Lölórie: Los ritos de la tierra

-¿Estas seguro?- pregunto el viajero al espíritu.
-Inmeth ërad- contesto este en la alta lengua de los espíritus, que todos los mortales pueden entender, pero no hablar.
-Qna yntïl-uinmnah – le respondió el viajero, usando el titulo honorífico mas alto que conocía de los espíritus, que significaba “Señor del bosque”.
-Atil inma- concluyo el espíritu; y dicho esto se fundió con el árbol mas próximo, sin prestarle mas atención al hombre que lo interrogaba.
El viajero se quedo mirando un rato donde había desaparecido la sombra y decidió quedarse cerca descansar, podía notar al viento silbar lenta y suavemente entre la vegetación del frondoso bosque, una invitación mas que tentadora al sueño; pensando en esto el hombre se sentó bajo el árbol, desenvolvió un fardo que llevaba y de el extrajo un pedazo de pan y una rebanada de queso que devoró ávidamente, no había comido desde la tarde anterior para racionar sus escasas provisiones, no tenia tiempo para cazar, y menos aun para descansar, pero su cuerpo le gritaba la necesidad de detenerse, y hasta el mismo sabia que tenia que hacerle caso, se desprendió las placas traseras de su armadura, dejándose solo la cota de malla en la espalda, Luego se recostó contra el árbol y se dispuso a descansar; era lo suficientemente precavido como para no quitarse la enorme armadura completa, pero no tan tonto como para despertarse mas tarde con un severo dolor de espalda por haberse dejado semejante protección.
Aquel viajero era alto y robusto, de cabello negro como la noche y ojos de un marrón oscuro y penetrante, no aparentaba pasar los treinta años, aunque ya superaba los cuarenta, “muy bien conservado”, lo catalogaron alguna vez en su tierra.
El nombre de aquel viajero era Nailer, Caballero y General del ejército de Ilrien del Oeste; el mismo ejercito que hacia solamente días hubiera vuelto victorioso a su tierra, ahora descansaba en el polvo, junto con el honor, y el perdón de la Madre Tierra, Löloríe.

El hombre llamado Nailer despertó algunas horas mas tarde, dándose cuenta recién entonces de que se había quedado dormido, recostado contra el árbol, con el sol sobre el en todo su esplendor y la brisa corriéndole en los cabellos.
Muy pesadamente se levanto y se coloco de vuelta la parte de la armadura que se había quitado, luego tomo una enorme espada del piso y se la colgó en la placa de su espalda; Àndurian, la había bautizado luego de haberla forjado con sus propias manos; era una espada peculiar, no solo por su enorme tamaño sino por su guarda (que generalmente eran rectas para evitar que la mano se deslizara hacia el filo), que era redonda y sin ninguna joya, solamente con un cuidadísimo grabado como ornamento, Nailer todavía recordaba cuando se la había presentado a su maestro, el hombre quedo perplejo ante la simpleza, enormidad y decoración de esta “Nunca pensé que pudieras forjar algo así” fueron sus palabras, Nailer nunca pudo comprender si esas palabras habían sido de elogio o de reproche.
Sumido en estos pensamientos mientras revisaba que no le faltara nada, el viajero se dispuso a volver a su búsqueda, guiándose por los árboles y la posición del sol.

Algunas horas mas tarde empezó a encontrar varios rastros de lo que estaba buscando, muchas huellas de pies humanos y unos restos de lo que parecía ser una fogata cerca de un claro del bosque, además de unas débiles pisadas que contrastaban con el resto; pisadas de elfo; era todo lo que Nailer necesitaba para saber que estaba por la senda correcta.
Se dispuso a seguir cuando esta vez algo lo detuvo, había reparado en una parte del claro densamente iluminada, se acerco allí y quedo sorprendido.
Frente a una gran piedra reposaba una significativa porción de tierra removida, y en esta, cinco espadas clavadas verticalmente apuntando al sur, en dirección a Ilrien, en los alrededores había cinco escudos atados a algunos árboles, refractando la luz estratégicamente en dirección a la fosa común, y como una honra final a los caídos, varios retoños de flores crecían sobre la improvisada tumba, “Lölórie los a perdonado” pensó Nailer con cierta emoción al ver al ver los retoños, señal de que la madre tierra los había acogido junto a ella.
-Que sean felices junto a la creadora- susurro en la alta lengua, y de repente escucho una voz detrás suyo como respuesta.
-Ojala algún día te escuche, quizás puedas ganarte algún favor de tu inmunda diosa- la voz era áspera y amarga, la blasfemia retumbo en su mente como un trueno, furioso por tal atrevimiento, Nailer tomo su espada y se dio la vuelta, en pos de ataque.
Frente a el se encontraba algo que no se podía describir con facilidad, parecía una especie de elfo gris de los que habitaban en Los Grandes Bosques, llevaba una indumentaria liviana de combate, una espada corta y un escudo, pero Nailer no se fijo en ninguna de esas cosas, sino en su piel.
Su piel era una especie de manto transparente, que dejaba al descubierto interminables remolinos de una especie de polvo gris que sucedían en su interior, lo que realmente era aquella criatura, una criatura echa de las cenizas de los caídos y reanimadas en una práctica macabra, una criatura condenada a vagar por la tierra sin descanso hasta caer, eso era aquel ser que ahora se le había presentado.
Nailer no lo pensó dos veces y cargo contra aquella blasfemia viviente, describiendo un arco en el aire con la espada.
La criatura no se hizo esperar, esquivo el ataque con una facilidad sobrehumana, la espada de Nailer era enorme, pero para el era tan liviana como una espada quince veces más pequeña, y ofrecía mucha menos resistencia al viento, sumándole el hecho de que él la sabia usar a la perfección, no debería haber fallado.
Pero lo único que corto la espada fue aire.
La pequeña falla no interrumpió el ataque, en plena carga Nailer cambio la espada de mano e izo un giro brusco, sin detenerse, buscando arrebatarle el escudo a la criatura de un golpe certero, ésta paró el ataque con la mano que llevaba la espada, pero la fuerza del golpe fue tan grande que la mano entera le fue arrancada, el hombre pudo ver como la mano de ceniza se deshacía en el aire, hasta que espada corta que empuñaba cayó sola al suelo, clavándose en un tronco manchado de gris.
La criatura se tiró hacia atrás, ocultándose en la nube de polvo que había formado su propia mano.
“Si su sola mano despide tanta ceniza, no se como haré si alguna vez tengo que enfrentarme con mas de dos seres así, me cortaran la cabeza sin que siquiera los vea”
Alejándose del polvo, tosiendo, Nailer vio como la criatura emergía devuelta, corriendo hacia el con su escudo en alto, había llegado a pensar que aquella cosa podría “desangrarse” (si aquella era la palabra adecuada), pero se equivocaba, donde antes tenia una mano, ahora solo quedaba un muñón que se había cerrado a sí mismo, al parecer, aquella cosa no se rendía.
La criatura contraataco descargando el filo del escudo sobre el hombro derecho de Nailer antes de que este pudiera reaccionar, haciendo que salieran chispas, pero sobre la armadura no se dibujo un solo surco.
El humano respondió descargando su puño derecho sobre el pecho del ser, haciendo que volara dos metros hasta caer en el suelo, y antes de que él pudiera hacer nada, se levanto de un salto, manteniéndose a una prudencial distancia de Nailer.
-Dime Blasfemia, ¿Qué harás sin tu mano derecha, sin tu espada, y con el filo de tu escudo mellado?, ¡Responde monstruo!, ¡responde a ver que puedes hacer todavía!- gritó este al ver que la criatura no se movía.
Y ésta echo a correr, dirigiéndose a los árboles.
-¡JAMAS!- aúllo Nailer al ver que se escapaba, y tomando la espada de nuevo con la mano derecha, la alzo en alto y la arrojo hacia el ser, como si fuera un cuchillo de tiro.
La espada alcanzó a la criatura por el lado izquierdo de la espalda, atravesándola hasta la guarda y empalando al ser en uno de los milenarios árboles.
Un grito horrible y demencial se alzo al cielo, del “elfo” salían interminables torrentes de ceniza, se estaba deshaciendo.
Nailer se sacudió el brazo izquierdo, y de la parte anterior de este salió el filo de treinta centímetros que llevaba oculto como una daga, se acerco lentamente al monstruo clavado en el árbol (que había dejado de gritar pero no de arrojar polvo), y le cortó la cabeza de una sola pasada, con el rostro impasible, Nailer observo, con cierto deleite, como su cabeza volaba y de deshacía sin llegar al suelo, al igual como había echo la mano derecha antes que ella.
A continuación, el caballero retiró la espada del árbol, sin prestarle atención al resto del cuerpo del monstruo que se iba al viento en forma de ceniza, solo dejando su armadura.
¿Acaso esa cosa estaba siguiéndolos?, ¿había más de ellas?, las tumbas eran recientes, tenían que estar cerca, ¿O los estaría espiando?, imposible, si estuviera vigilándolos aquella cosa no se le habría manifestado de esa manera o lo hubiera matado por detrás… ¿Por qué no lo había echo?, Nailer había comprobado que el monstruo era silencioso, podría haberle cortado la cabeza sin que siquiera tuviera tiempo de darse cuenta de que estaba muerto.
Semejante pensamiento le hizo cerrar los puños en la empuñadura de la espada con tal fuerza que no pudo sentir sus dedos por debajo de los guanteletes, “Podría haber muerto tan fácilmente…-pensó-degollado por un monstruo que ni siquiera parece humano… ¡Es ridículo! ¿Cómo no lo sentí venir? ¿Cómo es posible? ¡Si soy capaz de oír las pisadas de un elfo! Ese engendro no podría superar a uno de ellos en cuanto a sigilo...”
La ira de Nailer pasó, sus dedos se aflojaron, entonces pudo pensar con claridad.
“La magia negra también es poderosa, no bajes la guardia todavía”
-¿Y a que viene eso?- Irrumpió otra voz dentro de su cabeza, el sobresalto casi hizo que a Nailer se le cayera la espada, oír voces en tu cabeza que no son tuyas (sin previo aviso) no es una experiencia muy grata.
-¿Reiel?- pensó, sí, efectivamente tenia que ser Reiel, las melodiosas y reflexivas voces de los elfos raramente se parecen a las humanas.
-Si, soy yo- contesto este.
Dejando el pensamiento en segundo plano, el viajero se sintió alegrado, hacia tiempo que no intercambiaban palabras, pero al mismo tiempo se sintió confuso.
-¿Cómo te estas comunicando conmigo?, no te siento en los alrededores…-
-Simple, te sentí y entonces proyecte mi pensamiento hacia donde creía que estabas, tu me captaste y por eso estamos hablando a tanta distancia-
-¡Elfo imprudente! ¡Absolutamente CUALQUIER cosa puede escuchar lo que decimos en el rango de proyección! ¡Si sentiste lo que me ataco deberías saberlo! ¡Más de esas cosas se dirigirán hacia ti o hacia mí!- Nailer nuevamente apretó con fuerza la empuñadura de su espada, preparándose.
-Imposible, acabaste con la única que todavía moraba en este bosque, si no me equivoco ya viste las tumbas, nos enfrentamos con esas cosas y solo logro escapar una… pero perdimos 50 hombres…- El caballero pudo denotar un cambio casi imperceptible en la voz de Reiel, ¿eso era pena?, pero no tenia sentido seguir especulando, el también la sentía, esos habían sido 50 de sus hombres.
-¿Dónde están?- Preguntó.
-Por lo menos en mi caso, más cerca de lo que crees.- Dijo la familiar voz unos metros detrás de él.
La conexión mental había disipado un poco sus sentidos y no había oído al elfo llegar, pero, a pesar de haber sido sorprendido por segunda vez, Nailer no pudo reprimir una sonrisa.
Cuando se dio vuelta, se encontró con un genuino elfo gris de los grandes bosques, esta vez vestido con sucios harapos grises (aún así más claros que su piel) que sostenía sin problemas lo que parecía ser una pesada lanza en la mano izquierda; Nailer se fijo en su negra melena de pelo y en sus ojos blancos, efectivamente ese era Reiel.
-Apenas te sentí salí a buscarte, me ha llevado cerca de media hora legar aquí- Dijo el elfo.
-¿No te dijeron nada mis soldados de que esa no es indumentaria apropiada para un jinete de dragón?*- Implico el caballero con tono burlón, pero completamente amistoso mientras señalaba sus harapos.
-Nada de eso viejo amigo- Respondió este con una sonrisa -Primero, me gusta estar más así que con esa mole de metal que llaman armadura, y eso que no me hace parecer dos veces mas grande de lo que soy como te pasa a ti.-
-Parezco mas grande pero aún así me muevo normalmente, lo que pasa es que ustedes los elfos les gusta demasiado ir desnudos por ahí sin preocuparse por las flechas o espadas que puedan salir de los arbustos en tiempos de guerra.- Apuntó Nailer-Pero dejémoslo aquí, sabes muy bien lo que voy a preguntarte…-
-¿Por qué nos siguen solo a nosotros?- Pregunto el elfo.
-Exacto.-Le contesto el viajero.
-Ahora lo veras con tus propios ojos, sígueme Nailer.- Y dicho esto comenzó a trotar en dirección al norte, a un ritmo que el caballero seria capaz de alcanzar.
Nailer se acoplo la espada y juntos dejaron el claro, corriendo por la interminable espesura de bosque.
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