Diario de un Paranormalista [Act 19/04]
Muro de actualizaciones:
Introducción
Vladimir, es un joven de 17 años que en un impulso desconocido, decide salir de su ciudad abandonando a su familia, y al parecer en todo lo que cree. Se considera una persona de ciencia, y no cree mayoritariamente en la Fe. Prefiere la Lógica antes de la suposición. El razonamiento, antes de la superstición. Pero esto se verá drásticamente cambiado, cuando, en su viaje, deberá enfrentar extraños acontecimientos desafiando todo lo que creia realista y concreto.
Capítulo I: "No creo en lo paranormal, pero sé que existe"
-"Es algo que debo hacer", dijo Vladimir, mientras tomaba el último sorbo de té. Les había platicado a sus padres sobre su repentina decisión. Y claro, no todos los días un joven como él, decide irse repentinamente...
-¿Estás seguro, hijo? Deberías pensarlo mejor- decía su madre angustiada al saber que su hijo se iría de la casa. Ella siempre fue sobreprotectora, pero esto nunca influyó sobre Vladimir, "Es que soy muy fuerte para ser cambiado" decía, aunque no tenía mucha lógica su comentario.
-Al menos, explícanos por qué te vas- dijo su padre, con un fuerte, pero disimulado disgusto.
-Debo hacerlo, padre, porque... simplemente debo hacerlo.
Y como a cualquier persona a la que le llega esta respuesta, su padre se levantó de su sofá y se dirigió hacia el jardín , totalmente frustrado.
Pero Vladimir no era indiferente a su madre. No, tenía una conexión muy fuerte con ella (como las madres aseguran). No le quedó de otra, cuando ella preguntó:
-¿Eso es todo?
-No, mamá. Hay una... digamos, razón, para hacer este viaje. Todo comenzó hace 2 días, en la noche. Como siempre, estaba preparado para dormir, pero en un descuido, rompí el jarrón que está encima del mueble de mi dormitorio. Recogí los pedazos, y los llevé al basurero, pero hubo algo que me extrañó. Ustedes, al parecer no sintieron nada.
-Bueno, hijo. A mi edad, no puedo estar seguro de mis recuerdos, pero te puedo dejar en claro que no escuché nada, ni siquiera tu padre, y tu sabes como se alarma. Incluso salta del sofá cuando suena la tetera al hervir.
-Mmm, ya veo. Pero mejor sigo. Al principio, supuse que no se había percibido el ruido, pero vi desde la cocina, como la vecina, ya sabes la chismosa, veía desde su ventana que había sucedido. Decidí no prestarle atención, y me fui a dormir.
Esa noche, soñé que estaba en una ciudad, irreconocible por mí. Recuerdo estar sentado en una banca cerca del terminal de buses. Al parecer, estaba esperando un viaje a las 18:00 horas, o al menos eso distinguí en mi pasaje. En eso, se me acerca una pequeña niña. Yo la quedé mirando, con una sonrisa inocente, pero lerda. Ella sólo me devolvió la sonrisa. Entonces, veo llegar mi transporte y me despido de la niña. Justo cuando estoy subiendo, la niña me hace una seña. Yo volteé a verla, y me gritó algo. No pude distinguirlo mucho por el precarido estado del bus, que hizo un estrepitoso ruido al arrancar. Pero distinguí algunas cosas, me dijo: "Al ponerse la luna, verás un ... que indicará ... . No veas directo a los ojos, de lo contrario, quedarás atrapado".
Iba a preguntarle a que se refería, pero la niña desapareció.
-¿Y...? - preguntó la madre, aún sin saber la razón de su ida.
-Bueno, a la mañana siguiente, fui a la plaza a ver un espectáculo, para despejarme. Y entonces lo ví. Ahí estaba la terminal, en un afiche turístico. La ciudad se llamaba Wilmiston. No está a mucho desde aquí. Como 30 a 40 minutos.
Su madre seguía sin entender su repentino viaje, y una sensación de tristeza y enojo la recorrió. Antes de que Vladimir saliera de su casa, y posiblemente la abandone, su madre le dijo desde la cocina: -Cuídate.
Vladimir sólo asintió y se fue.
Llegó a la estación sólo segundos antes de que saliera su transporte. Allí en la entrada, estaba el boletero, con una sonrisa inquietante, tal ves por el hecho de que era una sonrisa forzada.
-Hola- dijo Vladimir; no hubo respuesta, sólo la misma sonrisa inquietante. Al subir notó las precarias condiciones de su tren: vidrios rotos y "parchadas" con nylon, sillones rasgados, paredes rayadas y manchadas con las más insulsas vulgaridades que jamás había escuchado. Se preguntó: Por qué.
El tren inició su viaje a las 22:00 hrs.
Capítulo II: "Este no es un tren normal, me consta"
Sólo pasaron 10 minutos, y Vladimir fue víctima de su, posiblemente, mayor enemigo en el momento: el mareo.
Sí, suena estúpido. Pero sufría un mal congénito que heredó respectivamente de su padre. Se le podía escuchar desde el baño cómo maldecía: el tren, el viaje, su perro, el mismo baño, etc. Y todos sabemos que nunca debes maldecir... así.
-Ay, Dios... *Puaghh*, por qué me condenas con esto...- se quejaba y lamentaba el hecho de ser él.
Después de un rato, volvió a su cabina. Pero notó algo raro. Vió una pequeña niña al fondo del corredor, justo donde al doblar se encuentra la cocina. La niña tenía la cabeza gacha pero no se molestó a levantarla. Estaba conciente de la presencia de Vladimir.
-Disculpa...-dijo Vladimir, y rápidamente la niña se fue. Vladimir la siguió, pero no estaba. Muchos dirán "claro, se metió a una cabina" o "corrió rápidamente hasta la puerta que separa los vagones", pero lo que no saben, es que el pasillo no tiene cabinas ya que la cocina ocupa todo el vagón, y ahi 70 metros entre la esquina y la puerta, no puedes correr sin que alcancen a verte.
Vladimir sólo se retiró a su cabina, preguntándose quién era.
10 minutos después, Vladimir despertó de noche exaltado. Entonces, escuchó unos pasos, delicados, como los de... una niña. Vió afuera, y alcanzó a ver que 3 cabinas adelante estaba la niña, viéndolo. Antes de que Vladimir pudiera hacer algo, la niña levantó la mano y dejó ver un cuchillo ensangrentado. Nuestro aventurero se llenó de pánico y vió por un buen rato, cómo la niña se acercaba para cometer su temible acto. Vladimir se encerró en su cabina, bloqueó su puerta con un mueble que se encontraba en la cabina, y puso sus maletas para evitar que pudieran forzar la puerta. La niña atravesò sin problemas la puerta, levantó el cuchillo y lo dirigiò al pecho de Vladimir. Él cerró los ojos con fuerza y espero lo peor.
Pero entonces, escuchó una voz al otro lado de la puerta. Era el boletero, que revisaba a los pasajeros, para evitar "colados" o "paracaidístas". Abrió los ojos, y la niña había desaparecido.
-Su boleto- dijo el boletero, que se le acercó como si nada.
-T..t..to..tome..- dijo Vladimir, pálido y tembloroso.
El boletero ojeó el boleto, lo volteó y lo devolvió. Luego, se alejó de la habitación. Pero no antes de que Vladimir alcanzara a preguntar:
-Disculpe, pero ¿Cu.. cu…cuál es su.. su… nombre?
-Josef-dijo fríamente mientras dejaba el sitio que había ganado debajo del marco. Pero se volteó y agregó: -Tenga cuidado, Señor Vlad.
“¿Vlad?” pensó. Nadie le decía así desde la primaria (entiéndase desde 1º a 8º Básico), y sólo algunos le llamaban así, aquellos que llevaban el cargo de… “Amigo”.
Minutos más tarde, nuestro viajero sintió hambre, un hambre acompañada de una sensación extraña. Salió de su vagón y se dirigió al carro comedor. Mientras iba por el pasillo, notó que no había mucha gente, unos cuantos ancianos tumbados en sus asientos, y algunos pequeños jugando con las siluetas de sus manos.
Al llegar al comedor, se asombró de la cantidad de gente que había, lo cuál le pareció interesante porque nunca vió subir tanta gente.
Mientras buscaba mesa, notó la expresión de algunas personas presentes. Era como si todas las emociones se encontraran en la comodidad de un vagón.
Al sentarse, vio que la mesa estaba rasgada y con manchas de vino; ambos defectos disimulados con un mantel nylon de color morado que resaltaba sobre el rojo del mantel de debajo. Entre rasguño y suciedad, notó una frase que lo llenó de satisfacción y seguridad: “Sólo la verdad nos hará libres”.
Mientras leía esto, un mozo se le acercó:
-¿Qué se va a servir?
-¿Eh?- dijo Vladimir, distraído.
-¿Qué se va a servir, señor? – repitió, de una forma muy extraña.
-Bueno, supongo que el menú del día.
El mozo no devolvió el mensaje, sólo anotó el pedido y dirigiéndose al mostrador les gritó a los cocineros, pidiendo la comida.
Casi al instante, la comida llegó. Vladimir miró el plato, y… se asqueó. Un olor indescriptible, pero completamente seguro de que era repugnante. Perdió rápidamente el apetito y se retiró del vagón.
Al dirigirse a su vagón, vio a su, aparentemente, sombra. Era la niña que lo miraba desde una distancia muy cercana, comparada con sus otros encuentros. Vlad estaba a punto de salir corriendo, pero entonces la niña apuntó hacia él y dijo: “Tan cerca y tan lejos a la vez”.
Justo al terminar la frase, el tren se tambaleó. Al caer al piso, Vladimir perdió de vista a la niña, a cual se había desvanecido. El tren se volvió a tambalear más fuerte, haciendo que Vlad se cayera y quedara semi-inconciente. Fue entonces cuando aparece Josef, entre tambaleos y saltos.
-Jeje, Josef al rescate…- dijo, mientras perdía la conciencia.
-Nada de eso, mi buen. Vendrás conmigo y saldremos de esta.
Corrieron a la cola del tren, tropezándose en varias ocasiones, y evitando severos golpes casi causados por las maletas. Al llegar al final, se mantuvieron ahí. Creyendo estar a salvo.
-¿Qué hacemos ahora!?- dijo Vladimir, desesperado por la situación.
-Yo te diré, en cuanto se trate de volcar el tren, saltas hacia el lado que quedará hacia arriba!!
Fue cuestión de milisegundos. El tren se volcó, nuestro héroe y Josef saltaron casi al instante y…
“Holaaa….”
-¿Eh? ¿Quién es? – dijo Vlad al escuchar la extraña voz.
-Soy el guía del pueblo. Bienvenidos a Wilmiston.
-Vaya, no sé qué pasó, pero salimos de esa, ¿verdad, Vlad?- dijo Josef, visto por primera vez, feliz.
-¿Por cierto…-preguntó el Guía-…en qué tren vinieron?
-Bueno, este… en aquél- dijo Vladimir, apuntando a un tren volcado a un costado de la vía.
Estaba oxidado por los años, rayado por jóvenes inconcientes, y ya prácticamente desintegrado por la corrosión.
-Me estáis tomando el pelo- dijo el guía.
Ese tren lleva ahí desde 1890, después de un trágico accidente ocurrido a la fecha del Festival de la ciudad. 120 personas viajaban ahí. Todos fallecieron.
¿Era eso cierto? ¿Vladimir había viajado en un tren fantasma? ¿Josef recibía los boletos de gente que había fallecido hace ya muchos años?
-Mejor dejémoslo en que llegamos y listo- dijo Vlad, inclinándose para recibir los cálidos rayos del Sol.
Capítulo III: "Una casa con algo que decir"
Muro de actualizaciones:
Introducción
Vladimir, es un joven de 17 años que en un impulso desconocido, decide salir de su ciudad abandonando a su familia, y al parecer en todo lo que cree. Se considera una persona de ciencia, y no cree mayoritariamente en la Fe. Prefiere la Lógica antes de la suposición. El razonamiento, antes de la superstición. Pero esto se verá drásticamente cambiado, cuando, en su viaje, deberá enfrentar extraños acontecimientos desafiando todo lo que creia realista y concreto.
Capítulo I: "No creo en lo paranormal, pero sé que existe"
-"Es algo que debo hacer", dijo Vladimir, mientras tomaba el último sorbo de té. Les había platicado a sus padres sobre su repentina decisión. Y claro, no todos los días un joven como él, decide irse repentinamente...
-¿Estás seguro, hijo? Deberías pensarlo mejor- decía su madre angustiada al saber que su hijo se iría de la casa. Ella siempre fue sobreprotectora, pero esto nunca influyó sobre Vladimir, "Es que soy muy fuerte para ser cambiado" decía, aunque no tenía mucha lógica su comentario.
-Al menos, explícanos por qué te vas- dijo su padre, con un fuerte, pero disimulado disgusto.
-Debo hacerlo, padre, porque... simplemente debo hacerlo.
Y como a cualquier persona a la que le llega esta respuesta, su padre se levantó de su sofá y se dirigió hacia el jardín , totalmente frustrado.
Pero Vladimir no era indiferente a su madre. No, tenía una conexión muy fuerte con ella (como las madres aseguran). No le quedó de otra, cuando ella preguntó:
-¿Eso es todo?
-No, mamá. Hay una... digamos, razón, para hacer este viaje. Todo comenzó hace 2 días, en la noche. Como siempre, estaba preparado para dormir, pero en un descuido, rompí el jarrón que está encima del mueble de mi dormitorio. Recogí los pedazos, y los llevé al basurero, pero hubo algo que me extrañó. Ustedes, al parecer no sintieron nada.
-Bueno, hijo. A mi edad, no puedo estar seguro de mis recuerdos, pero te puedo dejar en claro que no escuché nada, ni siquiera tu padre, y tu sabes como se alarma. Incluso salta del sofá cuando suena la tetera al hervir.
-Mmm, ya veo. Pero mejor sigo. Al principio, supuse que no se había percibido el ruido, pero vi desde la cocina, como la vecina, ya sabes la chismosa, veía desde su ventana que había sucedido. Decidí no prestarle atención, y me fui a dormir.
Esa noche, soñé que estaba en una ciudad, irreconocible por mí. Recuerdo estar sentado en una banca cerca del terminal de buses. Al parecer, estaba esperando un viaje a las 18:00 horas, o al menos eso distinguí en mi pasaje. En eso, se me acerca una pequeña niña. Yo la quedé mirando, con una sonrisa inocente, pero lerda. Ella sólo me devolvió la sonrisa. Entonces, veo llegar mi transporte y me despido de la niña. Justo cuando estoy subiendo, la niña me hace una seña. Yo volteé a verla, y me gritó algo. No pude distinguirlo mucho por el precarido estado del bus, que hizo un estrepitoso ruido al arrancar. Pero distinguí algunas cosas, me dijo: "Al ponerse la luna, verás un ... que indicará ... . No veas directo a los ojos, de lo contrario, quedarás atrapado".
Iba a preguntarle a que se refería, pero la niña desapareció.
-¿Y...? - preguntó la madre, aún sin saber la razón de su ida.
-Bueno, a la mañana siguiente, fui a la plaza a ver un espectáculo, para despejarme. Y entonces lo ví. Ahí estaba la terminal, en un afiche turístico. La ciudad se llamaba Wilmiston. No está a mucho desde aquí. Como 30 a 40 minutos.
Su madre seguía sin entender su repentino viaje, y una sensación de tristeza y enojo la recorrió. Antes de que Vladimir saliera de su casa, y posiblemente la abandone, su madre le dijo desde la cocina: -Cuídate.
Vladimir sólo asintió y se fue.
Llegó a la estación sólo segundos antes de que saliera su transporte. Allí en la entrada, estaba el boletero, con una sonrisa inquietante, tal ves por el hecho de que era una sonrisa forzada.
-Hola- dijo Vladimir; no hubo respuesta, sólo la misma sonrisa inquietante. Al subir notó las precarias condiciones de su tren: vidrios rotos y "parchadas" con nylon, sillones rasgados, paredes rayadas y manchadas con las más insulsas vulgaridades que jamás había escuchado. Se preguntó: Por qué.
El tren inició su viaje a las 22:00 hrs.
Capítulo II: "Este no es un tren normal, me consta"
Sólo pasaron 10 minutos, y Vladimir fue víctima de su, posiblemente, mayor enemigo en el momento: el mareo.
Sí, suena estúpido. Pero sufría un mal congénito que heredó respectivamente de su padre. Se le podía escuchar desde el baño cómo maldecía: el tren, el viaje, su perro, el mismo baño, etc. Y todos sabemos que nunca debes maldecir... así.
-Ay, Dios... *Puaghh*, por qué me condenas con esto...- se quejaba y lamentaba el hecho de ser él.
Después de un rato, volvió a su cabina. Pero notó algo raro. Vió una pequeña niña al fondo del corredor, justo donde al doblar se encuentra la cocina. La niña tenía la cabeza gacha pero no se molestó a levantarla. Estaba conciente de la presencia de Vladimir.
-Disculpa...-dijo Vladimir, y rápidamente la niña se fue. Vladimir la siguió, pero no estaba. Muchos dirán "claro, se metió a una cabina" o "corrió rápidamente hasta la puerta que separa los vagones", pero lo que no saben, es que el pasillo no tiene cabinas ya que la cocina ocupa todo el vagón, y ahi 70 metros entre la esquina y la puerta, no puedes correr sin que alcancen a verte.
Vladimir sólo se retiró a su cabina, preguntándose quién era.
10 minutos después, Vladimir despertó de noche exaltado. Entonces, escuchó unos pasos, delicados, como los de... una niña. Vió afuera, y alcanzó a ver que 3 cabinas adelante estaba la niña, viéndolo. Antes de que Vladimir pudiera hacer algo, la niña levantó la mano y dejó ver un cuchillo ensangrentado. Nuestro aventurero se llenó de pánico y vió por un buen rato, cómo la niña se acercaba para cometer su temible acto. Vladimir se encerró en su cabina, bloqueó su puerta con un mueble que se encontraba en la cabina, y puso sus maletas para evitar que pudieran forzar la puerta. La niña atravesò sin problemas la puerta, levantó el cuchillo y lo dirigiò al pecho de Vladimir. Él cerró los ojos con fuerza y espero lo peor.
Pero entonces, escuchó una voz al otro lado de la puerta. Era el boletero, que revisaba a los pasajeros, para evitar "colados" o "paracaidístas". Abrió los ojos, y la niña había desaparecido.
-Su boleto- dijo el boletero, que se le acercó como si nada.
-T..t..to..tome..- dijo Vladimir, pálido y tembloroso.
El boletero ojeó el boleto, lo volteó y lo devolvió. Luego, se alejó de la habitación. Pero no antes de que Vladimir alcanzara a preguntar:
-Disculpe, pero ¿Cu.. cu…cuál es su.. su… nombre?
-Josef-dijo fríamente mientras dejaba el sitio que había ganado debajo del marco. Pero se volteó y agregó: -Tenga cuidado, Señor Vlad.
“¿Vlad?” pensó. Nadie le decía así desde la primaria (entiéndase desde 1º a 8º Básico), y sólo algunos le llamaban así, aquellos que llevaban el cargo de… “Amigo”.
Minutos más tarde, nuestro viajero sintió hambre, un hambre acompañada de una sensación extraña. Salió de su vagón y se dirigió al carro comedor. Mientras iba por el pasillo, notó que no había mucha gente, unos cuantos ancianos tumbados en sus asientos, y algunos pequeños jugando con las siluetas de sus manos.
Al llegar al comedor, se asombró de la cantidad de gente que había, lo cuál le pareció interesante porque nunca vió subir tanta gente.
Mientras buscaba mesa, notó la expresión de algunas personas presentes. Era como si todas las emociones se encontraran en la comodidad de un vagón.
Al sentarse, vio que la mesa estaba rasgada y con manchas de vino; ambos defectos disimulados con un mantel nylon de color morado que resaltaba sobre el rojo del mantel de debajo. Entre rasguño y suciedad, notó una frase que lo llenó de satisfacción y seguridad: “Sólo la verdad nos hará libres”.
Mientras leía esto, un mozo se le acercó:
-¿Qué se va a servir?
-¿Eh?- dijo Vladimir, distraído.
-¿Qué se va a servir, señor? – repitió, de una forma muy extraña.
-Bueno, supongo que el menú del día.
El mozo no devolvió el mensaje, sólo anotó el pedido y dirigiéndose al mostrador les gritó a los cocineros, pidiendo la comida.
Casi al instante, la comida llegó. Vladimir miró el plato, y… se asqueó. Un olor indescriptible, pero completamente seguro de que era repugnante. Perdió rápidamente el apetito y se retiró del vagón.
Al dirigirse a su vagón, vio a su, aparentemente, sombra. Era la niña que lo miraba desde una distancia muy cercana, comparada con sus otros encuentros. Vlad estaba a punto de salir corriendo, pero entonces la niña apuntó hacia él y dijo: “Tan cerca y tan lejos a la vez”.
Justo al terminar la frase, el tren se tambaleó. Al caer al piso, Vladimir perdió de vista a la niña, a cual se había desvanecido. El tren se volvió a tambalear más fuerte, haciendo que Vlad se cayera y quedara semi-inconciente. Fue entonces cuando aparece Josef, entre tambaleos y saltos.
-Jeje, Josef al rescate…- dijo, mientras perdía la conciencia.
-Nada de eso, mi buen. Vendrás conmigo y saldremos de esta.
Corrieron a la cola del tren, tropezándose en varias ocasiones, y evitando severos golpes casi causados por las maletas. Al llegar al final, se mantuvieron ahí. Creyendo estar a salvo.
-¿Qué hacemos ahora!?- dijo Vladimir, desesperado por la situación.
-Yo te diré, en cuanto se trate de volcar el tren, saltas hacia el lado que quedará hacia arriba!!
Fue cuestión de milisegundos. El tren se volcó, nuestro héroe y Josef saltaron casi al instante y…
“Holaaa….”
-¿Eh? ¿Quién es? – dijo Vlad al escuchar la extraña voz.
-Soy el guía del pueblo. Bienvenidos a Wilmiston.
-Vaya, no sé qué pasó, pero salimos de esa, ¿verdad, Vlad?- dijo Josef, visto por primera vez, feliz.
-¿Por cierto…-preguntó el Guía-…en qué tren vinieron?
-Bueno, este… en aquél- dijo Vladimir, apuntando a un tren volcado a un costado de la vía.
Estaba oxidado por los años, rayado por jóvenes inconcientes, y ya prácticamente desintegrado por la corrosión.
-Me estáis tomando el pelo- dijo el guía.
Ese tren lleva ahí desde 1890, después de un trágico accidente ocurrido a la fecha del Festival de la ciudad. 120 personas viajaban ahí. Todos fallecieron.
¿Era eso cierto? ¿Vladimir había viajado en un tren fantasma? ¿Josef recibía los boletos de gente que había fallecido hace ya muchos años?
-Mejor dejémoslo en que llegamos y listo- dijo Vlad, inclinándose para recibir los cálidos rayos del Sol.
Capítulo III: "Una casa con algo que decir"
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