OP
La vida te da momentos para reír, para llorar, para alegrarte, para enfadarte... puedes creer que sea justa e injusta, pero lo que no puedes negar... es que la vida te lo da todo.
Al principio nacemos puros, no tenemos maldad, y eso es lo que nos hace especiales, somos nosotros mismos.
Crecemos, y nos rodeamos de gente, de amigos, de colegas, de alguien con quien poder pasar el rato y poder estar bien.
Crees que las cosas siempre han sido claras, que siempre ha sido todo luz ... pero es difícil distinguir el bien del mal, lo bueno de lo malo, cuando en tu cabeza solo hay oscuridad.
Porque la oscuridad forma parte de nosotros, crecemos con ella, está a nuestro alrededor, y no se puede combatir... Es parte de nosotros, parte de nuestro pasado, presente y futuro... pero hay quien dice, que la luz se encuentra en los demás y tenemos que ir a buscarla.
Y la buscamos, aunque no nos demos cuenta, la buscamos, como un río, al principio con fuerza, luego con calma y serenidad, pero sin detenernos nunca, porque buscar esa luz significa madurar.
Ya que la vida se asemeja a un río, se asemeja a la madurez. Primero vamos todos juntos, todos a una, todos con un mismo fin: vivir.
Luego nos vamos separando, cogemos prioridades, valores, preferencias, nos separamos en pequeños afluentes, pero que a la vez son el mismo río, siguiendo nuestro objetivo: aprender de las cosas, saber, experimentar...
Llega un momento en que los pequeños afluentes se separan por completo, tendrán que decir adiós a los otros, tendrán que formarse su propia historia, labrarse un futuro, porque eso significa madurar, significa seguir cada uno su camino, solo, buscarse su vida, y vivirla hasta el final.
Al final recuerdas a esos pequeños ríos que fueron tus compañeros, aquellos que fueron y siguen siendo tus amigos, aquellos a los que recordaras toda tu vida, para siempre, los ríos de verdad, y deseas que todo les haya ido bien.
Aprecia las cosas, vive el momento, disfruta, rodéate de gente que te aprecie de verdad, de amigos de verdad... y vive la vida.
Al principio nacemos puros, no tenemos maldad, y eso es lo que nos hace especiales, somos nosotros mismos.
Crecemos, y nos rodeamos de gente, de amigos, de colegas, de alguien con quien poder pasar el rato y poder estar bien.
Crees que las cosas siempre han sido claras, que siempre ha sido todo luz ... pero es difícil distinguir el bien del mal, lo bueno de lo malo, cuando en tu cabeza solo hay oscuridad.
Porque la oscuridad forma parte de nosotros, crecemos con ella, está a nuestro alrededor, y no se puede combatir... Es parte de nosotros, parte de nuestro pasado, presente y futuro... pero hay quien dice, que la luz se encuentra en los demás y tenemos que ir a buscarla.
Y la buscamos, aunque no nos demos cuenta, la buscamos, como un río, al principio con fuerza, luego con calma y serenidad, pero sin detenernos nunca, porque buscar esa luz significa madurar.
Ya que la vida se asemeja a un río, se asemeja a la madurez. Primero vamos todos juntos, todos a una, todos con un mismo fin: vivir.
Luego nos vamos separando, cogemos prioridades, valores, preferencias, nos separamos en pequeños afluentes, pero que a la vez son el mismo río, siguiendo nuestro objetivo: aprender de las cosas, saber, experimentar...
Llega un momento en que los pequeños afluentes se separan por completo, tendrán que decir adiós a los otros, tendrán que formarse su propia historia, labrarse un futuro, porque eso significa madurar, significa seguir cada uno su camino, solo, buscarse su vida, y vivirla hasta el final.
Al final recuerdas a esos pequeños ríos que fueron tus compañeros, aquellos que fueron y siguen siendo tus amigos, aquellos a los que recordaras toda tu vida, para siempre, los ríos de verdad, y deseas que todo les haya ido bien.
Aprecia las cosas, vive el momento, disfruta, rodéate de gente que te aprecie de verdad, de amigos de verdad... y vive la vida.
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