Crimen Silencioso.
Las nubes grises opacaban el cielo de Londres. Por las frías calles se oía el correr de los niños descalzos, que huían ante la mención de aquel nombre; los hermanos Anderson eran respetados por razones un tanto dudosas, y aunque la gente que rodeaba sus territorios los miraba reverentes, no podían ocultar un dejo de rencor destellando en sus ojos. Eran dos pícaros rubios, altos, con mirada determinante y paso firme; habían estado juntos desde siempre sacando provecho de cierta inteligencia que un dios les dejó tal vez erróneamente. Se cuenta que obtenían sus caprichos a cualquier precio, y que cierta vez en tiempos más felices se escuchó su voz en el callejón:
"Si no hay otro modo, lo mejor será matarlo".
Desde entonces cualquiera que los encuentra, corre al ver la mano de alguno de los hermanos dirigirse hacia el cinto; pues el frío acero de aquel puñal punzante no fallaba, siempre daba en el blanco.
Justo una tarde la lluvia daba tono a las calles vacías, las gotas daban ritmo con su caída constante, y el frío daba el matiz gris a aquel ambiente muerto. James Anderson estaba sentado en el andén, cuando vio acercarse un ángel que cruzaba la esquina.
Era preciosa, cual lirio solitario en el oscuro bosque; notó sus brillantes ojos, profundos como océanos, su lacio y largo cabello, figura delicada que se mecía con la suave brisa; sus manos blancas como la nieve, y junto a ellas... las manos rubias de su hermano que estrechaba con cierto cariño.
Pasó la tarde y llegó la noche. Hubo fiesta, reinaban el juego y el beber; había un ambiente alegre pero James no había cambiado. Observaba absorto a la bella mujer que estaba con su hermano, hasta que éste la dejó sola un momento. Se acercó a ella y la miró por un instante, estrechó su mano y susurrándole palabras secretas al oído apretó sus labios contra los de ella mientras su hermano observaba, frío desde el umbral.
Los dos pícaros se miraron con cierta nostalgia. El menor miró al otro con la misma mirada vacía de antaño, cuando un muy buen amigo de los hermanos los traicionó. Ambos salieron de la calle, James llevando consigo de la mano a la dulce muchacha, y al estar en aquel callejón sin salida rompieron el silencio:
"Si no hay otro modo, lo mejor será matarla".
Última edición: