencia… porque ¿Cómo puede uno probar que existe? Si nadie te recuerda… ¿realmente existes? Pero yo se que Céles me recuerda, y yo la recuerdo a ella, eso prueba que, en realidad, existimos… los dos; y por coincidencia nos encontramos en el mismo espacio, en el mismo tiempo, coexistiendo el uno del otro… sin embargo, hay veces que me sorprende el hecho de haber conocido a alguien como ella, o más bien, a ella… y si… ¿y si solo es un producto de mi imaginación? Entonces... ella no existiría… seria solo una ilusión… y, por eso… ¿existiré yo realmente? Como se que no soy sino el sueño de alguien durmiendo? Y si fuera cierto, ese alguien seria solo el sueño de alguien más… tal vez todos somos el sueño de algo, de una entidad que crea y destruye, que sabe y desconoce, que duerme eternamente más allá del vacío y que si despierta… acabaremos… todos… porque él da inicio y fin… pero, si yo fuera él? Estaría al lado de Céles para siempre… “por siempre”; tan solo me imagino, para nosotros no existirían los días, las horas, los segundos… el tiempo en sí… y podría acariciar su pálido rostro, miraría por la eternidad sus ojos de miel y rosaría sus labios… pero que va, todo eso solo es una fantasía y ya es muy tarde, si no duermo, no podré salir mañana.
—esa noche soñé que surcaba el cielo ensangrentado, pero era agobiante…—
El sol se asomaba por mi ventana, ya era de día. Me levanté a mirar por la ventana; todo era tan hermoso, los rayos de luz se filtraban por las hojas de los arboles, el olor a roció veraniego embriagaba mis sentidos y allá, en el parque RoseWater, estaba sentada Céles, mirando hacia el lago, como siempre.
Me puse los vaqueros negros, las zapatillas deportivas, la playera negra, tome mi billetera no sin antes asegurarme de que tenia aquella fotografía de Céles, cuando la conocí, pero esa es historia para después; baje y tome mi abrigo de piel y antes de dejar mi hogar, mire hacia atrás para tener una impresión de todos los recuerdos que el tiempo ha guardado bajo estos muros, luego mire la fotografía de Céles y Salí, para ya no regresar, quizá nunca más.
Ya afuera, todo era aun más ameno, sin embargo, pude ver los negros nubarrones aproximarse peligrosamente, pero eso no me importo, pues Céles aun seguía sentada frente al lago y fui a verla.
Me senté a su lado, con la sombra de aquel roble sobre nosotros… ella no sabía (o tal vez si) que yo estaba a su lado, lo cierto es que mirarla así… bajo un rayo de sol que se escapaba de la sombra de aquel árbol misterioso… eso la hacía aun más hermosa de lo que yo recordaba.
Primero mire sus ojos color avellana, eran totalmente cristalinos, como un diamante… luego me desvié hacia su cabello lacio, que hasta donde recuerdo, era castaño, pero esta vez tenía un color distinto, un color que no había visto nunca: era color ámbar. Pero… oh, sus labios… eran rosas y tenían ese brillo especial que me incitaba a robarle un beso por una sola vez y sabe que se siente probar el sabor de su néctar… ¬¬—deben ser tan suaves como pétalos de rosa—. Y sin darme cuenta ya estaba tomando su mano, era tan fría y cálida al mismo tiempo, tan tímida y me llenaba de seguridad, —Esto ya lo he visto antes— y lo recuerdo, ella me miro con sus ojos cristalinos, al momento en que esa sonrisa suya se dibujo en aquellos labios… era aun mas que perfecto… — ¿Era real?— y todo pasó tan rápido —o tan lento— que aquellos nubarrones ya estaban sobre nosotros, sin embargo, ella seguía igual que antes, incluso con la leve llovizna que se estrellaba sobre nosotros. Y lo supe, fue un sentimiento tan repentino y agobiante que poco a poco fui dejan la seguridad de su mano, pero ella lo sabia; se levantó y me tendió su mano, nuevamente, y sin dudarlo, la tomé… entonces ella se acerco rápidamente hacia mí, y con sus delgados brazos me rodeó.
Por un segundo en la eternidad me sentí conectado con ella, nuestros corazones latían rápidamente al mismo tiempo… ella y yo éramos uno solo, hasta que ambos nos dimos cuenta de que ya era tiempo, tiempo de dejar el refugio de nuestros brazos, de dar la vuelta y caminar, de irse sin decir “adiós”… y en un instante de la vida, lo hicimos, ambos nos soltamos al mismo tiempo, ella miraba hacia abajo, empapada por las lagrimas del recuerdo… al igual que yo.
Y no volvió a mirarme a los ojos… y yo tampoco lo hice, pues no hacía falta… yo sabía que al alejarnos el vacio crecería, que al soltarnos las manos ya nunca nos volveríamos a ver… así pues, camine al lado de ella, dándole la espalda al recuerdo y alejándome bajo la triste lluvia de otoño, sin voltear a verla, porque sé que ella no lo hacía… pero también sé que nuestros corazones se rompieron, pues pude escucharlo crujir, junto al mío.
Y nos fuimos, ella regresó a sentarse en su banca, mientras yo caminaba hacia la deriva, con las saladas gotas de lujuria cayendo de mis ojos, esas gotas, eran las únicas que podía escuchar, en aquella lluviosa tarde de otoño. – Los océanos negros existieron después de aquel instante—
Me fui, lejos, muy lejos del doloroso y triste recuerdo; no sé porque lo hice, si ella era mi vida, mi razón de existir… pero simplemente lo hice. Quería regresar, el dolor se hacía más fuerte con cada paso que daba mientras me alejaba de Céles pero me era imposible mirar atrás, mirar y remediar el daño que nos habíamos hecho. Imaginaba que si regresaba ella me recibiría con los brazos abiertos, que me abrazaría tan fuerte y me susurraría al oído “no te vayas nunca más de mí” y yo me quedaría… pero ya era demasiado tarde, el daño ya está hecho, que más se puede hacer? Ya no voy a regresar, no hasta que lo consiga… pero hasta entonces… vagaré.
No supe cuanto tiempo continué caminando bajo la lluvia, pero debió ser mucho, pues ésta había cesado y los vastos árboles del parque RoseWater habían cambiado completamente por un paisaje pedregoso que descendía mas allá de donde la vista podía alcanzar. – deben ser las colinas a Haden Hill—
Me detuve solo un momento que pareció eterno, para contemplar la hermosa vista desde el pico de la muerte. Desde ahí se puede ver todo, desde las cascadas de Veldt Forest, pasando por las tierras áridas de Fígaro, más allá del desierto de dunas ardientes, donde está la vieja y antigua ciudad de imperio y pasando está la mística ciudad de Narshe, donde estuve en el manicomio de Arkham. Pero todo se extiende aun mas allá de esas ciudades importantes, aun más allá del mar, dicen que al este de la costa de Narshe está la tenebrosa ciudad de Zozo, un lugar un lugar inmundo lleno de bandidos donde la neblina cubre completamente la vista. Y al norte de Veldt Forest está Doma, poco sé de este lugar, pero no importa mucho, lo que me interesa está al sur de Maranda, ésta vieja ciudad, donde se encuentra, en una isla, la ciudad de ensueño de Thamasa, es allí a donde debo ir.
Teniendo esto en mente me quise levantar y continuar mi camino, pero al darme cuenta de que el atardecer estaba por llegar, un fuerte recuerdo empañaba mis pensamientos.
Era un recuerdo sobre Céles, sobre mi y Céles, cuando tenía poco de conocerla. Recuerdo que le dije que yo conocía un lindo lugar para ver el atardecer, ella no me hizo mucho caso, pues era tan tímida, siempre ocultando su rostro detrás de sus suaves manos cuando le hablaba… pero la convencí – de alguna forma que no recuerdo—de que me acompañara por un segundo, entonces tome su delicada mano y corrimos por el bosque RoseWater; ella no decía nada y solo miraba mi cara de entusiasmo –te brillaban tanto esos ojos negros tuyos – me decía.
Cuando dejamos le bosque atrás, ella se detuvo, tenía miedo y se negaba a seguir adelante, no sabía porque –y sigo sin saberlo—pero en cierta forma esa manera en que me decía que no negando con su cabeza… eran tan tierna; pero le dije algo, que ahora mismo no recuerdo, entonces ella caminó despacio a mi lado y nos dirigimos hasta el Pico de la muerte; ella tenía aun más miedo cuando se dio cuenta de que estaba demasiado alto, pero le dije que tomara mi mano –esa fue la primera vez que tome su cálida mano—y subimos hasta lo más alto.
El atardecer se acercaba cada vez más aprisa y cuando llegó –lo recuerdo perfectamente—sus ojos… se abrieron de par en par, dejando reflejar ese brillo cristalino en ellos y al mirarlos quede cautivado… sus labios… se abrieron poco y la luz del sol mientras se ponía daba en ellos un brillo, similar al de las gotas de lluvia sobre un pétalo de rosa. En ese momento solo pensaba en dos cosas: en Céles y en robarle un beso de sus labios y desde ese entonces siempre he querido hacerlo: robarle un beso de sus labios de rosa… eso y a ella, no sé porque, pero desde aquel entonces, la vi de una manera distinta, todo en ella me parecía perfecto, desde sus suaves manos, su pálido rostro, el cabello lacio y esos labios… era claro que yo solo quería estar con ella, pero eso fue hace mucho tiempo, hace cinco años, tal vez seis, pero no más de siete.
Pero que fue lo que me hiso pensar así? Fue un instante en el tiempo, un momento en la eternidad, cuando ella se paró y miro fijamente al cielo ensangrentado y de sus labios salió una sola palabra: “Abrázame”.
Y sí, en efecto, no pensé dos veces en levantarme y abrazarla despacio por su delgada cintura mientras mi mejilla rozaba con la suya, que era tan lisa y cálida.
Fue un momento eterno para mi corazón, pues desde ese momento decidí que la protegería y que estaría a su lado por siempre, a cualquier costo.
Ya era de noche, las luces del faro de Narshe se podían ver claramente, eso indicaba mi camino. Entonces me levanté y cuando caminaba de regreso al camino descendente hacia Haden Hill, escuche que unos pasos apresurados corrían detrás de mí; no me hacía falta mirar atrás porque ya lo sabía, lo noté en la brisa del viento, pues ésta se hiso tensa y confortante al mismo tiempo: era Céles.
No entiendo el motivo de porque vino hasta aquí… pero, en realidad no quería verla, por muchas razones: no quería ver sus ojos empapados de lagrimas otra vez, fue muy doloroso cuando lo vi… aquella vez… y fue más doloroso el saber que no podía hacer nada, aun teniendo en cuenta que me había prometido que la cuidaría… eso es dolor…
Por otro lado… quería dejarla atrás, pues, por muchos recuerdos buenos que tenga con ella… también hay recuerdos tristes –la vida es un asco, completamente— lagrimas derramadas a sus espaldas mientras que en frente fingía una sonrisa ocultando todo el dolor que desgarraba mi alma; todas las veces que la miraba pasar al lado de “él”, todas las veces que pensaba que ellos me robaban aquellos pétalos, pues eran míos… solo míos –era un egoísta—y sin embargo nunca le dije nada, porque así estábamos bien, hasta ahora, y no pienso decirle nada porque es lo mejor para ambos.
También estaba “eso” y simplemente “eso” no es una opción.
Pude escuchar como sus delicados pasos se detenían cuando estuvo cerca de mi espalda y seguía sin decir nada, pero entre el silencio del viento, podía escuchar sus agitados lamentos, esos lamentos que venían desde el alma y en cierta forma me dolía tan solo imaginármela de esa forma, por esa razón no quería que ella me mirara, no quería que ella viera mis nostálgicos ojos bañados en las lagrimas de la desesperación, por eso me fui caminando mientras ella seguía despacio mis pasos, podía escuchar las lagrimas caer de sus ojos y estrellarse contra el frio suelo, era agobiante… era totalmente perturbador, pero ella seguía detrás de mí, dejando un rio de dolor bajo sus pies… hasta que ya no lo soporté, me detuve y le dije “vete… no se qué quieres aquí” y aparentemente ella no dijo nada más, porque pude escuchar como las gotas de sus lagrimas se hacían cada vez mas y mas efímeras con el pasar del tiempo. Ella regresaba llorando la angustia hacia el parque RoseWater, bajo la luna llena, bajo la triste luna llena ella supo que ya nunca nos volveríamos a ver, ella sabía que la promesa tan profunda que le hice aquel día, ya estaba rota… pero solo yo sabía la verdad.
Y no me importó mucho el hecho de haber roto un dulce corazón de oro, porque solo pensaba en el mío –era tan egoísta—y me marché, sin siquiera mirar atrás, ni limpiar de mis mejillas las lagrimas que había derramado hace poco, simplemente caminé, solo con la luna llena de mi lado, con la luna y con la fría brisa del viento que llevaba aun los llantos de Céles hasta mis oídos y aun hasta mi ya roto corazón. –bajo las ardientes sombras del silenció—estaba caminando colina abajo, hacia Haden Hill, pisando el rocoso suelo mientras el faro de Narshe se escondía cada vez mas bajo el bosque de que está más allá de Fígaro. Debí caminar mucho tiempo, pero no me di cuenta, pues aun pensaba en todos los recuerdos que había pasado con Céles, pero eso ya estaba enterrado en el pasado, solo hay una cosa que puedo hacer.
Ya estaba al pie del monte de la muerte, enfrente de mi estaba el bosque a Haden Hill, era de noche y de entre los oscuros árboles se podían escuchar los susurros de cientos de almas en pena, sin embargo eso no me importaba, porque son solo almas.
–Haden Hill se encuentra a cinco kilómetros desde el pie del monte de la muerte, pero el bosque es demasiado profundo y vasto, tardaré demasiado tiempo en cruzarlo. –
Entonces quise adentrarme en sus profundos arbustos, pero sentía que algo andaba mal, lo notaba en el viento, pues la cálida brisa del recuerdo de Céles había cambiado completamente, ahora era una fuerte ráfaga de peligro que asechaba constantemente desde que puse un pie dentro del bosque, constantemente dentro de la negrura de los árboles donde podía distinguir aquellos ojos amarillentos llenos de odio que me miraban fijamente desde la inmensidad.
Sabía que no era buena idea entrar de lleno al bosque, con ésta noche de luna llena y sin estrellas, pero no tenía tiempo, solo treinta días para llegar a Narshe, antes de que “eso” pase, así que me decidí y caminé decidido, adentrándome en lo más oscuro del misterioso bosque.

Capitulo 2: A través del bosque

El frio susurro que provenía de la copa de los árboles hacía un extraño contraste con la espesa negrura de la noche, todo indicaba a una sola cosa: cacería. Pero no lo supe aun, pues la oscuridad era demasiado espesa para mi vista, solo a lo lejos podía distinguir aquellos ojos amarillentos que venían de ningún lugar en especifico, era como si me mirasen desde cualquier lugar de la noche, asechándome.
Me movía a grandes pero seguros pasos, teniendo cuidado de no tropezar con las ramas sueltas de aquellos árboles de nuez deformados por el paso del tiempo; de corteza seca y dura al tacto de mi mano, que al mirar al cielo daban una maquiavélica escena de brazos deformes que apuntaban hacia delante, hacia el claro que está a mitad del bosque, el claro de la luna.
No llevaba ni cinco minutos caminando dentro del bosque cuando noté un aliento amenazante que provenía de mi derecha, de muy lejos, pero lo sentía cerca. Y lo sabía, no me era necesario pensarlo dos veces para echarme a correr evitando las fuertes rafas de viento que movían violentamente las ramas de los árboles y mientras miraba atrás para asegurarme de que aquello no me persiguiera me di cuenta de que ya no eran solo un par de ojos amarillentos, eran diez, quizá quince de ellos, todos se movían aceleradamente acechándome desde la lejanía del bosque.
Mientras corría tropecé después de haber andado por mucho tiempo, con una rama suelta que se movía sigilosamente y se escondía entre la noche, en aquel momento imagine que sería devorado por las mandíbulas de dientes blanquecinos de todos esos lobos que me perseguían, pero aun mas allá del bosque, aun mas allá del silencio de la noche, un alarido proveniente de las estrellas, un alarido estruendoso y desgarrador ahuyentó a toda alma que se encontrara sobre el bosque.
No supe qué hacer ante ese aterrador espectáculo, pero después de varios segundos mis piernas reaccionaron y pude correr aun mas alarmada mete hacia el claro de la luna, huyendo de aquellos bramidos que provenían de la nada, esos bramidos desgarradores que no pertenecían a ningún animal, que eran aterradores y se escuchaban tan cerca de mí, pero yo sabía que esa cosa aun estaba lejos… por ahora.
Después de tanto tiempo huyendo de aquello, por fin llegué al claro de la luna, donde los árboles secos y sin hojas formaban un circulo donde, en el cielo, la luz de la luna brillaba intensamente; estar ahí era confortante, pues ya no se escuchaba nada, ni el susurro del viento que llevaba los recuerdos de Céles hasta mi corazón, todo era tranquilidad, salvo cuando miraba de nuevo a la negrura atrapante de los árboles, donde sabia que eso estaba ahí, acechando silenciosamente, esperando a que saliera para poder atacarme.
Sea lo que fuere, la tranquilidad de ahí me incitaba a dormir, a dormir en el frio suelo rocoso y lleno de tierra, como aquella vez que estuve bajo las estrellas con Céles…
Aquella noche, sí, lo recuerdo muy bien… estábamos en el parque RoseWater, en aquella colina donde el cielo se ve perfectamente aquellas noches despejadas cuando hay luna llena; ella estaba sentada a mi lado, con sus ojos de miel mirando fijamente a las estrellas, nunca supe que se imaginaba al ver eso, tal vez creía en un lugar donde podía estar con él para la eternidad… sin embargo, al mirar las estrellas, yo me imaginaba un lugar, en una pradera verde, rodeados de rosas de mil colores, a la sombra de un árbol floreciente, con la brisa de una cascada de agua dulce que golpeaba levemente mi cara, pero estaba con Céles, sentado a su lado, abrazándola suavemente mientras acariciaba su cabello. Todo era tan perfecto, todo era tan hermoso… pero no dejaba de ser solo una fantasía, un sueño loco de mi mente enamoradiza –eso nunca va a pasar—pero lo recuerdo, ella se acostó, aun mirando las estrellas y me pregunto con su dulce voz: “Que te imaginas cuando ves las estrellas?” yo no supe responder a eso, no porque no supiera, si no porque no sabía si decirle aquello, pero al decírselo ella sabría lo que en realidad siento… por eso no dije nada, solo me acosté a su lado y le respondí: “no sé, que piensas tu?”. No me sorprendió que no me dijera nada y que solo se dibujara esa peculiar sonrisa suya en esos labios rosas, mientras señalaba al cielo, a las estrellas o quizá a lo infinito. En ese momento yo solo quería saber si por algún motivo, por muy diminuto que fuese, ella pensaba lo mismo que yo… pero no era así, pues cuando estaba a punto de tomar su mano para que junto a la mía le señalara el camino que me gustaría recorrer a su lado… ella aparto su mano, se levantó y me dijo adiós, así sin más, solo un simple adiós…. Un frio y doloroso adiós que saboreaba mientras ella se alejaba fantaseando no se qué cosa al mirar al cielo estrellado… eso dolía muy en el fondo de mi corazón, pero también sabía que estaba exagerando las cosas, tal vez si, tal vez no realmente.
Pero bueno, eso solo es algo del pasado.
A pesar del avanzado tiempo que estuve en el bosque, la noche aun seguía extremadamente oscura, no se distinguía el venir del día, debe ser por eso que dicen de que en el bosque de Haden Hill aunque sea de día, la oscuridad reina constantemente.
Sea como fuere, pensaba que ya era de día, eso quiere decir… veintinueve días para que “eso” pase… aun me pregunto por qué hago tanto por ella… debe ser porque la amo… quizá.
Sin darme cuenta mientras divagaba en el mar de mis pensamientos y mis oscuros y confusos recuerdos, me di cuenta de que ya era muy tarde y la oscuridad iba a ser un gran obstáculo para atravesar el bosque, pero eso no me detuvo, pues Céles es más importante que cualquier horror que haya escondido en la negrura del bosque, por lo que dejé el refugio del claro de la luna y me adentré de nuevo en el negro bosque, sin darme cuenta que aquella cosa seguía asechando desde la lejanía.
Cuando entre de nuevo entre los vastos árboles torcidos y sin forma, noté, nuevamente aquel cambio de atmosfera, la brisa del recuerdo era de nuevo aquel viento amenazante de siempre, pero no le di mucha importancia a este hecho, y camine a paso seguro, rumbo a Haden Hill.
No tarde demasiado en darme cuenta de que aquel alarido regresaba a escucharse a mis espaldas, pero esta vez era aun más fuerte y agobiante, no sabía qué hacer, si correr o quedarme para ver que era aquella cosa, pero hice lo más sensato, corrí al sentir un suspiro abrazador que venía desde mi izquierda, de la parte más oscura del bosque. Y entonces aquello que vi, esa imagen de ojos espeluznantes que salía de entre la oscuridad.
Me quede sin palabras, todas mis extremidades temblaban y mi corazón dio un vuelco, pero recordé la bella sonrisa de Céles, eso por lo que aun seguía en pie ahora, desde aquel día, eso me motivo a seguir, cuando mis piernas accedieron nuevamente, corrí lo más rápido que pude, hacia cualquier lugar, con tal de alejarme de aquella cosa.
Era difícil correr y evadir las ramas de aquellos árboles secos mientras me veía amenazado por las grandes zancadas de aquello que me perseguía, incluso tenía miedo, miedo de que aquello terminara con mi vida y que nunca más mirara los ojos de Céles… me resultaba triste creer que la última vez que la vi… fuera con esas lagrimas en sus ojos, fue incluso peor que en aquella ocasión… cuando la vi llorar por primera vez.
Y lo recuerdo bien, en un instante del tiempo, en algún lugar de mis pensamientos, me vi tirado en el frio suelo, mirando por fin, hacia aquello que me seguía; y era una cosa espantosa, sí, lo recuerdo claramente: media aproximadamente dos metros, desde sus pezuñas negras y delgadas, pasando por su abdomen totalmente desgarrado, solo cubierto por esas costillas humanas que dejaban a la vista todos sus órganos internos que latían intensa y grotescamente como si estuviesen a punto de estallar, pero aun más arriba, sostenida por su jorobada espalda, estaba su extraña cabeza, era como de un hombre, pero tenía cuernos de venado y un hocico lleno de ponzoñosos dientes donde aun se podía ver la carne desgarrada de alguna desafortunada victima; también goteaba esa baba acida que hacia agujeros al caer al suelo y el pútrido hedor que despedía aquello… era insoportable.
Creía con toda mi alma que ese sería mi fin, que, después de todo, no podría cumplir la promesa que le hice a Céles… pero… no tenía miedo, ni estaba triste por lo que pasaría, tal vez… porque, de esa forma estaría libre… libre de todas esas promesas imposibles de cumplir, libre de las cadenas de un sueño inalcanzable, libre del dolor… libre de…
Todo pasó demasiado rápido, cuando creí que aquella cosa humanoide estaba a punto de hundir en mi desprotegido pecho esos dientes puntiagudos y afilados, algo ocurrió.
El viento cambio de dirección un segundo, los árboles temblaban de miedo y hasta se podía oler la tensión en el ambiente… y fue cuando lo vi, algo confortante y aterrador al mismo tiempo, algo amenazador y con un aire de nostalgia que me parecía tan familiar…
Era eso, lo supe cuando lo vi por menos de un segundo, cuando pasaba delante de mí y devoraba de un bocado a aquella cosa de antes.
Era enorme, diez metros desde su cabeza hasta su cola; tenía seis patas con garras en ellas, las traseras eran más voluminosas que las delanteras, su cola era igual, se extendía desde lo más ancho hasta el extremo más delgado; su cuerpo parecía estar completamente lleno de músculos color gris y en ellos estaban grabadas runas de un extraño significado, en su espalda se extendía, sin embargo, una especie de mecanismo que se movía intensamente expulsando vapor por varios tubos de algo que parecía ser oro solido, todo este mecanismo se extendía por el cuello hasta llegar a su majestuosa cabeza; en la nuca tenía varios tentáculos azules que parecían cuernos de color extravagante, sus ojos parecían dos perlas preciosas que brillaban con la luz de la luna llena y de su hocico emanaba una especie de humo azul que era frio como hielo, lo supe porque pude sentir esa aura de una noche de invierno cuando eso pasó.
Y mientras mis ojos se deleitaban con esa escena que salvó mi vida… así como el viento viene y se va, así como aquello fue devorado, así como Atma llegó, Atma se fue, desvaneciéndose casi instantáneamente delante de mis ojos, simplemente dejando un rastro de polvo de estrellas mientras se iba y desaparecía por el cielo negro, lo recuerdo bien… pero entonces vi aquello: una sombra humana estaba de pie imponentemente sobre la copa del árbol más grande que había a la vista, no supe porque era aquello, pero me resultaba extremadamente familiar, al ver la escasa brisa mover su cabello pero no estaba seguro de si era un hombre o una mujer, y especialmente que estaba haciendo allí… tal vez… él sea… Lyon… no… él solo es un mito…
Sea como fuere todo este asunto, ya estaba bien, la violenta ráfaga de viento helado se había calmado en un instante, así que estaba seguro de continuar mi camino hacia Haden Hill. No debe estar muy lejos, pues he estado huyendo por mucho tiempo.
Los siguientes treinta… tal vez cuarenta minutos de caminata fueron tranquilos, y en la lejanía del nuevo día se podían ver las luces de Haden Hill… ya era tiempo de que llegará, sin embargo… veintisiete días tan solo quedaban… debo llegar a Narshe por lo menos cuando falte una semana para “eso”.
Ya es de día y estoy en la entrada de Haden Hill… pero esto… es diferente.

Capitulo 3: La desolada colina del silencio

Haden Hill… que aspecto tan vil tiene todo esto, nunca creí que un pueblo cubierto por bosques estuviese en tal estado: los edificios son de piedra gris y sin vida, al parecer el paso del tiempo los ah agrietado; el suelo aquí es diferente, lleno de tierra café y seca casi arenosa, totalmente diferente a la tierra viva del bosque, es extraño e incluso a esta hora del día no hay nadie, no se escucha nada, todo es tan sereno, todo es tan tranquilo, hasta se puede escuchar como susurra el viento vacilante que viene desde la copa de los árboles que bajas de las montañas de Maranda –algo anda mal—.
Caminaba mirando a todos lados para ver si algún alma se aparecía en aquel desierto paisaje, pero no fue así. Luego de caminar un rato entre el ahora ya seco viento, llegué a lo que parecía ser la plaza central de Haden Hill, ahí se podían escuchar voces que provenían de una posada del lado norte de la fuente sin agua que había en el centro de todo aquello; eso me alivió.
Caminé a paso seguro hasta dicha posada, pues después de todo lo que pase hace poco, es necesario que duerma y que coma algo antes, si no lo hago rápido, me desmayaré… de hecho, ya siento como mi vista se pone borrosa y mi estomago ruge pidiendo alimento, espero que haya algo ahí.
Antes de entrar en la posada, una pequeña ráfaga de viento movió el letrero donde estaba el nombre de la posada, el cual hubiese visto si no estuviera en tal mal estado y ese chirrido que hacían las bisagras oxidadas al moverse rápidamente era algo incomodo. Pero esto no importa, así que entre a la susodicha posada.
Sí, lo recuerdo muy bien, las caras tristes de todos los pocos que había ahí, solo eran unos cuantos, tal vez seis o siete, no recuerdo muy bien; pero cuando abrí la puerta todos se volvieron hacia mí con sus tristes rostros y sus ojos sin brillo, todo esto me pareció tan nostálgico… como si ya lo hubiese vivido… tal vez… todo aquello, yo estaba viendo…
Mis lúgubres pensamientos fueron interrumpidos por la única voz amena que venía del fondo, detrás de la barra; era una chica de unos dieciocho años, con unos ojos azules llenos de brillo, totalmente diferentes a todos los de aquí, ver eso me conforto mucho, después de todo, algo aquí va bien, hasta ahora.
“Hola” me dijo con una tenue sonrisa dibujada en sus labios rosas y delicados, ciertamente estaba encantado por su belleza, sin embargo, solo me dediqué a mirar a sus hipnotizantes ojos mar-azul y decirle que necesitaba dormir. “ciento cincuenta libras” me dijo, suerte que mis padres me dejaron ese herencia; pagué y ella me indicó que la siguiera escaleras arriba.
Dejé de lado la lúgubre posada donde todos tenían ese aspecto deprimente y desesperado en sus rostros y la tensión se sentía muy fuerte en el ambiente; en cambio, en el piso de arriba, todo era tranquilidad, la madera seca y rústica daba una impresión de nostalgia mientras pasaba por las pocas y desoladas habitaciones que se extendían a mis lados.
Ella se detuvo en la última de estas habitaciones y me indico que esa era en la que yo dormiría y así sin más, ella se marchó de nuevo hacia abajo; entré, lo primero que vi fue la cama, individual y un poco incomoda a la vista, una ventana que daba al centro del pueblo donde se podía notar que el sol estaba por ocultarse, una puerta que daba al baño y en el techo una vieja lámpara que parecía no haber sido usada en mucho tiempo; todo era tan nostálgico, me pregunto por qué.
La noche venia cada vez mas cercana, sin presentarse ante mí, mientras me encontraba recostado sobre la incómoda cama, pensando en la nada, hipnotizado por el sonido de una gota de agua que caía en un charco de lagrimas que venía desde algún lugar de la negrura de la habitación; no podía dormir; ya era muy tarde y no me di cuenta, pues me encontraba aun divagando entre la tranquilidad de la noche, pensando en la nada y haciéndome una falsa idea de lo que es la tranquilidad que hasta ahora, no he tenido.
Pero me di cuenta de que eso no era lo correcto, escapar es algo que he hecho mucho últimamente y ahora no es momento de seguirlo haciendo; entonces me levanté y me decidí a mirar por el balcón que había en la otra ala de la posada; cuando llegué, ella estaba ahí, bañada con los rayos de la luz de la luna, mirando profundamente a la inmensa negrura que venía del bosque, con su femenina figura, vestida en seda blanca que ondeaba, al igual que su cabello rubio, con la brisa nocturna. No lo había notado hasta entonces, pero ella era hermosa, casi tanto como Céles.
Me quedé mirándola un momento hasta que de la nada ella se volvió hacia mí. Entonces todo fue aun más claro, sus inmensos ojos azules estaban bañados con pequeñas gotas de cristal que brillaban a la tenue luz de la luna, sus labios delgados y rosas estaban abiertos ligeramente, como si estuviese a punto de decir algo, pero en su rostro había una expresión de dolor.
En ese preciso instante no supe que hacer, quería quedarme a admirar su belleza por mucho tiempo más, pero ella dio el primer paso, caminó lentamente hacia mí con sus delgados brazos abiertos y dejando a su paso todo un rio de lamentos en forma de gotas cristalinas. Y solo pensaba en dos cosas: quería en serio abrazarla y saber el por qué de sus lamentos, así que no me resistí a su cálido abrazo, mientras ella me rodeaba con sus manos por la espalda y su cabeza reposaba sobre mi pecho, mi corazón latía intensamente, sin embargo, ninguna mujer había hecho que me pasara eso, solo Céles; y de sus labios solo se escuchaba el llanto, al igual que en sus ojos que al mirarlos de cerca, más profundamente, me di cuenta de lo hermoso que lucen los ojos de una mujer cuando están bañados en lagrimas, es un espectáculo terriblemente hermoso.
Ya luego de muchos lamentos y de llantos que parecían eternos, ella se calmo, al mismo tiempo en que la luna se ocultaba tras los nubarrones oscuros que había en el cielo; y le pregunté el por qué de su llanto, y ella me dijo historias acerca de un sujeto, acerca de una promesa y de cómo no la cumplió; de cómo cayó en la negación porque ya nunca lo volvió a ver, pues, decía, él era su cielo y ella era su mar.
No supe que decirle en realidad, solo pude escuchar, pero al parecer eso era lo que ella necesitaba. Entonces, le dije que era tarde y que debía regresar, al igual que yo, que me dirigí a mi habitación aun pensando en todo eso que ella me dijo, me parecía tan familiar, era como ver mi historia desde el punto de vista de una dama. –pero yo la tengo a ella—
Por mi mente pasaban muchas cosas confusas acerca de la vida y de mi propósito en ella, quería estar al lado de Céles para siempre, por eso salí de viaje… pero, ¿en realidad quiere ella estar conmigo? No puedo obligarla a hacer algo que no quiere… a decir verdad, solo estoy pensando en mi, desde hace mucho tiempo; nunca he pensando realmente en Céles… ahora me doy cuenta de lo egoísta que soy… por esa razón, de ahora en adelante, solo viviré para ver su sonrisa.
Esa noche fue tranquila, extrañamente tranquila, hasta que el día la robó completamente al cabo de unas horas.
La tenue luz del sol que iluminaba la habitación se filtraba por la ventana. Afuera aun estaba nublado, era un día tan deprimente y nostálgico que me recordaba aquellos momentos en que cuando niño, miraba desde la colina las solitarias nubes grises inundar el cielo azul, en aquellos momentos en que estaba solo en la vida.
Me levanté, me vestí y baje por las rústicas escaleras de madera para encontrarme que aquella vieja posada estaba completamente vacía, pero aun así se podía percibir un aire de depresión que venía, tal vez, de las antiguas paredes de piedra adornadas con madera un poco mohosa, pero a pesar de ello, ella estaba ahí, como siempre, detrás de la barra fantaseando con un mundo que solo ella y yo conocemos en realidad.
Me acerqué a ella y me saludo con una sonrisa mientras se encaminaba a la cocina a traer un plato con un filete y arroz que había preparado con anticipación.
Ella estaba delante de mí aun con esa mirada nostálgica y fue cuando le pregunté su nombre: Claire, me dijo y comenzamos a hablar acerca de cuan mal nos ha tratado la vida hasta ahora y entre pensamientos nostálgicos, recuerdos dolorosos y traumas existenciales, también había pequeñas risas inocentes que salían de nuestros labios. Entonces ella dijo que debía salir por un día, y me pidió que cuidara de su posada, yo accedí.
Luego de una hora, ella subió a su habitación y cuando bajo traía puesta una gabardina y un sombrero largo y negro, se veía linda aun así. Entonces salió por la puerta de enfrente diciendo “gracias” con aquella expresión similar a la de Céles.
El tiempo pasó rápidamente mientras estaba sentado detrás de la barra mirando las lúgubres nubes que aun no habían desaparecido, en ese instante, justo cuando el sol estaba a punto de ponerse, la puerta delantera se abrió y un aire depresivo y nostálgico invadió todo el cuarto. Miré para ver quién era y vi a una mujer cabizbaja de triste mirar y cabello blanco, a pesar de que a simple vista no era un solo año mayor que yo.
Ella se sentó frente a mí y no dijo nada, aun mirando hacia el triste suelo y en su cuello delgado y pálido había una cadena dorada que sostenía una “N” en ella.

Capitulo 4: Otoño​

La puerta se cerró detrás de ella al instante en que entró y mientras caminaba hacia la barra, se podía escuchar el sonido de sus zapatillas mientras se arrastraban por el suelo. Se sentó en un banco delante de mí y, aun cabizbaja, comenzó a golpear con su dedo índice la madera, al ritmo del viejo reloj de péndulo que estaba en el fondo de la habitación.
En ese momento todo tenía un aire extraño y nostálgico, además del hecho de que me aterraba, en cierta forma, la manera en que golpeaba la madera con ese ritmo rústico de “tic-tac”, era agobiante. Sin embargo, esperé sentando, hechizado por el sonido seco y crudo de la madera vieja, incluso conté las veces que él golpeo la madera: mil ochocientas veces. Y cuando el silencio ya era casi insoportable, quise dar el primer paso y hablarle, pero ella se me adelantó.
Levantó la mirada y de entre sus cabellos plateados y lacios se escapaban dos esmeraldas profundas que me miraban fijamente; ella era hermosa, no solo por sus ojos verdes o por su cabello plateado, tampoco era por el rosa tenue de sus labios delgados, ni por su piel pálida y fantasmal; era algo diferente, era su aroma a flores de otoño. Ese aroma que me recuerda un momento preciso en mi vida, cuando al mirar el sangriento atardecer y saber que este se ocultaría, dejándome solo, sentí un aroma a flores y una fresca brisa inundo el ambiente, entonces escuchaba las hojas caídas que se quebraban detrás de mí, pero no había nadie, solo el aroma a flores de otoño.
Aun hipnotizado por su dulce mirar, no supe qué hacer ni cuánto tiempo pasó desde que entró, si no hasta que sus dulces labios se abrieron un poco dejando salir un leve sonido que parecía un coro de ángeles del que solo pude comprender una sola palabra: Nadina.
Al escuchar eso, una explosión de emociones me invadió, era como si sintiera el golpe de una fuerte ráfaga de viento azulado sobre mi cara, como si estuviese bajo la lluvia, el granizo y la nieve al mismo tiempo… sentía que ella era el mar y el cielo, que era todo, una noche estrellada y sus ojos eran lunas, en realidad sentía las mariposas… por un momento me olvidé por completo de Céles.
Pero era algo inevitable, con tan solo ver esa sonrisa… casi olvido la promesa que le hice a Céles; y mientras Nadina me seguía mirando y sonriendo al mismo tiempo yo recobré la noción del tiempo y comencé a mirarla más detenidamente.
Traía un vestido blanco de seda con adornos de oro que llegaba aun más abajo de su cintura y medias color caoba; era tan hermosa…
Y mientras más hablábamos, más me daba cuenta de cómo era en realidad, tan simple y tan especial… pensaba que era perfecta. Pero la noche ya estaba presente, pues la luz que se filtraba por la ventana se había ido, así que le pregunté si quería quedarse a dormir y ella me dijo que sí, después subió los escalones detrás de mí y la llevé hasta su habitación.
Ella se quedo ahí y yo caminé hasta el balcón donde estaba Clare la noche pasada. Desde ahí la luna se podía apreciar tan claramente, al igual que la copa de los vastos árboles del bosque; era un paisaje hermoso que utilicé para pensar seriamente las cosas.
En realidad tengo que hacer tanto por Céles? Pues ella no ha hecho mucho por mí… ahora que lo pienso, yo soy el que da todos los pasos, sin embargo ella siempre ha estado ahí, eso es verdad… al igual que… sino hago esto… la perderé y francamente no me imagino un mundo en el que ella no esté… por otro lado está Nadina, ella es aun más hermosa que Céles y francamente me gustaría caminar tomados de la mano por el rio que nace de las cascadas de Veldt y que recorre todo el continente de Fall. En este momento se me venían a la mente miles de historias románticas que pasaría al lado de Nadina… pero simplemente no puedo sacar a Céles de mi cabeza… supongo que después de que consiga eso, podré dejar todo por terminado –pensaba –
Cerré los ojos y esperé a que el tiempo pasara, como si así se fuesen a solucionar las cosas… solo con el tiempo; entonces un viento helado sopló y sentí el frio abrazo de la noche, pero solo fue por un momento, pues escuche los leves pasos de Nadina que se acercaba suavemente hacia mí y después sentía como me tocaba el hombro con su suave mano y un segundo después se acercó más y me rodeó con su delgado brazo, entonces posó su delicada cabeza sobre mi otro hombro… en aquel momento podía percibir claramente su aroma de mujer, el aroma a flores de otoño y sentir como su mejilla rosaba a la mía… yo no sabía que hacer y ella dijo unas palabras, unas dulces palabras que al escucharlas sentí que mi alma salía volando por los cielos ensangrentados: “estoy a tu lado”.
Fue un momento especial y mientras estábamos contemplando el paisaje lunar, yo deseaba poder escapar al cielo estrellado con Nadina y poder jugar juntos en las estrellas, pero ella se alejó, se fue sin decir nada, así como llegó sin decir nada, caminando levemente hasta perderse en la oscuridad de la noche.
Y yo pensaba: ¿Por qué me enamoré de ti?
El recuerdo de todas las cosas, pasó frente a mis ojos y en el flash back de mi vida, pude verme como en realidad era, enmascarando mi tristeza mientras estaba al lado de Céles, pensando e imaginándome una realidad donde estuviese a su lado. Pero hoy me di cuenta, he estado viviendo para ella, no para mí y por mucho tiempo creí que eso me hacia feliz, pero no era así, la cruda verdad revelada a brazos de Nadina me hizo comprender que debo vivir para mi mismo –eso es verdad— pero no puedo dejar a Céles así, lo prometí… y por ahora, debo continuar con mi viaje.
Sin darme cuenta me quedé dormido tirado en el suelo del balcón y a la mañana siguiente Nadina estaba a mi lado mirando el paisaje, vestida de seda al igual que la noche anterior. Me levanté y ella me dijo que se dirigía a Narshe, al igual que yo, y me propuso viajar juntos.
Bajamos al primer piso y me di cuenta de que Clare ya estaba de regreso, detrás de la barra esperando, entonces Nadina la miró a los ojos y Clare se sobresaltó al darse cuenta de que la estaba viendo, como si estuviese sorprendida por su belleza, aunque también en su rostro había una expresión familiar.
Nadina se adelantó a la puerta mientras yo le decía a Clare que me marchaba, ella se entristeció y me hizo prometerle que regresaría algún día. Luego de mucho tiempo gastado en despedidas, Nadina y yo nos encontrábamos de nuevo en la plaza central de Haden Hill que aun estaba vacía.
Nadina se sentó en una banca que había cerca y me dijo que la manera más rápida de llegar era cruzar el bosque posterior a Haden Hill y después caminar por el rio hasta llegar a la costa, para evitar el sofocante calor de las dunas que hay en imperio; ella se levantó y juntos caminamos hacia el bosque.
Cuando estuvimos cerca de ahí, pude notar algo al adentrarnos al bosque, debió ser el cielo azulado, la brisa fresca, el sonido de algo quebrándose mientras pasábamos y sobretodo el aroma que había en el ambiente; que rápido llega el otoño.
Ver a Nadina caminar bajo la lluvia de hojas amarillas, rojas y anaranjadas con esa sonrisa en sus labios y esa expresión de alegría en su rostro me parecía tan conmovedor y un sentimiento en mi estaba tomando fuerza con cada momento que pasaba a su lado –esto está mal—
Pero era algo inevitable, Nadina era la mujer más hermosa que había visto en mi vida, ella era aun más que perfecta y al parecer le agradaba estar a mi lado, por eso pensé, mientras pasábamos por un estanque, en un futuro en donde viajaba al lado de Nadina hacia un bosque donde las hojas siempre estaban caídas, un bosque donde siempre era otoño.
Ella se acercó al estanque donde las hojas secas flotaban por montones y los patos nadaban cerca de la orilla, entonces se sentó y tocó el agua con su mano. Ella me dijo que me sentara a su lado y al estar junto a ella, de nuevo sentí que era el momento perfecto: el estanque lleno de hojas flotando, la sombra de un árbol y la comodidad de la hierba bajo nosotros.


Pero ella me miró fijamente y me preguntó cosas acerca de la vida; acerca de que si era feliz, de qué pensaba de la vida, qué pensaba de ella y sobre todo si creía en el amor. Lo cierto es que todo eso me hizo pensar tanto y no sabía cuál era su objetivo al hacer tal cosa, solo me dejó pensando mucho acerca de las cosas.
El tiempo pasó lentamente mientras estábamos sentados en el estanque y yo contemplaba a Nadina que todo el tiempo se pasó mirando fijamente el horizonte sin decir nada, al igual que yo, que no supe responder a sus preguntas así que solo me dediqué a mirar a su lado el atardecer que estaba por venir. –ya es tarde –
Le dije que deberíamos apurarnos en caminar para vitar la noche vacilante, ella me hizo caso y se levantó, aun con la vista clavada en las nubes escarlatas, me tendió su delicada mano y juntos regresamos al camino, para viajar bajo la fría sombra de la luna, mientras que el viento helado jugaba con mis sentidos y me hacía creer que los árboles susurraban cosas acerca del tiempo y la soledad, del infinito y la oscuridad. Pero al parecer Nadina estaba muy tranquila, como si ya hubiese estado en un lugar como este muchas veces, o incluso en peores lugares… pues su fría mirada solo estaba centrada en el camino y no se apartaba por nada, no como yo, que mis ojos divagaban cada segundo para asegurarme de que las miradas amarillentas no nos siguieran como pasó antes. Y fue extraño, porque pude escuchar los aullidos de los lobos e incluso ver aquellos ojos fulgurantes cerca de nosotros, pero no se acercaban, al parecer, tenían miedo.
Y luego de mucho tiempo, Nadina sonrío por primera vez desde que la noche llegó y me susurró palabras que no puedo recordar, pero algo que sí recuerdo era su voz, era enorme y acromática, pero aun tan preciosa, que al escucharla sentí como mi vista se nublaba y sentía cansancio en todo mi cuerpo, pero sin embargo seguía caminando involuntariamente. Todo estaba borroso, solo podía distinguir el brillo de la luna al mirar hacia el cielo negro, eso y los brillantes ojos verdes de Nadina que aun se aferraba fuertemente a mi mano, hasta que iba recobrando mis sentidos poco a poco y me daba cuenta de que la copa de los árboles oscuros ya no estaba presente al mirar al cielo, pues enfrente nuestro estaba el rio, donde podía percibir la fresca brisa del agua en conjunto con el viento nocturno y la helada mano fantasmal de Nadina.
Aun era de noche, a pesar de que habíamos caminado mucho tiempo, o eso era lo que pensaba.
La sonrisa de Nadina regresó a ser la tenue expresión en sus labios que tenía cuando la conocí y yo recobraba la noción del tiempo; caminamos a la orilla del rio, siempre tomados de la mano para, tal vez, no separarnos y perdernos entre la oscuridad atrapante o quizá fue porque ella no quería soltarme, lo cierto es que yo tampoco quería dejar el frio refugio de su mano.
Recuerdo que conforme avanzábamos, el camino se hacía más inclinado y los árboles quedaban detrás de nosotros, para dejar paso a rocas grises y tierra seca y levemente arenosa, estábamos cerca de la costa.
El camino hasta ahí fue corto y al estar a pocos metros, ya se podía sentir la brisa marina de las olas saladas y el aroma a mar que venía del océano. El sol salía por el horizonte y Nadina corría hacia el mar mientras la luz rojiza hacía que sus plateados cabellos brillaran con las gotas de cristal –era tan hermosa—
Caminé hacia ella que aun estaba perdida pensando en el horizonte –quiero volar por el cielo carmesí, sentir el abrazo de las nubes escarlatas y perderme en el atardecer… y saber que al día siguiente, será lo mismo—me dijo con su voz angelical, entonces cerró los ojos y en su rostro se dibujó una expresión que nunca había visto antes, era tan perfecta, tan hermosa, pero solo duró un segundo, pues tomó mi mano y corrimos por la costa, con el sol a nuestro lado… todo era, de nuevo, perfecto.


Ver a Nadina tan entusiasmada por perseguir aquello que desea, me hiso recordar una verdad que había olvidado hace mucho, el hecho de que llevo conmigo una pesada carga: la esperanza de Céles.
Pero por alguna razón desde que conocí a Nadina mi esperanza de ver sonreír de nuevo a Céles creció y por primera vez en toda mi vida, estaba seguro de que algo bueno saldría de todo esto… pues Nadina me daba esperanza.
Caminamos despacio por toda la costa mientras el sol salía cada vez más y más. Durante unas pocas horas de viaje pudimos ver el extenso faro de la ciudad costera de Narshe: Estábamos cerca de nuestro destino, pero yo aun estaba lejos de la realidad, de hecho, estaba a mitad del viaje.
Cuando llegamos a las puertas de Narshe pude ver en realidad su hermosura: era tan perfecta, aun más perfecta que cuando la visité la ultima vez. Desde sus extensas torres circulares de mármol adornadas con fragmentos de esmeraldas en forma de espirales que subían hasta la cima de estas, hasta donde la vista podía alcanzar. Y sus casas igualmente construidas, aunque a menor altura, eran preciosas en arquitectura, al igual que su monumento más exquisito: la torre central, que era la más alta, incluso más alta que el faro, pues la torre llegaba hasta las nubes y estaba construida de mármol negro, por lo que resaltaba de todo lo demás; aunque nadie sabe que hay en la cima, el oscuro color es terrorífico.
Mi corazón estaba extasiado al ver todo esto, como si fuese un niño con nuevo juguete, no podía creerlo y aunque estaba exhausto por todo el viaje, vi que Nadina aun tenía mucha energía, pero yo ya no podía caminar más así que le dije que pasáramos la noche en una posada, entonces nos dirigimos al centro de la ciudad.
Los colores ahí eran hermosos: el blanco de todos los edificios, las esmeraldas verdes de las torres y la vegetación floreciente… Narshe es una ciudad de ensueño.
Nadina y yo entramos a una posada donde las luces estaban encendidas, pues la noche se acercaba. Ya estando dentro, ella pidió una habitación para ambos y subimos al segundo piso a ver los oscuros nubarrones.
El cielo nocturno que se ve desde Narshe es diferente a todos los demás, las nubes siempre son negras y en conjunto con el sol a ponerse, crean figuras aterradoras en el cielo que parece que están vivas y se mueven violentamente por los cielos oscuros. Y este día no era la excepción, pudimos ver como se dibujaba en el cielo, un ave negra batiendo sus alas rojizas, mientras iba hacia un tornado de nubes grisáceas que se perdía en la inmensidad de la negrura.
Todo esto tenía un aire espantoso en el ambiente, me sentía abatido, como si mis sueños y esperanzas fuesen drenados al mirar esa terrible figura en el cielo e incluso estuve a punto de desmayarme, a no ser por lo que Nadina dijo.
Primero, cerró los ojos, inclinó su cabeza, una sonrisa se dibujó y susurró: me voy.

Capitulo 5: caminos separados

Era la noche, las nubes oscuras que bloqueaban la luna, la brisa nocturna o tal vez la expresión en el rostro de Nadina lo que me hizo pensar que a partir de mañana todo cambiaría, no solo porque tomaríamos caminos separados, había algo más, algo extraño, un presentimiento que venía desde el profundo mar.
–Lo siento, pero ya va siendo hora de que me vaya—decía Nadina al contemplar el extenso bosque.
–pero… ¿por qué tan rápido? Aun es noche y ¿A dónde vas? –le dije yo, que no quería que se fuera, sino hasta mañana.
–A Figaro, hay cosas que hacer… de cualquier manera, debes saber que siempre quise poder mostrarte mi sueño… así que, hasta luego, Vince –fueron las ultimas palabras de Nadina antes de que bajara por las escaleras y mientras la miraba, su trayecto me parecía interminable, como si nunca llegase hasta la planta baja.
En ese momento recordé como nos conocimos, en aquella vieja ciudad… cuando ella entró, quizá por mera casualidad y nos miramos. Al igual que el poco tiempo que pasamos juntos, caminando por los bosques con la copa de los árboles sobre nosotros y también por la playa, con el sol saliendo a nuestro lado. Sin embargo, lo más importante fue que ella me dio esperanza, de seguir, de cumplir mi promesa y de regresar al lado de Céles para verla sonreír a mi lado… pero sus palabras me aquejaban: siempre quise mostrarte mi sueño.
¿A que se refería con eso? A que nunca nos volveríamos a ver, quizá, o tal vez a que ya nunca regresaría… ella… o yo.
Aun con pensamientos que me agobiaban, me fui a dormir mientras que mi mente, de alguna manera, estaba tratando de olvidar todo aquello que sucedió al lado de Nadina, pero no lo consiguió. Tal vez era una señal, que yo debería estar con Céles desde un principio, que nunca debí pensar en Nadina como algo más… tal vez ella me quiso decir eso cuando se fue.
Las horas pasaban lentamente y yo no podía dormir; intercambiaba miradas con el techo, la lámpara de aceite que estaba a mi lado y la ventana abierta. Me levanté y comencé a andar en círculos por toda la habitación para encontrar algo en que distraerme, sin embargo no lo conseguí y caminé hasta la venta para ver el cielo.
Vi que una sombra se movía rápidamente, por el camino que atraviesa el bosque y va hasta las dunas de Figaro –debe ser Nadina— y cuando la luna iluminó esa sombra estuve seguro de aquello, pues sus plateados cabellos brillaron un segundo al igual que sus ojos verdes.
Quería ir tras ella, correr y decirle que no se fuera, que no me dejara solo, pero mis piernas no reaccionaban, así que simplemente me quedé como espectador mientras ella se alejaba y se escondía entre las sombras de la noche, hasta que desapareció, al mismo tiempo en que un rayo cayó y una parvada de cuervos volarón.
Estaba decepcionado, no sabía exactamente por qué, pero me molestaba el hecho de no poder hacer nada y solo poder ver como alguien se aleja, como aquella vez, cuando vi llorar a Céles por primera vez. Pero no ganaba nada con lamentarme, como en aquella ocasión –por ahora dormiré—no había nada más que hacer.
Esta vez sí pude dormir hasta que el sol me despertó. Me levanté pensando en que debería hacer, aunque tenía claro que debía tomar un barco a Thamasa, no estaba seguro de que hacer exactamente, era como si caminara a ciegas por un sendero oscuro, por qué ciertamente, desde que viajé con Nadina, solo seguía sus pasos –debo seguir mi propio camino—
Bajé y pude darme cuenta de que la posada estaba llena, aun cuando era tan temprano. No le di importancia a todas las caras amistosas que me saludaron con una expresión de confianza y salí a dar una vuelta por las calles de Narshe.
El clima era agradable, el calor del sol era suficiente para contrarrestar el viento helado de otoño; el cielo despejado, las nubes que venían desde el mar, las caras sonrientes de la gente que pasaba –aquí todo parece normal—
Mientras caminaba por la plaza central, pude escuchar la débil risa de cada chica que pasaba a mi lado, eso me molestaba de cierta forma pues al parecer aquí todos son tan felices… me repugna esa idea, no creo que sepan lo que en realidad es la tristeza o tal vez solo es una fachada, como sea, mientras menos tiempo pase aquí mejor.
Buscaba el puerto de Narshe, pero sus calles son demasiadas y muy laberínticas, mi única guía era el faro, que se puede ver desde cualquier lugar. Luego de mucho tiempo, conseguí llegar al pie del faro. Pude ver los puertos y los inmensos barcos adornados de igual manera que todas las torres de Narshe. Pregunté a todos los marineros y capitanes de esos barcos, pero ninguno iba a Thamasa y todos ellos tenían ese olor a felicidad, al igual que los habitantes.
Estaba desesperado, no había caminado hasta aquí por nada y el tiempo se acababa rápidamente –si no salgo hoy, puede que no llegue a tiempo—el día estaba por terminarse, lo barcos dejaban el puerto antes de que llegará el atardecer, todos, menos uno de ellos.
A la orilla, en un muelle deprimente a comparación con los otros, estaba un barco de aspecto terrible, hecho de madera quebradiza y parecía que estaba en ruinas, más sin embargo me acerqué para ver bien y cuando estuve frente al barco, una voz ronca y cruda me hablo intensamente desde atrás.
–El caza olas, la embarcación más rápida de todo Fall, nunca encontrarás nada que navegue más rápido que mi barco y aunque parezca que está en ruinas, es mucho más eficaz que todos esos barcos elegantes que ves por ahí. De todos modos, nadie confía en él –
Me di un vuelco, un poco sorprendido, pero al ver la decrepita cara del capitán, arrugada y con cicatrices, supe que podía confiar en él, porque por una parte, sabía que no era de Narshe, pues no tenía ese olor a felicidad y, por la otra, su expresión mostraba confianza, se notaba que había vivido muchas cosas en el mar.
–Puede llevarme a Thamasa? Capitán…– le pregunté directamente y sin rodeos
–no es necesario que conozcas mi nombre, muchacho, porque pronto lo olvidarás; pero sí, sí puedo llevarte a Thamasa, pero déjame decirte algo: las aguas hacia allí son muy peligrosas, no puedes estar seguro de lo que verás en el mar profundo, pero si aun quieres seguir, adelante, zarparemos mañana al amanecer–
Por alguna razón el capitán no opuso ninguna resistencia, incluso se veía feliz y aunque no sabía su nombre, algo en mi me decía que podía confiar en él, así que me despedí y regrese rápidamente a la posada, pues se estaba haciendo tarde.
Se estaba haciendo más y más tarde y yo me encontraba de nuevo perdido entre las calles laberínticas de Narshe, no encontraba el camino de regreso hacia la posada, entonces, desesperado de ver siempre lo mismo, decidí regresar al muelle, así por lo menos no me perdería de nuevo y estaría cerca para cuando llegase la mañana.
Me senté en el borde del muelle, mirando el sol ocultarse en el fondo del mar y sintiendo la brisa salada de las olas y el canto de los pájaros marinos que regresaban a tierra luego de un largo viaje. La tranquilidad, la serenidad, el delicado sonido a mar –ah, que estúpida es la vida— hacemos tanto, viajamos tanto, peleamos tanto para morir tan rápido y ¿Qué pasa después? Simplemente no nos queda nada, nada de aquello por lo que peleamos… ah, la vida es tan estúpida y sin sentido, llena de “promesas irrompibles”, falsa felicidad y tristeza a montones; eso es por lo que vivimos, todos nosotros: para morir.
Y la pregunta viene a mí: ¿Por qué hago tanto? Si algún día, tarde o temprano, tu vas a morir, igual que yo; no tiene sentido seguir cuando sabes que seguramente morirás ¿Verdad? Pues tú y yo, a fin de cuentas, simplemente somos mortales. A menos… que despierte y yo sea el soñador –y yo soñaré—
El tiempo pasó rápido, demasiado rápido y aunque estuve despierto toda la noche, no tenía sueño, ni hambre, ni cansancio. Entonces, me di la vuelta y vi que el capitán estaba preparando todo para zarpar.
—Hoy zarparemos, a las siete en punto, con suerte llegaremos a Thamasa en un día… si todo va bien—me dijo el capitán mientras miraba como sus hombres soltaban amarras.
Mientras miraba como los hombres subían pocas cajas una y otra vez, el capitán dio la orden y subí a bordo.
—Son muy pocos hombres… los que lleva— le dije mientras miraba los cinco marineros que estaban ahí.
—Entre menos seamos mejor… con suerte, no habrá más de dos bajas—

No dije nada, pues confiaba en la palabra del capitán, pues en sus ojos se veía la determinación, esa misma determinación parecida a la de Nadina —Nadina— ¿dónde estará? Desde que nos separamos tomo el camino hacia Figaro, supongo que ya debería estar cerca. Pero me pregunto si estará bien, después de todo solo es una chica —espero que esté ben—
Dejé de pensar cosas innecesarias y regresé de nuevo a la realidad para darme cuenta de que el barco ya se estaba moviendo levemente mientras nos adentrábamos en el inmenso mar azul profundo, para ir directo a Thamasa.
Era extraño estar ahí, me sentía mareado al ver como el barco se movía de un lado a otro y como las olas lo golpeaban en los costados, pero era algo natural, pues nunca había estado en uno.
Pude ver que en la cubierta todo estaba bien, entonces entré a mi camerino. A primera vista era algo deprimente: la madera reseca y a punto de quebrarse, la cama totalmente incomoda a primera vista, la lámpara de aceite que colgaba del techo y rechinaba a cada segundo debido a los movimientos de las olas y el olor a humedad… pero por alguna razón estaba cómodo con todo esto, incluso cuando me recosté en la rígida cama, todo parecía tan ligero, como si estuviese flotando, meciéndome al ritmo de las olas. Y lo comprendí, en ese momento: todo era perfecto, no había ni más, ni menos… simplemente era perfecto, tan perfecto que a cada segundo que pasaba estaba cayendo en un profundo sueño, lentamente mientras mis ojos se cerraban, dejándome llevar por la brisa y las olas del mar.

Capitulo 6: Mas allá de lo profundo

Sentía que estaba flotando a la deriva por un inmenso mar de aguas cristalinas, donde las olas estaban llenas de peces que saltaban al golpear las rocas y de aves blancas que iban hacia tierra. Pero me di cuenta de que no flotaba por ningún mar, ni sentía la brisa de las olas, pues vi como mis brazos se perdían entre una blancura espumosa. Y lo entendí: lo que estaba mirando era el mar.
En realidad yo flotaba, y miraba todo desde arriba: las montañas, los bosques, el sol saliendo del mar y la luna ocultándose entre la copa de los árboles; el pasar de la noche y de la mañana, el eclipse lunar y el solar, los oscuros nubarrones, el cielo escarlata, las nubes blancas y el gran azul. Todo eso en un instante, en un segundo de mi vida, todo pasó delante de mis ojos, como una señal, como algo más allá de un sueño y supe por qué Nadina quería ver eso siempre.
Estaba maravillado con todo, pues de igual manera pude ver la helada nieve de invierno, las flores coloridas de primavera, la hierba verde del verano y las hojas quebradizas de otoño; incluso vi como las ciudades caían y se volvían a levantar, como las flores se marchitaban, como los vastos árboles llenos de vida se hacían secos y grises, cómo la gente nacía y envejecía en un segundo, y después moría. Cómo las lágrimas se derramaban y luego se secaban, como los dolores agobiaban y luego se olvidaban, cómo la gente iba sembrando el huerto de su propia destrucción, cómo fue que el mundo quedó seco y sin vida… y al final vi cómo las alas se extendían contra el sol carmesí
Y sin darme cuenta caí, hacia un agujero lleno de un sinfín de recuerdos borrosos que estaban frente a mí, pero que no pude distinguir pues la oscuridad era mucha, y la luz se apagaba mientras más me alejaba hacia lo profundo y desconocido, hacia el fondo de mi propia mente.
No recuerdo si caí o cuánto tiempo estuve ahí, pues desperté antes de llegar a la verdad. Mientras despertaba noté que me agitaban y cuando abría mis ojos, pude notar la borrosa cara de alguien lleno de desesperación que tenía ambas manos sobre mis hombros inmóviles y que las agitaba incesablemente. Tal vez por eso fue que desperté y cuando lo hice me di cuenta de que aquel hombre que estaba enfrente de mí tenía la cara empapada de sudor y en sus ojos había una expresión de miedo y desesperación; luego noté el violento movimiento del barco: la lámpara de aceite que colgaba del techo se movía furiosamente a punto de caerse, todas las cosas estaban tiradas en el suelo y afuera se escuchaban gritos.
Me levanté, tambaleándome a causa de las olas que golpeaban violentamente el barco y vi que la boca de aquel hombre se movía aterradoramente, pero no podía entender una sola palabra de lo que decía, así que salí a cubierta y vi como estábamos entre la oscuridad de las nubes negras, la furiosa lluvia y las enormes olas que venían de la nada.
Caminé un poco para ver qué era lo que pasaba; vi como el capitán movía frenéticamente el timón y gritaba órdenes a los cuatro marinos que arriesgaban sus vidas para que el barco no se hundiera a causa del agua que entraba a montones.
Todo el alboroto duró mucho tiempo, pero al parecer el capitán tenía todo bajo control, así que yo, despreocupadamente, regresé a mi camerino, pero antes de poder siquiera tocar el pomo de la puerta de madera, noté un ruido, un extraño alarido que provenía de lo más oscuro del mar y seguidamente, una monstruosa ola se acercaba rápidamente.
Yo no sabía qué hacer, entonces hice lo más sensato: me quedé mirándola, esperando a que llegara y que simplemente nos matara, pero sentí que alguien pesado y robusto se lanzo arriba de mí. El tiempo se detuvo o se ralentizó, de manera que con mis ojos vacilantes pude ver todo: la cara llena de miedo del capitán que estaba sobre mí, las gotas de lluvia y de sudor que escurrían por su mentón, las expresiones de angustia de los cuatro marinos que estaban en cubierta, las gotas que se estrellaban una a una, la gigantesca ola y a lo lejos, la fantasmal y extraordinaria figura de algo emergiendo, algo enorme y lleno de tentáculos iracundos que salió por un momento, y regresó a las profundidades otra vez.
Y luego, respiré profundamente y sentí el choque de la inmensa ola que caía sobre mí, que me arrastraba por toda la cubierta, junto con el capitán y que incluso pude hacer un agujero debajo de nosotros y nos tiró a la parte baja del barco mientras éste estaba siendo destrozado por toda la presión y se llenaba considerablemente de agua. Pero solo duró pocos minutos, pues el mar se calmó, al igual que la lluvia y las olas, entonces el capitán corrió rápidamente y subió, yo lo seguí tranquilamente desde atrás. Cuando estuve a su lado, pude ver como casi todo el barco estaba hecho ruinas, sin embargo aun estaba a flote, pero solo quedaban dos marineros vivos, pues uno se encontraba atravesado en el pecho por un gran trozo de madera, los otros dos, supongo que fueron arrastrados al mar.
Pero eso no desanimó al bravo capitán, me dio su abrigo y tomó el timón, para sacarnos de esas aguas tan violentas. Claro, que su esfuerzo fue en vano, pues pude escuchar de nuevo ese alarido aterrador que venía de aquella criatura gigantesca con tentáculos iracundos que emergía lentamente del agua, seguida de una ola diez veces más grande que la anterior –esta vez no la vamos a librar— todos sabíamos eso, incluso el capitán, que me dijo que Thamasa estaba al suroeste.
Y después todo pasó: lo único que recuerdo es como, después del impacto, fue que varias de mis costillas se rompieron, al igual que mi brazo izquierdo y al final, vi que aquello se acercaba, con su exagerado tamaño, sus tentáculos y su piel escamosa, pero eso fue todo.
Me desmayé y cuando desperté estaba flotando a la deriva de la inmensidad, sobre un trozo de madera y con el abrigo del capitán sobre mis hombros. No muy lejos estaban los restos del barco destruido, pero no había señal alguna del capitán y sus hombres; estaba solo.
Me moví entre los restos con mi brazo derecho para alcanzar un trozo de madera que era lo suficientemente grande como para recostarme y me dejé llevar por la marea, aunque sabía que era mi fin.
Yo lo sabía y pensaba fríamente –yo moriré aquí—pero no me preocupaba el hecho de que perecería, sino el hecho de que me iría sin poder cumplir mi promesa. Y en ese momento solo pensaba que la vida era tan estúpida, tan inútil e inservible, que era cierto lo que pensaba: qué todos vivimos solo para una cosa, morir.
Así que no me preocupe de lo que me pasara, solo me quedé mirando el cielo azul que a veces se cubría de nubes blancas, pero estaba tranquilo, alegre de saber que moriría en un lugar pacifico. Pero algo en mí me incitó a buscar en el bolsillo de aquel abrigo; había una brújula y recordé las últimas palabras del capitán: Thamas está al suroeste.
– ¿Iré? ¿Me quedaré aquí? ¿lo intentaré o la dejaré morir? – fueron las preguntas que pasaron por mi cabeza, preguntas que aun no logro conseguir su respuesta, pero que por alguna razón me obligaron a remar con el brazo derecho, rumbo al suroeste.
Viajé tal vez por doce horas, pero estaba exhausto, pues tenía que cargar con el dolor de mis costillas y mi brazo roto mientras remaba intensamente por el enorme charco azul y cuando ya no pude aguantar más, caí, jadeando y empapado de agua salada y sudor frio, pero no quería parar, sin embargo ya no podía, así que deje que la marea me llevara hasta donde ella quisiera.
El tiempo pasó lentamente, mientras el sol quemaba mi rostro y el viento ardiente me hacía delirar; yo deseaba llegar rápidamente a alguna isla abandonada, por lo menos… o morir, lo que llegase primero.
Pero por más que quisiera que pasara una u otra cosa, no pasaba nada, simplemente me quedaba ahí, solo, mirando al cielo que se volvía gris, junto al silencioso mar, bajo la lluvia que limpiaba las lagrimas que caían de mis ojos.
–Estoy completamente solo–nunca lo había pensado antes, el hecho de estar solo, lo había olvidado hace mucho tiempo. El silencio, la paz, el susurro del viento y el abrazo del tiempo, todo eso era agradable y normal para mí pues pensaba que era una persona solitaria, pero ahora, estoy aquí y la soledad de aquí es diferente, no es una soledad agradable, es una soledad vacía y agobiante –No quiero sentirme así–
Pero mi esperanza se renovó al ver el faro de Thamasa no muy lejos de donde yo naufragaba. Estaba salvado, vivo y al fin llegaría a mi meta, después de tantas cosas, podría salvar a Céles y ver su sonrisa por siempre… otra vez.
Llegué a tierra, por fin estaba en la firme y verde tierra de la isla de Thamasa y aunque la ciudad aun estaba lejos de la costa, estaba tranquilo, pues los árboles frutales que estaban a varios metros saciarían mi hambre, así que caminé con mis últimas fuerzas hasta el tronco de un manzano que tenía sus frutos tirados, me senté y comí apresuradamente todo aquello que estaba a mi alcance.
Por primera vez en mucho tiempo, el lúgubre y monótono cielo gris cambiaba por una vista llena de vida y de colores abundantes, donde las hojas y las ramas llenas de frutas eran los protagonistas. Pero más allá de aquellas hojas verdes, aun estaban las nubes grises y comenzó a llover a cantaros.
Tenía que apresurarme y llegar a la ciudad rápidamente así que comencé a caminar despacio, sosteniéndome de la corteza húmeda y rugosa de todos los árboles que había ahí, hasta que después de andar por la tierra lodosa, llegué a una pequeña cabaña solitaria cerca de Thamasa. Entonces entré, sin importarme lo que hubiese dentro y me tiré en la incómoda camama que estaba cerca de la ventana por donde las gotas de lluvia golpeaban bruscamente. Y caí rendido, víctima de un profundo sueño.
Al despertar me di cuenta de que mis fracturas habían sido tratadas y por el aspecto del paisaje que miraba por la ventana, había dormido por uno o dos días. Pero no había nadie en dicha cabaña, incluso espera toda la mañana y la tarde para ver si alguien llegaba, pero no llegó nadie, así que dejé la cabaña y caminé tranquilamente hasta Thamasa.

Capitulo 7: soledad

Estaba de pie ante las grandes murallas de Thamasa y pude ver el enorme parecido con Narshe, desde sus edificios y torres construidas de mármol y la torre central hecha de mármol negro que llegaba hasta las nubes grises, solo que estaban adornadas con ámbar dorado y brillante.
Caminé hasta la gran puerta de madera que estaba a pocos metros de donde me encontraba y vi que no había nadie cerca, ni guardias ni personas, solo el silencio, entonces continué caminando por las fúnebres calles de Thamasa, mirando las extensas casas de mármol blanco abandonadas y en ruinas.
Llegué a la plaza central y me preguntaba si acaso alguien vivía ahí después de todo, porque no había nada, ni siquiera la luz de una ventana que iluminara la ya avanzada noche. Todo me parecía tan extraño, así que continué caminando hasta la dirección a la que iba. Después de un tiempo, al fin llegué al pie de la torre de mármol oscura que estaba cerca de la costa.
No sabía si esa era la dirección correcta, pero al mirar el papel que guardaba desde hace mucho y los nombres de las calles, no quedaba duda alguna: era ahí. Así que entré por las enormes puertas de metal que chirreaban al moverse y pude ver que dentro de dicha torre circular, había dos cosas: una puerta oscura y unas escaleras que subían quien sabe hasta dónde.
Primero quise entrar por la puerta, pero aunque la empujase con todas mis fueras, no se movía ni un milímetro, entonces opté por las subir por aquellas escaleras oscuras que rechinaban al pisarlas y mientras subía por esos estrechos pasadizos, pude sentir como el ambiente se tensaba y todo se ponía frio y seco, a pesar de que no había ventana o ventilación alguna, que yo supiera.
No recuerdo cuanto tiempo caminé, pero la subida parecía interminable debido a la interminable atmosfera de opresión que aumentaba con cada paso que daba. En realidad no sabía si continuar o regresar por donde vine, pero al voltear y ver los escalones que bajan y daban hacia un fondo oscuro, me daba miedo regresar, era eso o seguir caminando hacía la oscuridad.
El aire se tensó aún más y mientras yo, en mi intento de no caer al apoyarme de la fría pared de mármol, sentí como ésta se humedecía y de ella escurría un líquido parecido al agua, pero más espeso que de igual manera fluía del techo y de los escalones.
Me costaba trabajo continuar a causa de lo repugnante y resbaloso que era ese líquido, además del constante cambio en la temperatura, pero ya estaba muy lejos como para regresar, para dar vuelta y volver de nuevo hacía la oscuridad.
De alguna forma conseguí subir hasta cierto punto en que aquel líquido dejó de secretar por todas partes, ahora hacía frio, tanto frio que colgaban carámbanos del techo y tanto las paredes como el piso estaban completamente congeladas. Esto me dificultaba mucho moverme, pues temía que alguno de aquellos afilados carámbanos cayera sobre mi o que por estar cuidando a cada momento el techo, diera un paso en falso y cayera por el incontable numero de escalones que había subido.
Pero no pasó nada en un rato, pude continuar teniendo cautela de ambas cosas, pero el frio era algo que no podía soportar, incluso mi aliento estaba fresco y casi se congelaba al salir de mi boca –debo estar muy alto—pensaba, pero por muy alto que estuviese, no era suficiente como para que estuviese tan helado.
Subí tanto que llegué al punto en que no sentía mis manos ni mis piernas, incluso mi rostro, que estaban tomando un tono morado y que temblaban a causa de la prematura congelación. Y era seguro que moriría de hipotermia o de algo parecido, a no ser que, después de horas y horas subiendo, soportando en intenso frio, encontré una vieja puerta de madera rústica de la cual provenía una luz abrasadora, así que no lo pensé dos veces y me tiré sobre ella, afortunadamente, se abrió.

Extrañamente, ahí dentro todo era tan cálido, incluso había un abrazador fuego encendido en una chimenea de roca oscura y enfrente de ella, estaba una figura humanoide cubierta con una capucha café oscuro.
Miré alrededor y todo parecía normal, como una casa promedio, tenía una cama, un horno y varios trastos más, todo cubierto entre paredes circulares.
Recobraba mis sentidos al poco tiempo de estar ahí, al igual que mis manos volvían a tener su tono original, entonces me levanté y le pregunté, desde una distancia conveniente, a aquello que estaba frente a mí.
— ¿Es esto la cima? — Aquella cosa no respondió a mi pregunta, en lugar de eso, dejo su encorvada posición y se dio la vuelta frente a mí.
Di un suspiro enorme y aun tirado en el suelo, me sentí impotente frente a aquello que se posaba ante mí, tan victorioso.
—No estás ni cerca de la mitad, aún sigues en la base— me dijo con unas roncas y débiles palabras que eran de mujer, de una mujer muy mayor.
Al escuchar eso, me puse furioso, camine horas y horas para seguir donde mismo, estaba desesperado y no sabía qué hacer.
— ¿Qué es lo que buscas, joven? — me preguntó ella después de ver mi reacción a sus palabras.
—Esto… hum…— mientras buscaba en mi bolsillo aquella nota —Busco esto— le entregué la nota arrugada y humedecida a causa de lo anteriormente pasado.
Ella se quedó mirando la nota por varios minutos, luego se volteó y la lanzó al fuego. Yo estaba seguro de que tendría que estrangularla, pero ella se volteó rápidamente y de entre su capucha, se escapó un cabello plateado, débil, seco y quebradizo.
—Dime, muchacho, ¿Alguna vez has estado solo? — me preguntó con su voz que ahora se hacía más dulce y armónica.
—No, no realmente… yo nunca he estado solo— Pero le mentía y estoy seguro de que ella lo sabía, pues de nuevo tuve el recuerdo de aquella tarde de otoño, cuando las hojas de la esperanza se rompieron.
—Ya veo… ahora dime, ¿Qué es la soledad? ¿Crees que, al estar aquí, solamente yo en esta torre vacía y sin fin, estoy sola? — de nuevo seguía con sus preguntas acerca de la soledad y su voz de nuevo se hacía más dulce.
—Hmm no… no estoy seguro, supongo que la soledad es estar con uno mismo— en realidad pensaba ¿Qué es la soledad realmente?
—Ciertamente… no, ¿Nunca te ha pasado por esa vaga mente tuya que, mientras estoy aquí, estoy con alguien que me conoce perfectamente, que me escucha y que sabe lo que aré, a cada momento, a cada segundo y que me acosa desde dentro? Eso no es la soledad, la soledad es saber que caminas a ciegas mirando lo que hay frente a ti, es sentir el calor de un abrazo, la dulzura de unos labios, pero no sentir las mariposas… es saber que no hay nadie que te recuerde, que no existes en la mente de aquellos, de ellos y que solo esperas la muerte; Eso, es la soledad— me dijo con su ahora cristalina y celestial voz que me recordaba a alguien.
Y ante todo lo que dijo, me quedé boquiabierto, no sabía que decir o que pensar, incluso como actuar, pero algo era claro para mí: tanto la soledad como la compañía te pueden causar dolor y angustia.
—Ahora dime, ¿Lo darías todo por ella? ¿Aquella que nunca ha hecho nada por ti, que ya no está a tu lado y que te dejaría? ¿Incluso darías la mitad de tu vida para que ella viva? Aunque sabes que ella en tu funeral no lloraría—continuó al ver que yo estaba sin palabras.
—No— Le dije levantándome y poniéndome firme —No lo haría por esa “ella” que tú dices, lo haría por Céles, la que ha sostenido mi mano tantas veces, incluso tantas que ella ya lo ha olvidado, pero que siempre ha estado ahí. Por Céles que sonríe y me hace sonreír… por ella, haría lo que fuera… para verla feliz—
Ante mis declaraciones ella solo se burló, pero no con la voz angelical de antes, sino con la antigua y cruda voz de anciana y se dio la vuelta mirando a las brasas que estaban en la chimenea donde antes había un fuego y tomó un frasco vacío, lo llenó de líquido rojo, polvos verdes y gotas de algo morado.
—Entonces, muchacho, ¿Qué me dirías si te dijera que al dar una parte de tú vida la puedes salvar? —
Cuando dijo esto, me exalté, mis músculos se tensaron y mi respiración era agitada, pues tenía que elegir entre dos cosas: Mi vida o la de ella. Pero para mí era una decisión fácil.
—Si decido hacerlo ¿Moriré al instante? — le pregunté, temeroso de saber la verdad.
—Tal vez sí, tal vez no, no estoy segura de lo que pueda pasar, tal vez mueras en diez años o en cinco o en seis meses o en uno, tal vez mueras en una semana o en un día, quizá en un ahora o en diez minutos… la decisión es tuya— de nuevo me hablo con la voz angelical y en sus palabras había algo que me hacía confiar en ella.
—Está bien, lo haré— Le dije sin pensarlo, pues mi meta era llegar aquí solo para una cosa: para encontrar la cura a esa enfermedad de Céles, sin importar lo que me pase.
—Eres audaz joven, muy valiente… o muy estúpido, pero respeto tú decisión— cuando dijo eso, un cabello lacio y plateado se escapó del refugio de su capucha —Pero antes, debes traerme algo, una hierba que está en el fondo, un poco más debajo de donde estamos, es frio y la hierba es venenosa al tacto, así que, si lo vas a hacer, será mejor que te apures… ah, y llévate este abrigo y esa lámpara de aceite, te mantendrá vivo por un momento—
No dije nada en respuesta a lo antes dicho, simplemente tomé las cosas, pero antes de salir por la puerta, ella me habló.
—Ah, se me olvidaba, sigue tu camino hacia arriba, no preguntes por qué, solo hazlo, confía en mí… ah también, la hierba esta en el centro de un charco, cuidado—
De nuevo no dije nada y abrí la puerta de madera. Afuera el intenso frio aun estaba presente, así que me puse el abrigo que me dio y pude sentir su acogedor calor sobre mi piel.
Continué subiendo como ella lo dijo, como por treinta minutos, hasta que pude ver como el techo se hacía más y más estrecho y a la lejanía miraba otra puerta que estaba congelada.
Cuando estuve frente a ella, intenté tomar el pomo con mis manos desnudas, pero estaba extremadamente helado y no pude sostenerlo bien, así que comencé a darle patadas hasta que cayera, lo cual funcionó, pudo ser porque la puerta ya estaba muy desgastada, el hecho es que cayó.
Cuando entré pude notar que la habitación circular estaba completamente a oscuras, así que encendí la lámpara de aceite y vi que, salvo el pequeño pedazo de tierra donde estaba parado, era todo agua congelada debido a la baja temperatura, y a lo lejos estaba una hierba verde con forma de raíz, era obvio que eso era lo que quería.
Intenté caminar con cuidado sobre el hielo resbaladizo, pero tan solo con poner un pie en el, éste se quebraba y se hundía. Busqué alguna otra manera de continuar, pero ninguna funcionaba, hasta que tuve la loca idea de quitarme todo y andar a tientas sobre el insoportable hielo… lástima que funcionó.
Dejé el abrigo en el suelo y sobre él la lámpara de aceite para que iluminara el camino hasta la hierba. Continué caminando sobre el hiedo, sintiendo cómo quemaba todo mi cuerpo a cada paso que daba, pero llegué hasta la hierba y la tomé, sin hacer caso alguno de lo que me dijo aquella dama misteriosa.
Y en efecto, al instante en que la toqué, sentí como la sangre me hervía, cómo mis manos se deshacían lentamente a cada segundo que pasaba, entonces me apresuré, sin importar lo helado que fuese el hielo, tomé el abrigo y la lámpara de aceite y corrí escaleras abajo hasta llegar de nuevo a la puerta.
Ya adentro, el frio ya no era obstáculo, pues lo que me preocupaba era el veneno que destruía mi brazo por dentro. Y lo hubiera hecho a no ser que ella me dio algo que estaba guardando y que, seguramente, tenía listo para cuando llegara. El hecho es que al tomar esa sustancia amarga, el dolor se alivió, pero estaba cansado, tanto que lo único que pude hacer fue acercarme a la cama y tirarme a dormir.

Capitulo 8: Flujo

—Estaba soñando algo— era lo más sensato que pude pensar, pues no recuerdo haber despertado en aquella cama bajo el techo de piedra circular y mucho menos ver a aquella anciana cerca de mí.
Pero el punto es que estaba mirando el cielo rojo y ensangrentado que había sobre mí, mientras las nubes negras se movían rápidamente sin cesar. También sentía el golpe del viento sobre mi rostro y me di cuenta de que yo no era el que me movía, que estaba tirado en una superficie de madera que volaba frenéticamente sobre las olas del viento. Y no muy lejos estaba Nadina, mirando el atardecer que nunca se iba, a pesar de todas las horas que estuve mirándola, el sol nunca se ocultó.
Cuando quise levantarme e ir al lado de Nadina que estaba muy solitaria, pude ver que mi brazo derecho faltaba, que había sido arrancado, pero eso no era todo, mi pierna izquierda también estaba amputada, pero no me alteré, lo vi como su fuese algo normal y aunque no pude llegar al lado de Nadina, vi como alguien más le hacía compañía… y desperté, al ver que el sol carmesí se ocultaba.
De nuevo estaba de regreso a la “realidad”, cubierto por los muros circulares y el techo de roca negra, donde, enfrente de mí, estaba aquella anciana aun cubierta con su capucha, esperando a que despertara.
— ¿Estás seguro de que lo quieres hacer? — me preguntó con una voz claramente dulce y que reconocí por primera vez desde que llegué.
—Sí, ya no hay vuelta atrás… pero lo que me preocupa es poder entregarle la medicina a Céles—
—Ese es tú problema, pues, como ya te dije, puede que mueras al instante o que te tardes diez años en morir… es algo que yo no controlo—
Dudé por un momento sobre aquello que tenía que hacer, no por el hecho de que me asustara morir, sino porque si no llego a tiempo, todo sería en vano.
—Está bien, acepto, es mi única opción luego de haber llegado hasta aquí— le dije sin vacilar, confiando en que, solo por suerte, sería capaz de llegar a tiempo.
En ese momento ella inclinó su cabeza, en señal de decepción o de alguna otra cosa, el hecho es que en ese momento, un sinfín de cabellos largos, plateados y lacios salió de su capucha y no me quedó duda… pero antes de que dijera nada, ella se acercó a mí y lentamente pude ver su celestial rostro de frente: era ella.
Después, por algún motivo ajeno a mí, cerré los ojos esperando a que ella posara sus dulces labios rosas sobre los míos, y así fue, pues pude saborear el delicioso néctar que provenía de ellos, de igual manera que pude tocar su piel de porcelana y percibir su aroma a hojas de otoño… estaba en lo cierto, era ella.
Y por primera vez en mi vida lo sentí, realmente lo sentía, el crepúsculo de amor, la sensación de anhelo y felicidad, la explosión de emociones y de nuevo la oscuridad que me cegaba al seguir el camino directo a un bosque donde las hojas carmesíes y amarillentas caían por montones… por un momento deseé no haber decidido morir tan rápido, quería quedarme en una eternidad donde Nadina estuviese a mi lado por siempre, para poder cumplir su sueño y perdernos en un mar de nubes escarlatas y saber que al día siguiente sería lo mismo.
Pero no era así, porque pude sentir como mi alma era drenada a través de sus dulces labios a cada segundo en que estábamos unidos en alma; pero no podía quejarme, de hecho estaba agradecido por poder morir de esta manera, en los labios de aquella bella damisela.
No supe cuanto tiempo estuvimos juntos, el hecho es que fue tanto que no lo recuerdo, pues me quedé dormido… o muerto, que era lo más probable, ya que miraba mi vida pasar frente a mí, pero de una manera distinta a la que yo me imaginaba.


Primero estaba en Narshe, mirando desde el cielo incorpóreo la torre negra y entré; vi a un yo que estaba en lo más alto, sentado en un sillón de terciopelo rojo leyendo un enorme libro que estaba forrado con piel de algo que parecía humano y en la tapa, estaba dibujada la cara de alguna persona gritando.
Ciertamente eso era algo que no recuerdo de mi mismo, pero lo estaba viendo y parecía más que real, pues era yo… o al menos un yo que estaba leyendo las arcaicas hojas de un libro que nadie debió haber visto.
El yo de ese momento se levantó y cerró aquel macabro libro y lo dejó en la estantería, después tomó otro libro parecido al anterior, pero con pasta roja y comenzó a devorarlo pagina por pagina… era yo, pero no era realmente yo.
Y luego todo se desvanecía, las paredes circulares y oscuras de donde estaba aquel yo, se desintegraban, al igual que yo, que me estaba mirando inconscientemente hasta que desaparecí.
Ahora estaba en un lugar familiar, mirando, de igual manera, a un yo que estaba recostado sobre una cama, pensando en voz alta cosas sobre la vida, cosas que no entendía y que las decía a los cuatro oscuros muros que lo cobijaban.
—No, tú no existes— le escuché decir a otro yo que estaba sentado al lado de mi yo que estaba en la cama —Sí, lo eres— continuaba respondiendo a todas las preguntas que mi yo se hacía “a sí mismo”.
Todo eso era algo que no entendía ¿Por qué hay tantos yo? ¿Por qué estoy mirando todo eso? Eran preguntas inconclusas que quizá otro yo que no miraba las respondía.
Estaba tan confundido y no ayudo el hecho de que de nuevo mi visión desaparecía, esta vez tragada por un vórtice que se abrió bajo mis pies y que se tragaba a todos los yo que me acosaban con sus miradas.
Ahora estaba en un momento de mi pasado, un momento decisivo que recuerdo claramente hasta el día de hoy.
Un yo niño estaba sentado sobre una llanura, mirando el horizonte esperando a que el atardecer llegara y lo dejara completamente solo… ni siquiera con la compañía de su sombra.
Me senté a su lado, mirando al lado opuesto, esperando ver que era aquello que sentí aquel día, aquello que trajo ese olor a hojas de otoño. Y la vi, era ella, sí, era ella, con sus cabellos plateados y sus perlas brillantes, era ella la que trajo el aroma a hojas secas y quebradizas… pero ¿Cómo es que está ella aquí? ¿Qué es realmente ella? Me preguntaba.
Y de la nada ella abrazó por un instante al yo niño y dejó a su paso un camino lleno de flores, después el atardecer se consumió completamente por la oscuridad, al igual que aquel recuerdo.
De nueva cuenta me encontraba en un lugar de mi mente, esta vez era un lugar melancólico, bajo la triste lluvia de otoño. Estaba al lado de Céles, justo cuando, sin palabras, me despedí de ella, pero había muchos yo, más que en cualquier sitio.
Primero estaba mi yo de aquel momento, el que abrazaba a Céles, detrás de él, un yo cabizbajo que miraba con tristeza la ciudad, detrás de Céles, un yo que se posaba orgulloso con la mirada fija en el camino hacia Haden Hill, un yo que estaba sentado en una banca, tapándose la cara con las manos… y un yo que sostenía el hombro de Céles.
De igual manera, junto al yo triste, estaba sentado el arlequín tocando una sonata melancólica con su guitarra, junto a Céles estaba la dama, llorando a ríos de angustia, no muy lejos estaba la torre, mirando con imponencia y desde las sombras, la muerte asechaba.
Otra vez presenciaba una escena inexplicable para mi vaga mente que solo se limitó a observar hasta que un gran agujero negro surgió del suelo, pretendiendo tragarse todo, sin embargo, en lugar de arrasarlo, de la oscuridad apareció un ojo color carmesí que miraba insaciablemente a cualquier lugar hasta que de sus extremos surgieron unos colmillos cubiertos de un líquido verdoso que se cerraron de par en par, devorando todo, dejando de nuevo la soledad.


Deseaba que todas esas revelaciones se terminaran para saber si seguía vivo, aunque todo lo que vi hasta ese momento fue impactante y en el fondo, quería saber más.
Recordé rápidamente el lugar en el que me encontraba esta vez: la posada de Haden Hill, donde un yo platicaba con Clare que tenía un lunar bajo su ojo, algo que no vi en aquel momento.
En la esquina, alejado de todo lo demás, estaba un yo escribiendo frenéticamente, estresado de no encontrar palabras que describiesen el dolor que sentía, escondiéndose bajo el solitario manto de la oscuridad y detrás de Clare estaba otra ella que lloraba a cántaros gotas de lujuria.
—Aquellos que tienen un lunar en el camino de las lágrimas, están destinados a derramarlas— susurró el yo solitario mientras escribía sus historias llenas de melancolía y amor.
Y otra vez, la oscuridad atrapante envolvía todo.
La suave y rugosa textura, el aroma a humedad, la sombra refrescante que estaba sobre mí y que tapaba el sol cuyos rayos se escapaban por las rendijas, el sonido del agua cayendo y corriendo incesablemente; era algo obvio, no estaba en algún momento de mis recuerdos.
Levanté mi brazo y miré mi mano para asegurarme de que era yo, después, miré alrededor, a la izquierda había una verde pradera por donde se extendía un rio que parecía no tener fin, a la derecha, estaba el tronco de un árbol enorme cuyas hojas estaban divididas en cuatro… y bajo su manto estaba Nadina, sentada al lado del rio.
Me levanté y caminé despacio hasta estar sentado a su lado, luego mire el rio de aguas cristalinas donde pude notar que no había fondo y que un sinfín de colores fluía sobre él.
— ¿Qué ves delante? ¿Qué ves detrás? — me preguntó Nadina cuando deje de mirar el rio.
Volteé hacia ambos lados y vi que no había nada, ni principio ni fin, simplemente no había nada, al igual que no había cascada alguna donde naciera el rio, ni nubes que adornaran el cielo blanco… no había nada, salvo el árbol, el rio, Nadina y yo.
— ¿Sabes? El tiempo es como un rio, que fluye y nadie puede detenerlo… pero si obstruyes su paso, puedes ver muchas cosas que pasarán, incluso puedes entrar en aquello… claro, si pasa mucho tiempo obstruido, el agua se acumulará y terminará desbordándose— continuó diciendo Nadina.
Y al terminar de decir ese interesante discurso, se levantó y se paró a mitad del rio.
— Dime ¿A dónde quieres regresar? —
La corriente del rio se detuvo un instante, me acerqué y pude ver in sinfín de instantes en mi vida, en especial aquellos en los que estuve por segunda vez, pero hubo uno que me llamó la atención: el momento en que me despedí de Céles.
No dudé en regresar a aquel instante, pero no sabía exactamente qué hacer, así que simplemente lo toqué con mis manos y sumergí mi cabeza, mientras todo mi cuerpo era succionado por un vórtice de lamentos que daban vueltas a mí alrededor, hasta que caí.
Todo era como aquella vez: los arboles, el aroma, la lluvia e incluso estaba mi yo de aquel momento en los cálidos brazos de Céles.
Busqué en mi bolsillo y extrañamente estaba un frasco lleno de un líquido carmesí y espeso. Lo tomé y supe lo que era, entonces caminé hasta donde estaba la banca donde aquella vez regresó Céles y lo dejé ahí, junto con una nota.
Ella regresó y entre alguno de sus incontables lamentos, miró lo que había dejado, leyó la nota y rápidamente limpió sus lágrimas que caían de sus ojos de avellana y corrió tras de mí.
La lluvia triste, las hojas melancólicas y el silencio me hizo pensar: ahora sé por qué ella fue detrás de mí aquella noche… y ahora que lo pienso, ella me lo dijo, incluso me lo gritó… ¿Por qué no la escuché?

Capitulo 9: Vortice

— ¿Y ahora qué? — ¿Qué se supone que deba hacer? No puedo regresar con Céles así como así… de hecho, no sé cuánto tiempo pueda estar aquí o si en primer lugar debería estar aquí… todo es tan confuso.
Agobiado y confuso, no sabía qué hacer o a dónde dirigirme, hasta que recordé la promesa de lágrimas que le había hecho a Clare: regresar después de que todo esto haya terminado. Así que dejé el refugio de los bosques de Maranda y tomé el viejo camino hasta Haden Hill.
Esta vez el paisaje era diferente de aquella vez que lo crucé. No era por los oscuros árboles, la tierra húmeda ni el clima tropical, era la sensación de que alrededor no había nada, no como aquella vez.
Por esa razón crucé rápidamente el que antes fue un extenso bosque y me encontré de nuevo en la solitaria aldea de Haden Hill, donde todo era aún más angustioso.
Caminé directamente hasta el centro, donde estaba la poco amena posada de Clare, con las luces aun encendidas dando calor a la fría noche.
Cuando toqué la madera rústica de la puerta, muchos recuerdos inundaron mi mente —Que rápido pasa el tiempo— pensaba, pues era verdad, no ha pasado ni un mes desde que llegué aquí.
Entré, y lo primero que vi fueron los ojos celestiales de Clare, que iluminaban la penumbra de la lúgubre posada.
Ella se volvió rápidamente a la puerta y al ver que era yo el que entraba, sus ojos azules comenzaron a humedecerse al mismo tiempo en que caminaba hacia mí y derramaba lágrimas por toda la madera seca.
Había olvidado lo suave que era su piel, lo hermosos que lucían sus ojos al estar llorando y sobre todo la manera en que mi corazón latía al sentir su cabeza recostada sobre mi pecho.
La única diferencia era esta vez no eran lagrimas de odio o tristeza, eran lágrimas de felicidad, felicidad de verme regresar, de que cumplí mi promesa o tal vez de algo más.
— ¡Vince! Te extrañé tanto…— Decía entre sollozos —Desde que te fuiste, todo ha estado tan solitario por aquí… nadie ¡viene! Ni siquiera él…—Se detuvo y miró entristecida al suelo, mientras las lágrimas dejaban de brotar de sus ojos —Pero no importa, me alegro de que no te hayas olvidado de mí—
Ciertamente yo nunca olvidaría unos ojos azules como los de Clare, en especial por su simpatía, su inocencia y su belleza.
—Claro, olvidar tus ojos no es una cosa sencilla de hacer… pero… hay algo que debes saber—
Comencé a contarle todo lo sucedido hace pocos días y mientras le decía cada cosa, ella intercambiaba miradas de felicidad, angustia y tristeza… hasta que le dije que no me quedaba mucho tiempo, en ese momento, ella comenzó a llorar… esta vez, de tristeza.
Luego me abrazó y me decía casi a gritos que no me fuera, que no me alejara de su lado mientras yo me preguntaba el por qué de sus emociones, si no hemos compartido mucho tiempo juntos… tal vez teme estar sola, sin nadie con quien compartir su angustiado amor.
— ¿Por qué no vienes conmigo? — le dije con palabras seguras, pero en realidad no sabía que estaba haciendo en realidad, pues tanto ella como yo sabíamos que yo me iría sin avisar… sin embargo, fue lo que dije y al parecer ella se lo pensó mucho antes de responderme.
—Yo… yo, quisiera… pero… estoy esperando… a alguien—
—Entonces no te obligaré, pero tenlo en cuenta: este sitio es tan lúgubre y no conseguirás nada si te quedas esperando, tienes que salir y buscar— al parecer mis palabras le afectaron, pues cuando me di la vuelta y estaba decidido a salir, ella tomó mi mano y, cabizbaja, me dijo que iría conmigo.
Yo no dudé al tomar su mano y salir juntos a deambular por ahí, buscando algo o a alguien, aunque supiera que en algún momento moriría, eso no me importaba, lo único que me importaba era que Clare no estuviese triste otra vez.

Salimos, para ver que las deshabitadas calles estaban en penumbra y al ver esto, Clare me abrazó fuertemente y juntos caminamos por las desiertas calles hacia un rumbo desconocido, vagando a ciegas mientras mirábamos lo que había delante de nosotros.
Y así duramos mucho tiempo, sin descansar, solo caminar toda la noche, mientras mi vista se nublaba y miraba una imagen borrosa de los ojos de Clare que seguía imponente todo el camino, al igual que Nadina, aquella noche.
Le dije que no aguantaba más, que debía descansar, así que nos sentamos en una roca que estaba en el camino, ahí, mire al cielo… pero no era el cielo estrellado y despejado que yo esperaba, ni siquiera era un cielo oscuro cubierto de nubes, en su lugar, había un vórtice que se tragaba las estrellas y que se movía en círculos rápidamente hacia un hueco en el centro donde la oscuridad era interminable, pues no era una oscuridad normal, era una oscuridad profunda.
Y al ver esto, supe que mi fin estaba cerca, pues el vórtice indica el vacío, succiona todo y lo lleva al espacio, a perderse entre la inmensidad… entonces se lo dije a Clare.
— Clare… debes regresar…—
— ¿Qué? ¿Por qué? — me dijo ella con su quebradiza voz y sus ojos húmedos
— El vórtice indica el vacío… pronto moriré y no quiero que dejarte sola, no quiero que sufras por mí culpa—
Las palabras eran duras, pero aún más duras eran las acciones, las lágrimas derramadas aquella noche y los interminables sollozos y abrazos de despedida. Pero algo era claro, para Clare y para mí, pues ella regresó sola bajo el manto de la noche que la arropaba y la copa de los árboles que la cobijaban, entre la negrura y la soledad, ella regresó dejando detrás un rio de pesares, hasta que se perdió.
Yo lo esperaba, con brazos abiertos, el momento interminable en el que la muerte viniera a por mí, pero sabía que no sería una muerte normal, no podría descansar tranquilamente en las fuentes cristalinas del palacio de la suerte… yo iba a otro lugar, un lugar perdido en un instante del tiempo, si es que tenía suerte… o puede que vaya directo a la nada, donde no hay oscuridad ni luz, solo la nada.
Y el momento que tanto había esperado, al parecer, había llegado; de aquel vórtice en el cielo, comenzaron a emanar líquidos oscuros que rápidamente comenzaron a devorar todo aquello que tuviera un poco de luz, pero se detuvieron unos metros antes de tragarme a mí.
En ese momento recordé tantas cosas… y me di cuenta de que mi vida fue tan corta… tan dolorosa, pero lo único que me alegra es que Céles está bien, al igual que Clare y Nadina… aunque quisiera poder despedirme de ellas… ah, pero que importa, siempre supe que todo terminaría… más no que sería de esta manera… pero no puedo quejarme, no me arrepiento de ir, tampoco estoy triste de partir, pero de igual manera, no estoy feliz… ah, aquí termina todo.
Fueron mis últimas palabras antes de que el fluido negro me consumiera en su melancólico interior… pero extrañamente, se sentía diferente a lo que yo esperaba, no era algo agobiante, era algo tranquilizador, algo helado, una sensación de fuego de hogar, un calor congelante pero con la oscuridad.
No sabía si esto era el fin o el comienzo, no sabía nada… y de hecho, estaba seguro de que esto no era la muerte — ¿Entonces que era? —
—Es solo una transición— susurró una melódica voz que me parecía tan familiar.

Capitulo 10 y final: Hojas de esperanza

La oscuridad, la soledad, la desesperación, la angustia, el caos, la calma, la felicidad, la tristeza, el dolor, el amor, el olvido… todo lo había olvidado, solo sabía que estaba en la nada, pero no era una nada normal, pues estaba rodeado de oscuridad, de sombras provenientes de ninguna luz… pero estaba ahí.
Y no sabía qué hacer, no sabía que pensar, estaba atrapado en un mar de recuerdos interminables, no solo míos, si no de todas las personas. Las imágenes pasaban frente a mis ojos que miraban una nada oscura, imágenes de tristeza y de alegría, situaciones de él y de ella, de aquellos y de nosotros… mías y de ella… pero eran recuerdos que no podía contener, era demasiada información, mi cabeza estaba a punto de explotar.
Y lo hubiese hecho, pero de entre la oscuridad envolvente, una luz carmesí emanaba, una luz cálida y confortante que ahuyentaba las sombras así como los recuerdos de nadie.
Entonces la gruesa capa de soledad se rompió, el destello de un sinfín de centellas carmesíes me cegaba, pero era mejor que estar en la oscuridad. Y cuando la luz se tranquilizo, pude verlo claramente: La nada, una nada que era real y no una ilusión.
Estaba tranquilo, completamente sereno, pues estaba como un todo frente a la nada, pero también ya no sentía nada… ahora sí, no sentía absolutamente nada… pero estaba bien, para mí.
Sin embargo comencé a preguntarme cómo es que un rayo carmesí rompió la gruesa barrera de la oscuridad… entonces recordé esas últimas palabras que provenían de una voz angelical: Es solo una transición. En ese momento, todo comenzó a tomar forma, el suave y rugoso césped verde en el cual estaba tirado, húmedo por el rocío de la mañana empapaba mis palmas; la sombra de cientos de árboles en llamas me cobijaba y me daba refugio de la intensa luz que provenía de algún lugar en el horizonte, una luz rojiza que nunca se terminaba; el sonido del agua cayendo de una cascada que estaba no muy lejos de donde me encontraba, el rio de aguas cristalinas donde el fondo era algo que se podía imaginar, las sangre que caía de las nubes rojas… el sonido melancólico de las hojas al quebrarse, la sombra de una dama sentada a la orilla del rio... —Esto es diferente—
Por mi vaga mente pasó el pensamiento de quedarme en este lugar, por toda una eternidad, sin pensar, sin imaginar… sin soñar, simplemente existiendo de algún modo en esta distinta realidad. Pero mis pensamientos fueron interrumpidos por la voz de aquella damisela.
—No, no te puedes quedar aquí, no por mucho tiempo… pues yo te necesito… Vince, el soñador—
Yo lo sabía, y lo supe desde incluso mucho antes, ella era Nadina… lo que no sabía es por qué ella estaba aquí, si se supone que es un lugar preciso en mi mente… que existe solo en mis sueños, solo en los míos, no en los de nadie más.
Pero ella era real, tan real como las hojas que caían, como el sol que nunca se ocultaba, ella estaba aquí, sentada frente a mí.
— ¿Qué crees que sea esto? — Me preguntó con su voz de ángel —Es eso, simplemente es una extensión de tus deseos, de tu más profundo sueño… de aquel lugar ¿Lo recuerdas, verdad? Aquel aroma a flores… sí, era yo…—
Una duda era despejada de mi confusa mente, pero en su lugar había llegado otra: ¿Qué es Nadina? Pero sinceramente la respuesta no me importaba en aquel momento, solo me ocupaba de escuchar la voz de Nadina y de admirar su hermosura a la luz del atardecer.
—Ven— Me dijo —Mira el flujo del agua en este rio, ¿Lo recuerdas? —
Lo recordaba claramente y ahora que lo pienso, este lugar era similar a aquel donde estuve hace poco, solo que en este lugar había un principio, pero no un fin y el agua del rio no se movía, a pesar de que el agua de la cascada de donde emanaba, corría libremente.
— ¿Sabes qué significa? Significa el tiempo no corre aquí, que tú creaste un espacio tangible donde puedes controlar el flujo del agua sin que esta se desborde—
Entendía poco de sus palabras, pero tenía una idea de lo que había hecho.
Y entonces pensé que sería bueno quedarme para siempre en este lugar, en mi lugar… siempre y cuando estuviese Nadina a mi lado.
—Lo siento, pero no puedo quedarme a tu lado, no ahora… pues aún hay cosas que hacer… cosas que tenemos que hacer… tú y yo— parecía que ella leía mis pensamientos, pues respondía a cada cosa que yo imaginaba inmediatamente.
— ¿Entonces qué debo hacer? — fue la primera vez que le hablé directamente
—Puedes esperar… hasta que yo regresé por ti—
Esperar… esperar en un momento en el que el tiempo no corre, en un lugar donde los bosques siempre están cubiertos de hojas amarillentas y escarlatas, donde el sol nunca se mete, donde las nubes siempre están rojas… un momento donde siempre es un atardecer de otoño… donde pasa el tiempo pero en realidad no pasa, pues las hojas caen y vuelven a crecer, donde mis brazos y mis piernas se hunden en un mar de recuerdos quebradizos, donde mi cuerpo se esfuma, cubierto de pétalos… y mi mirada se nubla, al ver que las hojas han caído y me han enterrado, dejándome solo la luz de un sol que se refleja en las nubes interminables del cielo… esperando a que ella llegué… y que el sol se ponga al final de este día.

Ah... 19,188 palabras parecen tantas, pero son tan pocas T_T esperaba más de esta corta novela... Como sea, debo decir que... esta, junto a la novela que escribí primero, Infinity Skyline, The wanderer y Black rain (ambas que aun no e escrito y otras que pienso escribir después) son una "serie" de novelas que pienso escribir, relacionando personajes, lugares, etc. al estilo de Stephen King xD
 
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.Malorιє.

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Bueno, yo te recomendaría que, cuando publiques este tipo de historias con capítulos, lo hagas más pausadamente. Es decir, un capítulo cada tres días, o una semana... ¿Por qué te lo digo? Usualmente a la mayoría no le atraen las historias largas precisamente por su extensión, les da un poco de pereza y es por eso que muchísimas obras así se han perdido entre las páginas sin siquiera un comentario o con apenas unos cuantos cuando, en algunas ocasiones, son aún mejores que los relatos cortos publicados. Es una verdadera lástima para mi y te lo estoy diciendo como experiencia personal xD Si ya la tienes escrita, entonces no veo problema en que puedas publicarlo cada tanto como las otras dos y así podrás llamar incluso más atención del público que ahora.
En fin, sólo te iba a comentar esto. En cuanto a la historia y "Black Rain" aún no las he pedido leer por falta de tiempo (estoy estudiando, se supone que no debería estar aquí ahora :OfLIx:) pero te aseguro que lo haré. Una vez esté un poco más desocupadita prometo editar este post para darte una opinión respecto a tu escrito.
Sin más, te felicito por empezar a ser constante en la zona... Aunque también sería excelente tu participación en el resto de los temas de Literatura. Me despido ya...
Bye~
 
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Wow que largo :ehhh:, sigue los consejos q te da Malorie.

Le hice una lectura rápida a tu novela, no sé si ya está completa, sin embargo hay que reconocer que escribes bastante bien.

Empieza bien pero ya para el capítulo 3 se torna aburrida redundante y enredada, el final no concreta nada, deja con muchas dudas, y no me enteré bien de lo que pasaba, cosa que no creo que cambie si la leo con más detenimiento.:84404934:

Por lo que pude ver, repites en tus escritos los nombres de los personajes, y algunas escenas resultan ser lo mismo pero expresado de diferente manera, lo que me hace pensar que es alguna reflexión de algo personal expresado enmanera de novela.

Suerte
 
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Empieza bien pero ya para el capítulo 3 se torna aburrida redundante y enredada, el final no concreta nada, deja con muchas dudas, y no me enteré bien de lo que pasaba, cosa que no creo que cambie si la leo con más detenimiento.:84404934:


haha bueno, al parecer no me expresé muy bien en este escrito, así que te daré la razón en la mayoría de lo que dices.
Es verdad que en ciertas partes es algo aburrida y redundante, esto es porque tenía un tiempo "limite" (por así decirlo) para escribirla y eso no ayudó en nada...
Por otra parte el final es solo el comienzo de una de las tantas historias que se enlazan y conforman una historia más... solida... estructurada (no encontré mejores palabras u.u)

Por lo que pude ver, repites en tus escritos los nombres de los personajes, y algunas escenas resultan ser lo mismo pero expresado de diferente manera, lo que me hace pensar que es alguna reflexión de algo personal expresado enmanera de novela.


Que observadora. Pues sí, todo lo que escribo trata sobre mí (experiencias, personas, recuerdos, sueños) por eso siempre escribo en primera persona... así es como yo vi las cosas (adornando un poco la realidad).



Bueno, yo te recomendaría que, cuando publiques este tipo de historias con capítulos, lo hagas más pausadamente. Es decir, un capítulo cada tres días, o una semana... ¿Por qué te lo digo? Usualmente a la mayoría no le atraen las historias largas precisamente por su extensión, les da un poco de pereza y es por eso que muchísimas obras así se han perdido entre las páginas sin siquiera un comentario o con apenas unos cuantos cuando, en algunas ocasiones, son aún mejores que los relatos cortos publicados.
Bye~

Bueno ahora lo sé xD pero ya esta aquí, ya que .-. para la próxima haré como tú dices :3

Gracias por sus comentarios :3
 
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