OP
Bueno, pues esta es mi primera historia, asi que es posible que tenga fallas, pero me he esforzado en escribir este capitulo. asi que espero que les guste.
Érase una vez en una tierra lejana llamada Shibalba un joven e inexperimentado herrero llamado Santiago, las armas de Santiago distaban mucho de ser las mejores de su pueblo, ya que apenas era un aprendiz, el comprendía que su camino aun era largo, y que no debía dormirse en los laureles, ya que pronto debería de mantener a su anciano abuelo; quien era un herrero experimentando; y heredaría el negocio de su familia.
Pero su corazón pensaba diferente .Pensaba en un mundo mas allá de las paredes del Castillo de Londamor, un mundo diferente, inimaginable, con infinitas probabilidades.
Un día se dirigió al mercado a comprar hierro para el negocio, el mercado de Londamor era enorme, cientos de comerciantes extendían sus carpas por muchos solares, los comerciantes llegaban de muchas ciudades por el puerto y por tierra, conocía que Londamor era un sitio de venta segura para sus mercaderías incluso si estas eran de lo mas exóticas. Santiago llego al mercado en el punto mas bullicioso del día, cargaba con el 5 monedas de plata, lo suficiente para comprar el preciado metal, y alguna otra cosa para satisfacer su paladar. Justo cuando iba a llegar al puesto de venta choco con una persona, esta estaba vestida con un atuendo raro, cubierto con una capucha, sin lugar a dudas era un extranjero, procedió a disculparse, aunque no se dio cuenta si este entendió sus disculpas ya que siguió caminado como si nada.
-En fin, pensó, tendrá mucha prisa.
Rápidamente pidió al comerciante 3 kilos de hierro, metió la mano en su bolso, pero no sintió las monedas, entonces se dio cuenta, su choque con el sujeto raro no había sido un accidente, todo estaba planificado, le habían robado, se sintió muy torpe y se disculpo con el vendedor, sin dinero, y con mucha vergüenza como para regresar a su casa, solo se le ocurrió caminar , tal vez a si encontraría a su asaltante, aunque en el fondo de su corazón prefería no hacerlo, ya que no era muy fuerte y estaba desarmado. Luego de caminar, a lo lejos vio una silueta con una capucha parecida, ¿sería ese su asaltante?, se hecho a correr sin pensar en lo que le podía suceder, y sacando valentía de donde no tiene agarro a esta persona de la mano, para su sorpresa este no era un hombre, era una mujer, joven y muy hermosa, aunque no era muy alta, tenia una figura bonita con cabello castaño y ojos grises y vestía un chaleco de cuero ajustado con pantalones también de cuero a la altura de la rodilla y llevaba un pequeño bolso de cuero, al darse cuenta esta de quien la sostenía le agredió con el puño y hecho a correr, Santiago corrió detrás de ella, no estaba dispuesto a dejarse robar por una chica, ella salto la muralla de la ciudad(cosa muy difícil ya que esta era muy alta) demostrando su buen físico, Santiago lo realizó también pero le tomó mucho más tiempo, se lanzó al otro lado y cayó en un pozo enorme, para cuando salio su asaltante había desaparecido en el profundo bosque tan solo encontró una navaja en el pozo ,la tomó, le haría falta ya que estaba anocheciendo, y no había manera de entrar a la ciudad una ves habían cerrado las puertas.
Tenía mucha hambre así que decidió internarse en el bosque.
-De seguro habrá fruta- Dijo en voz baja.
La mente del joven tenía miedo, pero su corazón palpitaba muy fuerte, pareciese como si estuviera feliz, al fin estaba haciendo lo que en realidad deseaba y no lo que le ordenaban, Avanzó un poco en el bosque y escuchó un ruido detrás de unos arbustos; ¿Serían unos animales o tal vez un asesino?
Capitulo II
Las decepciones del Viajero.
Retrocedió algunos pasos, recogió una vara del suelo y empezó a mover los arbustos utilizándola; si fuese un animal, tendría algo que comer, pero nada sucedió. Se acercó un poco, con valentía miró a través de los arbustos, alcanzó a ver una silueta de un hombre, aun estando muy oscuro; además, en el aire se percibía el olor de vino: debía ser un borracho. El muchacho procedió a sacarlo de ahí; era muy peligroso dormir en medio de tanta maleza. En cualquier momento podía pasar una serpiente, así que se decidió a ayudarlo. Haló un poco:
-Este tipo está muy pesado- se quejó el joven.
Con un poco de esfuerzo logró ponerlo en terreno libre de maleza. El borracho parecía un hombre de unos treinta años, tez morena y cabello negro, vestía harapos, cargaba un pequeño bolso donde guardaba una cantimplora con apenas vino; lo único de valor que parecía traer era un extraño colgante en su cuello, que llevaba una gran perla roja muy brillante.
Sin haber conseguido nada para comer, decidió dormir; tal vez el sueño aliviaría su apetito.
Cuando despertó a la mañana siguiente, intentó moverse pero no pudo. Abrió los ojos y se encontró sobre un asno, amarrado de pies y manos, y aun hambriento, tanto que su estomago rugió.
-Come algo, no quiero que mueras- dijo el borracho, ya estando sano y le metió un trozo de pan en la boca.
El muchacho se sentía decepcionado: había ayudado a alguien y, a cambio, había recibido un secuestro. Tragó lo que pudo del pan, ya que no podía usar las manos. Le costó mucho. Luego preguntó:
-¿Hacia dónde nos dirigimos?¿Por qué me trajo aquí?
-Cállate- Respondió el borracho -Nos dirigimos al puerto de Menta. Allá te venderé como esclavo por lo que me ofrezcan.
-Pero si yo te ayudé cuando estabas tirado– respondió el muchacho muy triste.
-Eso te pasa por confiar en extraños. Debiste dejarme tirado; ahora, cállate si no quieres que te mate.
Santiago se sentía decepcionado, la vida le había jugado dos malas pasadas seguidas y ahora lo iban a vender como esclavo en una ciudad desconocida. Estaba cumpliendo su sueño de conocer el mundo, pero el mundo no era de la forma en que se lo imaginaba: este no era el paraíso lleno de gente amable y amigos en todas las ciudades, sino que era un mundo amargo donde la recompensa por la ayuda era la traición.
-¿Por qué no regrese a mi casa como debía?- pensó entristecido el muchacho.
Ya era muy tarde para arrepentirse, levantó la cara y dijo para sí mismo:
-Ya basta de estar triste. Ahora, a pensar en la solución.
Ahora, con más confianza se dispuso a pensar algo rápido, ya que estaba entrando a la puerta de la ciudad, y no sabía qué le esperaba en el Mercado de Menta.
Continuara....
De antemano agradezco sus comentarios.
Érase una vez en una tierra lejana llamada Shibalba un joven e inexperimentado herrero llamado Santiago, las armas de Santiago distaban mucho de ser las mejores de su pueblo, ya que apenas era un aprendiz, el comprendía que su camino aun era largo, y que no debía dormirse en los laureles, ya que pronto debería de mantener a su anciano abuelo; quien era un herrero experimentando; y heredaría el negocio de su familia.
Pero su corazón pensaba diferente .Pensaba en un mundo mas allá de las paredes del Castillo de Londamor, un mundo diferente, inimaginable, con infinitas probabilidades.
Un día se dirigió al mercado a comprar hierro para el negocio, el mercado de Londamor era enorme, cientos de comerciantes extendían sus carpas por muchos solares, los comerciantes llegaban de muchas ciudades por el puerto y por tierra, conocía que Londamor era un sitio de venta segura para sus mercaderías incluso si estas eran de lo mas exóticas. Santiago llego al mercado en el punto mas bullicioso del día, cargaba con el 5 monedas de plata, lo suficiente para comprar el preciado metal, y alguna otra cosa para satisfacer su paladar. Justo cuando iba a llegar al puesto de venta choco con una persona, esta estaba vestida con un atuendo raro, cubierto con una capucha, sin lugar a dudas era un extranjero, procedió a disculparse, aunque no se dio cuenta si este entendió sus disculpas ya que siguió caminado como si nada.
-En fin, pensó, tendrá mucha prisa.
Rápidamente pidió al comerciante 3 kilos de hierro, metió la mano en su bolso, pero no sintió las monedas, entonces se dio cuenta, su choque con el sujeto raro no había sido un accidente, todo estaba planificado, le habían robado, se sintió muy torpe y se disculpo con el vendedor, sin dinero, y con mucha vergüenza como para regresar a su casa, solo se le ocurrió caminar , tal vez a si encontraría a su asaltante, aunque en el fondo de su corazón prefería no hacerlo, ya que no era muy fuerte y estaba desarmado. Luego de caminar, a lo lejos vio una silueta con una capucha parecida, ¿sería ese su asaltante?, se hecho a correr sin pensar en lo que le podía suceder, y sacando valentía de donde no tiene agarro a esta persona de la mano, para su sorpresa este no era un hombre, era una mujer, joven y muy hermosa, aunque no era muy alta, tenia una figura bonita con cabello castaño y ojos grises y vestía un chaleco de cuero ajustado con pantalones también de cuero a la altura de la rodilla y llevaba un pequeño bolso de cuero, al darse cuenta esta de quien la sostenía le agredió con el puño y hecho a correr, Santiago corrió detrás de ella, no estaba dispuesto a dejarse robar por una chica, ella salto la muralla de la ciudad(cosa muy difícil ya que esta era muy alta) demostrando su buen físico, Santiago lo realizó también pero le tomó mucho más tiempo, se lanzó al otro lado y cayó en un pozo enorme, para cuando salio su asaltante había desaparecido en el profundo bosque tan solo encontró una navaja en el pozo ,la tomó, le haría falta ya que estaba anocheciendo, y no había manera de entrar a la ciudad una ves habían cerrado las puertas.
Tenía mucha hambre así que decidió internarse en el bosque.
-De seguro habrá fruta- Dijo en voz baja.
La mente del joven tenía miedo, pero su corazón palpitaba muy fuerte, pareciese como si estuviera feliz, al fin estaba haciendo lo que en realidad deseaba y no lo que le ordenaban, Avanzó un poco en el bosque y escuchó un ruido detrás de unos arbustos; ¿Serían unos animales o tal vez un asesino?
Capitulo II
Las decepciones del Viajero.
Retrocedió algunos pasos, recogió una vara del suelo y empezó a mover los arbustos utilizándola; si fuese un animal, tendría algo que comer, pero nada sucedió. Se acercó un poco, con valentía miró a través de los arbustos, alcanzó a ver una silueta de un hombre, aun estando muy oscuro; además, en el aire se percibía el olor de vino: debía ser un borracho. El muchacho procedió a sacarlo de ahí; era muy peligroso dormir en medio de tanta maleza. En cualquier momento podía pasar una serpiente, así que se decidió a ayudarlo. Haló un poco:
-Este tipo está muy pesado- se quejó el joven.
Con un poco de esfuerzo logró ponerlo en terreno libre de maleza. El borracho parecía un hombre de unos treinta años, tez morena y cabello negro, vestía harapos, cargaba un pequeño bolso donde guardaba una cantimplora con apenas vino; lo único de valor que parecía traer era un extraño colgante en su cuello, que llevaba una gran perla roja muy brillante.
Sin haber conseguido nada para comer, decidió dormir; tal vez el sueño aliviaría su apetito.
Cuando despertó a la mañana siguiente, intentó moverse pero no pudo. Abrió los ojos y se encontró sobre un asno, amarrado de pies y manos, y aun hambriento, tanto que su estomago rugió.
-Come algo, no quiero que mueras- dijo el borracho, ya estando sano y le metió un trozo de pan en la boca.
El muchacho se sentía decepcionado: había ayudado a alguien y, a cambio, había recibido un secuestro. Tragó lo que pudo del pan, ya que no podía usar las manos. Le costó mucho. Luego preguntó:
-¿Hacia dónde nos dirigimos?¿Por qué me trajo aquí?
-Cállate- Respondió el borracho -Nos dirigimos al puerto de Menta. Allá te venderé como esclavo por lo que me ofrezcan.
-Pero si yo te ayudé cuando estabas tirado– respondió el muchacho muy triste.
-Eso te pasa por confiar en extraños. Debiste dejarme tirado; ahora, cállate si no quieres que te mate.
Santiago se sentía decepcionado, la vida le había jugado dos malas pasadas seguidas y ahora lo iban a vender como esclavo en una ciudad desconocida. Estaba cumpliendo su sueño de conocer el mundo, pero el mundo no era de la forma en que se lo imaginaba: este no era el paraíso lleno de gente amable y amigos en todas las ciudades, sino que era un mundo amargo donde la recompensa por la ayuda era la traición.
-¿Por qué no regrese a mi casa como debía?- pensó entristecido el muchacho.
Ya era muy tarde para arrepentirse, levantó la cara y dijo para sí mismo:
-Ya basta de estar triste. Ahora, a pensar en la solución.
Ahora, con más confianza se dispuso a pensar algo rápido, ya que estaba entrando a la puerta de la ciudad, y no sabía qué le esperaba en el Mercado de Menta.
Continuara....
De antemano agradezco sus comentarios.
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