The Sandman llega a su fin.

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Arcadia~
Hace 20 años (bueno, no exactamente, pero casi; además, tenía que usar la frase) que se publicó The Sandman núm. 1. En noviembre de 1988 nadie sospechaba que ese elaboradísimo primer número sería el comienzo de un éxito literario y cultural sin precedentes que cambiaría el panorama del cómic contemporáneo para siempre. Nadie podría haber aventurado tampoco que el creador de esta épica serie –un escritor relativamente desconocido de la costa sur de Inglaterra– se convertiría en un escritor superventas y multipremiado en varias categorías de prosa de ficción (libros para niños, novelas juveniles y fantasía moderna, entre otras) y en un escritor para el cine y la televisión.

Ya he escrito muchas veces sobre The Sandman; reconozco que es una tarea hercúlea volver a escribir algo sobre la serie cuando creo que ya lo he dicho casi todo sobre el tema. Pero la verdad es que, con una obra con tantos niveles creativos y temáticos y tan bien escrita como The Sandman, siempre hay algo más que decir. Y dónde mejor que en el último de estos preciosos volúmenes, que incluye El velatorio, el último tomo de la historia. (Neil escribió Noches eternas después de haber concluido la serie mensual y se considera fuera del canon principal, aunque eso no la hace menos especial.)

La primera vez que escribí extensamente sobre la creación de The Sandman fue en una introducción a la segunda edición del tomo recopilatorio de Preludios y nocturnos, publicado siete años después del comienzo de la serie. Fue genial tener la oportunidad de escribir sobre la génesis de la serie con el paso de los años, porque como editora de una serie en activo, es difícil mantener el equilibrio: aún tienes las manos manchadas como parte del desarrollo de la serie al tener que guiar las historias, pero también tienes que distanciarte lo suficiente de la vorágine de energías creativas para conservar cierta objetividad.

También he descrito los humildes comienzos de Neil como guionista de cómics sin experiencia, pero ávido de ella; con su acento británico, educado pero insistente, siempre presente en mi teléfono, pidiendo una oportunidad. Lo primero que le compré fue una extraña historia de ocho páginas de la Cosa del Pantano a la que no le di salida hasta diez años después. Era sobre Jack el verde, uno de los predecesores de la Cosa del Pantano en una larga línea de seres vegetales. En 1999, el equipo artístico por antonomasia del personaje, compuesto por Steve Bissette y John Totleben, la ilustró por fin para el tomo recopilatorio de Días de medianoche, una colección de las historias cortas de Neil no incluidas en ninguna serie. Estaba bastante bien escrita para ser de alguien que nunca había escrito un cómic.

En mi introducción a Preludios y nocturnos recordaba cómo conocí a Neil en Londres en 1987 y cómo me propuso varios proyectos, incluida una serie con el Sandman original de DC (que apareció por primera vez en 1939 en la serie Adventure Comics). Por aquel entonces, a Sandman lo estaban usando en JSA y era inviable hacer con él una nueva serie, así que el primer trabajo de Neil publicado para DC fue otro proyecto: la miniserie Orquídea Negra, ilustrada por Dave McKean. Un año después, tras un retiro editorial, volvimos a hablar con aquel escritor greñudo y persuasivo (¡pero sincero!) para proponerle desarrollar su proyecto de Sandman. El resultado fue magia en estado puro: una obra de tal amplitud, fuerza y lirismo que podría tratar de tú a tú –y en muchos casos superar– a las mejores obras de fantasía moderna.

Todo empezaba con la fuga de un Rey del Sueño encerrado y su intención de recuperar sus objetos de poder y su trono, y terminaba –como todas las grandes sagas– con la muerte del protagonista. A lo largo de 75 números, Neil evolucionó hasta convertirse en un escritor profundo y sutil, capaz de crear una mitología singular a partir de una metaficción eterna. Contó historias íntimas –de Morfeo y sus circunstancias, de los siete extraños pero maravillosos hermanos que son los Eternos, y de muchos mortales tocados por los sueños– entretejidas complejamente en un glorioso tapiz de historias inclasificables. El intenso amor de Neil por la historia, la literatura y la mitología, tanto clásica como moderna, resulta evidente en gran parte de su obra, pero la verdadera riqueza e intemporalidad de The Sandman reside en la verosimilitud de su mundo y sus personajes y en la fuerza de su magistral capacidad narrativa.

Neil siempre ha sido un escritor muy adaptable, y supo dar forma a sus guiones para poner de manifiesto las virtudes de los dibujantes encargados de ilustrarlos; en este volumen, Michael Zulli nos ofrece las imágenes perfectas para ilustrar el último arco argumental de The Sandman.

El dibujo de Michael Zulli en El velatorio siempre me ha recordado a la obra encantada y sobrenatural de Maxfield Parrish, con su trazo delicado y sus florituras victorianas. Michael dibujó esta historia fúnebre casi como un extenso mural, con una amplitud que sobrepasa los bordes de la viñeta mientras desgrana los sentimientos personales de cada miembro de los Eternos. En esta historia (y en muchas otras anteriores), la paleta de colores de Daniel Vozzo llevó al conjunto a otro nivel y, como siempre, el sublime Dave McKean creó unas portadas cuyo diseño revolucionario y maestría sin igual han influido a toda una generación de creadores.

Ahora, obviamente, Neil tiene una base fiel de miles y miles de lectores. Sus fans lo adoran; ¿cómo no adorarlo? Es encantador, elegante, ingenioso y tiene facilidad para sintonizar con la gente. Pero lo más importante es que se esfuerza constantemente en comprender a todo el mundo. Antes de que naciesen MySpace y Facebook –antes incluso de Internet–, Neil se creó su propia red de seguidores recorriendo todo el mundo en viajes de promoción y acudiendo a salones del cómic, exposiciones en bibliotecas, ferias del libro y lecturas en público, y aún sigue así. (Nunca sé en qué país y franja horaria estará cuando por fin consiga localizarlo por teléfono.) Neil siempre ha sido uno de los primeros en adoptar las innovaciones en la comunicación online: pasó de foros a grupos de noticias y de ahí a los blogs mucho antes que la mayoría de sus colegas, mientras obsequiaba a sus fans con sucesos ordinarios y extraordinarios de su vida. (Para ser testigo del alcance de su omnipresencia en el ciberespacio, teclea en Google el nombre “Neil” y comprueba qué página aparece en primer lugar). Además, siempre ha sido consciente de la responsabilidad y de las ventajas de la fama, y ha canalizado su energía al servicio de muchas buenas causas, en especial la protección de la libertad de expresión. Durante más de una década ha defendido incansable y generosamente el Comic Book Legal Defense Fund, y ha dedicado mucho tiempo y energías a recaudar fondos y despertar conciencias a favor de esta organización vital dedicada a luchar contra la censura que durante tanto tiempo ha acosado al medio en el que él logró sus primeros éxitos.

En los cómics, al igual que en muchos otros vehículos de expresión de la cultura pop, lo novedoso siempre se valora mucho; a veces (quizá a menudo) más que la calidad o la complejidad. El tiempo, sin embargo, es la prueba definitiva de si una obra de arte puede trascender las limitadas circunstancias de su nacimiento y convertirse en un astro permanente en el firmamento de la cultura. Después de 20 años, creo que puede afirmarse que The Sandman ha pasado la prueba, y que Neil y su creación se han asegurado un lugar de honor en la historia. Durante dos décadas ha hecho lo que muchísimos escritores han intentado lograr, sin conseguirlo, a lo largo de toda una vida: ha creado un vínculo íntimo y poderoso entre el escritor y su público; las historias las desarrolla uno y se convierten en una parte permanente del otro. Este volumen final de la gloriosa saga de The Sandman es el testimonio de todo lo que ha logrado Neil, y yo estoy muy orgullosa de haber podido participar en el proceso.

Buen trabajo, Neil.


Karen Berger
Mayo de 2008

Karen Berger es la editora de The Sandman y la editora fundadora del sello Vertigo. Actualmente es editora ejecutiva del sello Vertigo.​
 
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